En el ejército, el entrenamiento básico se enfoca en la tutoría en lugar de los gritos

VIRGINIA BEACH, Va.— A más de 40 pies de altura en la torre de Fort Jackson, el recluta del ejército Robert Smith falló al poner los pies en el tablón de 4 por 4 desde el que iba a empezar a descender en rapel.

"Dije: 'Sargento, ¿qué debo hacer?'. Estaba algo asustado. Y el sargento dijo: 'Confía en tu equipo. Ahora endereza las piernas'. Luego dijo: 'Ahora salúdame', y yo saludé [...]".

"Voy a recordar eso el resto de mi vida".

Smith logró bajar.

El saludo no fue un reto o un acto de valentía, dijo más tarde su sargento de instrucción, el sargento Joseph Flanagan. El rapel —bajar por una pared o un acantilado con una cuerda de seguridad— requiere dos manos: una se mantiene detrás de la espalda como freno y la otra se usa para controlar la rapidez con la que se mueve la cuerda mientras el rapelista desciende. Al agitar esa mano se pretende demostrar la seguridad con la que la mano del freno lo mantiene en su sitio.

Smith era nuevo en el Ejército: llevaba unas dos semanas, y la torre llegó en su primer día de la nueva fase "amarilla" del Ejército.

La fase amarilla es el resultado de una reordenación de los programas de formación básica durante la pandemia, un replanteamiento por parte de las fuerzas armadas de cómo un grupo selecto de suboficiales debe incorporar a decenas de miles de personas en su adolescencia y principios de la veintena a la estricta disciplina militar.

Hoy en día, a esos suboficiales se les ha pedido que ayuden a los aprendices a afrontar muchos más retos que el descenso en rapel de una torre.

Una señal: los sombreros de Smokey the Bear que marcan a los instructores del Ejército, el Cuerpo de Infantes de Marina y las Fuerzas Aéreas se quitan con bastante frecuencia estos días. Eso significa que es hora de hablar, no de dar órdenes ni de repartir flexiones de castigo.

La tutoría, con los sombreros de campaña a un lado, es un tema importante para todos los servicios. Los instructores de entrenamiento de reclutas del Ejército no llevan los sombreros de ala ancha, pero también están poniendo un nuevo énfasis en la tutoría de los nuevos marineros. Por eso, este año la Marina ha añadido dos semanas a su campamento de entrenamiento en las afueras de Waukegan, Illinois. El curso básico ahora dura 10 semanas; los primeros graduados están ahora en la escuela A y deberían empezar a llegar a Hampton Roads este verano.

Algunos de los temas que abordan los instructores de entrenamiento de reclutas son cuestiones sociales que le han preocupado a los altos mandos del Pentágono: agresiones y acoso sexual, racismo y extremismo político. A raíz de la insurrección del 6 de enero en el Capitolio, el Secretario de Defensa, Lloyd Austin, ordenó la suspensión de las actividades en todo el mundo para dar a conocer la preocupación por el racismo y el extremismo. En diciembre, el Pentágono emitió nuevas directrices para erradicar el extremismo, después de descubrir que unos 100 miembros del servicio estuvieron involucrados en actividades extremistas durante el año pasado.

En Fort Jackson —uno de los principales centros de formación básica del Ejército—, el programa piloto del teniente coronel Larry Steward de nombrar "influenciadores SASH" (por student against sexual harassment, estudiantes en contra del acoso sexual) en cada unidad se está ampliando para cubrir todos los pelotones de reclutas.

La idea es que los reclutas escuchen e intervengan cuando surjan los primeros signos de acoso: es más fácil escuchar a un compañero que te dice que un comentario está fuera de lugar que escuchar a un sargento instructor o al comandante de la compañía. Y, a veces, una intervención temprana que no implique un castigo puede tener un mejor efecto.

Los cinco dominios del programa de salud y aptitud física del Ejército incluyen un enfoque en los valores, que incluye la forma en la que los soldados deben tratarse entre sí y a otras personas con las que se encuentran en el desempeño de sus funciones.

Pensar en cómo la formación básica pone en marcha ese impulso en todo el Ejército es parte de lo que Center for Initial Military Training (CIMT), con sede en Fort Eustis, está trabajando duro estos días, dijo el general de brigada John D. Kline, comandante general del centro.

"Si lo hacemos bien, no solo tenemos a un graduado de la escuela secundaria que es un soldado orientado a los valores al final de 10 semanas, sino que esperamos tener un efecto a largo plazo", dijo.

Por cierto, la pandemia llevó a Fort Jackson a hacer un importante cambio en la formación básica. A las antiguas fases "Roja", "Blanca" y "Azul", que hacían pasar a los reclutas por ejercicios cada vez más exigentes y por un entrenamiento de tiro y maniobras, se añadió, justo al principio, a una nueva fase "Amarilla".

La idea era mantener a los reclutas en pequeños grupos mientras se distanciaban socialmente hasta que pasara un periodo de cuarentena.

Los cuarteles están diseñados de forma diferente: las camas están espaciadas en cada bahía, con 12 a 15 reclutas durmiendo de pies a cabeza. Sus casilleros están dispuestos para crear una especie de espacio personal.

Una serie de clases relacionadas con los valores fundamentales del Ejército, primeros auxilios, la legislación militar y la prevención del acoso sexual se programan para esta fase, en lugar de repartirse a lo largo de las 10 semanas del curso básico.

En lugar de que los reclutas de varias bahías tomen las clases juntos, como solían hacerlo, cada bahía lleva a cabo su propia sesión: mantener un grupo más pequeño basado en la vivienda construye un sentido de ser un equipo.

"Hacemos que se conozcan entre sí, que reconozcan que son más fuertes juntos", dijo el general de brigada Patrick R. Michaelis, comandante de Fort Jackson.

Entonces se puede hacer hincapié en el ámbito de los valores.

"Queremos crear una resistencia espiritual; no necesariamente religiosa, sino para que comprendan sus propios valores fundamentales [...]; queremos superponer los valores fundamentales del Ejército para que puedan sacar a relucir sus valores fundamentales, para que puedan confiar en ellos en la adversidad", dijo Michaelis.

El soldado Marcus Chavis, quien celebró su graduación a principios de esta primavera, sintió que había experimentado eso.

"Crecí en un vecindario difícil, siempre pendiente de los problemas", dijo. "Aquí estoy cuidando a mis compañeros de batalla".

La fase amarilla tiene otro beneficio: los estudiantes no marchan tanto de una clase a otra y de una sesión de ejercicios a otra. Eso significa que hay un menor impacto en el sistema mientras trabajan para conseguir una mejor condición física: la recompensa es tener menos lesiones.

De hecho, el Ejército adoptó hace unos años esa formación básica en unidades de alojamiento, aunque en lugar de bahías de cuarteles, esas unidades se llaman barcos. Con ese cambio han llegado las sesiones basadas en escenarios del mundo real, el entrenamiento de habilidades para la vida y un enfoque en el programa Warrior Toughness de la Marina, que combina habilidades de psicología del rendimiento con el desarrollo del carácter.

Las dos semanas adicionales del campamento de entrenamiento del Ejército se centran en la tutoría. La idea es establecer un tiempo para que los nuevos marineros hablen con sus instructores acerca de las situaciones a las que ellos y sus familias se enfrentarán una vez que estén en la flota, y para que recorran varios escenarios aplicando las lecciones de la "dureza del guerrero", las habilidades para la vida y el plan de estudios de desarrollo profesional de las ocho semanas anteriores.

"Los comentarios de los instructores han sido increíblemente positivos con respecto al tiempo adicional para la tutoría y la formación", dijo el teniente Michael Miller, oficial de asuntos públicos de Great Lakes. "El tiempo adicional ha permitido más oportunidades para que los RDC (el comandante de la división de reclutas, el término de la Marina para el instructor de ejercicios) y los instructores proporcionen una visión experimentada de lo que podría ser la flota como un nuevo marinero".

Las dos semanas adicionales se centran en la formación basada en escenarios de prevención y respuesta a la agresión y al acoso sexual, así como al extremismo. A los reclutas se les proporcionan situaciones reales de la flota, para que puedan trabajar los temas en grupo; al final se enteran de lo que realmente sucedió, y los instructores hacen hincapié en las habilidades de resolución de problemas y en los valores fundamentales del Ejército.

El Ejército adoptó el tiempo extra de tutoría del Cuerpo de Infantes de Marina hace cuatro años. Durante este tiempo de la "Fase 4″, los instructores de la Marina proporcionan tiempo para hablar libremente y para recorrer escenarios similares y sesiones de discusión.

"Hablamos de todo, de lo que ocurre en el mundo, de cuáles son nuestras responsabilidades como miembros de la Marina", dijo la sargento primera Evelyn Esquinal, instructora superior de entrenamiento de reclutas en Parris Island.

El coronel Bradley Ward, comandante del Regimiento de Entrenamiento de Reclutas de Parris Island, dijo que la Fase 4 es una oportunidad para hacer hincapié en algunas de las clases de "valores fundamentales" que son una característica central de las primeras semanas del campamento de entrenamiento. "Realmente se trata de enseñar", dijo.

Mientras que el Cuerpo de Infantes Marina y el Ejército añadieron tiempo de tutoría al final del entrenamiento básico, la Fuerza Aérea volvió a incorporar un periodo de tutoría al final del entrenamiento en el programa de entrenamiento básico. El mes pasado, el jefe de estado mayor de la Fuerza Aérea, el general Charles "CQ" Brown, y la sargento mayor jefe de la Fuerza Aérea, JoAnne Bass, le pidieron a los mandos que habitualmente reservaran "tiempo para los aviadores", para centrarse en el crecimiento de sus aviadores y estrechar los lazos con ellos.

"No creo que estemos aquí para doblegar a la gente, no voy a tolerar eso", dijo el coronel Jeff Pixley, comandante del centro de entrenamiento de la Fuerza Aérea.

Cada viernes, su trabajo consiste en hablar a los varios cientos de reclutas que llegaron cuatro días antes: han pasado por el corte de pelo, la entrega de uniformes y equipo, las primeras clases con sus instructores, que incluyen aspectos básicos como la forma de mantenerse correctamente en posición de firmes, y las primeras sesiones de ejercicios y marchas al paso.

"Cuando me levanto a hablar con ellos, les digo que no me importa si vienen aquí con creencias muy arraigadas, pero si me dicen que no pueden trabajar con alguien porque es de un género diferente o de una raza diferente o porque es transgénero, y si eso es lo que dicen, les digo que pueden subirse al autobús de vuelta a casa", dijo.

Pixley dijo que gran parte de ese mensaje se transmite por la forma en la que los instructores de las Fuerzas Aéreas hacen su trabajo.

Para el sargento Joseph Van Doren, se trata de cómo levantar la voz. Sigue gritando, pero, si tiene que corregir a un alumno, es uno a uno, y se centra en lo que hay que arreglar y no en ningún comentario personal respecto al alumno.

Si todavía tienes problemas para marchar al paso, te llevaré a un lado y te diré "camina conmigo, camina conmigo", y tal vez algo como "ahueca tu mano", porque sé que eso puede ayudar", dijo.

"Las primeras 72 horas son de conmoción y pavor", dijo el sargento Joshua Champion, de Fort Jackson. Así que puede haber algunos gritos.

Pero después todo se suaviza.

"Si estás estresado, no estás escuchando", dijo.

"Se trata de enseñarles [...]. Quiero que piensen, quiero moldear el pensamiento. No quiero que carguen automáticamente en un ataque frontal contra un nido de ametralladoras, quiero que sean capaces de decir: 'Eso no suena tan inteligente'", dijo Champion.

"Me quito el sombrero y les pregunto qué está pasando, cómo les va [...]. Teníamos hora de hablar por teléfono y vi a un aprendiz sentado solo fuera, así que le pregunté '¿Por qué estás sentado ahí?' y me dijo 'No tengo a nadie a quien llamar, excepto quizás a mi profesor'.

"Empezó a llorar [...]. Así que le dije: 'Sé que es difícil, pero no estás solo'. Eso es parte de lo que hago", dijo Champion.

"Tal vez griten al principio, pero, a medida que avanzamos, no es así", dijo Chavis, hablando unos minutos después de la graduación en Fort Jackson.

"Digamos que estamos aprendiendo acerca de la supresión del fuego [...]; es como si dijera 'podrías haberlo hecho de esta manera, podrías hacer eso'", dijo Chavis.

El general Kline, en Fort Eustis, quiere ver eso en todos los centros de entrenamiento básico del Ejército.

"Si hago algo mal y eso significa que me griten o que haga más flexiones, eso es algo diferente a que me digan 'podrías haber hecho eso mejor'", dijo. "Si soy el soldado raso Kline y arruino algo y me van a gritar, tendré un tipo de reacción; si soy el soldado Kline y oigo que podría haberlo hecho mejor, pensaré que no quiero defraudar a nadie".

Para el sargento mayor Reggie Fox, de vuelta en Fort Jackson después de una etapa como sargento instructor hace 15 años, la formación básica ha cambiado mucho, y para bien.

"Ahora somos profesores; antes éramos disciplinadores. Todavía nos preocupábamos por nuestros chicos, pero no era lo mismo... Cuando era sargento instructor [...] [los reclutas] no hacían preguntas. Creo que es bueno verlos hacer eso ahora", dijo. "Ahora cuando miro atrás, recuerdo cómo podía ver en sus caras que estaban asustados. No me gusta recordarlo".