Qué efecto tuvo prohibir visitas en el contrabando de drogas en cárceles de Florida
Los funcionarios de prisiones llevan mucho tiempo diciendo que los amigos y familiares de los reclusos son los culpables del flujo de drogas y otros artículos prohibidos en las prisiones de la Florida.
Los primeros días de la pandemia del COVID-19 proporcionaron una prueba de esa hipótesis: Con la prohibición de las visitas en las prisiones del estado durante varios meses, ¿disminuiría la cantidad de drogas, armas y otros artículos de contrabando confiscados en las incautaciones?
No exactamente.
Se incautaron más drogas en 2020 que en los dos años anteriores, a pesar de los confinamientos que permitieron que solo los abogados de los reclusos y el personal de la prisión entraran en las instalaciones entre marzo y septiembre de 2020, según un análisis del Miami Herald de los datos de incautación de contrabando.
En general, la cantidad de drogas ilegales (por peso) incautadas por cada 10,000 reclusos fue más de 40% mayor en 2020 que en 2019 o 2018, mientras que la tasa de analgésicos y narcóticos por receta incautadas en 2020 fue casi el doble que en 2019 y alrededor del triple que en 2018.
La tasa de drogas incautadas fue mayor incluso solo en los meses en los que las prisiones estuvieron cerradas y no se permitieron visitas.
Las tasas de alcohol y armas incautadas, sin embargo, sí bajaron en 2020.
Las familias de los reclusos, que en su mayoría hablaron con el Herald de forma anónima por temor a las represalias, dicen que el gran volumen de drogas que entran en las cárceles de la Florida, que atribuyen en gran medida al personal de prisiones y a las pandillas, hace que sea difícil para los presos en recuperación mantenerse limpios, o evitar engancharse a las drogas mientras están entre rejas.
Para combatir la proliferación de drogas, se dice que el estado comenzó a enviar a los reclusos más lejos de sus condados de origen antes de la pandemia, más lejos de los amigos y familiares que, según los funcionarios, tienen parte de la culpa de que el contrabando ingrese en las prisiones. A finales del año pasado, el estado también prohibió la correspondencia directa y empezó a digitalizar todo el correo, aparte del legal y el privilegiado, y las publicaciones, diciendo que los amigos y la familia habían estado enviando sustancias prohibidas.
Es difícil decir qué efecto han tenido estas políticas, pero el análisis del Herald de los datos de incautación durante la pandemia sugiere que podrían no estar haciendo mella en el problema. La falta de datos también significa que no hay una contabilidad real del número de reclusos que sufren sobredosis, los padecimientos médicos que desarrollan como resultado o la cantidad de dólares de los contribuyentes que se gastan en su tratamiento.
La pareja de un recluso que cumple condena en la Holmes Correctional Institution, en el Panhandle, informó que él lleva 20 años en prisión y que le contó que la cantidad de drogas que vio circular en su unidad en 2020 era “más de lo que había visto nunca”.
“Es revelador: Los únicos que entran son miembros del personal y él me dice que es más difícil para él mantenerse sobrio durante este tiempo”, dijo.
El Departamento de Prisiones (FDC) rechazó la sugerencia de que el personal es responsable de introducir drogas y otro contrabando en las prisiones de la Florida.
“El FDC tiene tolerancia cero con el personal que infringe la ley y los procedimientos”, dijo Michelle Glady, portavoz de la agencia, en una declaración al Herald. “La FDC y la OIG [la Oficina del Inspector General de la agencia] tienen un sólido historial de asegurar que los individuos que introducen contrabando sean arrestados”.
El personal que introduce el contrabando representa un porcentaje muy bajo de los empleados de la agencia, dijo Glady, y añadió que fueron los reclusos con condenas largas y presencias establecidas los que “son los principales responsables de orquestar la mayoría del contrabando introducido [en las instalaciones]”.
Las sustancias prohibidas, como las drogas, el alcohol y las armas, se introducen en las instalaciones de múltiples maneras: se introducen de contrabando en el interior de los alimentos o incluso en los cuerpos de los visitantes, o incluso se dejan caer en el recinto por la noche usando drones. La pareja de un recluso actual declaró al Herald que ella también ha oído hablar de ciertos tipos de papel que se rocía o sumerge en drogas y que luego fuman los reclusos.
En 2020 se incautaron aproximadamente 6,900 gramos de droga por cada 10,000 reclusos, casi 2,000 gramos más que el año anterior. Dos años antes, en 2018, la tasa de drogas incautadas por cada 10,000 reclusos fue de 4,700, según el análisis del Herald de los datos de incautación de contrabando. Esto incluye heroína, cocaína, opioides como fentanilo y oxicodona, metanfetamina, suboxona y marihuana sintética.
También se incautaron alrededor de 1,800 píldoras ilegales por receta y estupefacientes, incluidos opioides, en registros en 2020, el doble de la tasa de 2019 y el triple de la de 2018.
La cantidad de drogas incautadas de marzo a septiembre —los seis meses de 2020 en los que se cerraron las prisiones de la Florida— se situó en 3,100 gramos de drogas en polvo y, por separado, 1,000 pastillas de opioides y medicamentos recetados no autorizados por cada 10,000 reclusos. Las cantidades para los mismos meses de 2019 fueron de aproximadamente 2,700 gramos de drogas y 580 píldoras y las tasas de 2018 fueron de 2,900 gramos y 430 píldoras por cada 10,000 reclusos.
Los datos analizados por el Herald son llevados por el Departamento de Instituciones Penitenciarias y se obtuvieron a través de solicitudes de registros públicos. Se cree que la cantidad incautada es una fracción del total de contrabando que circula en el sistema penitenciario. El departamento se negó a dar a conocer las cifras específicas de cada centro por motivos de seguridad, lo que significa que no hay forma de saber en qué centros hay más contrabando.
La agencia, dijo Glady, observó un aumento de los incidentes de contrabando relacionados con las drogas fuera del perímetro de seguridad –incluyendo los relacionados con el correo entrante– mientras que el número dentro de las áreas seguras disminuyó durante la suspensión de las visitas en 2020. El FDC dijo que el desglose de las incautaciones dentro y fuera del perímetro ha comenzado a tender de nuevo a los niveles anteriores a la pandemia después de que se levantaran las restricciones a las visitas.
Pero no hay indicación de la cantidad de droga incautada en estos incidentes. El FDC no proporcionó los datos subyacentes que especifican la cantidad de drogas confiscadas dentro del perímetro de seguridad frente a las que se encuentran fuera y remitió al Herald al departamento de registros públicos.
James V. Cook, abogado especializado en derechos civiles, dijo que cada semana recibe entre 30 y 40 cartas de clientes que mencionan algún tipo de contrabando en el sistema penitenciario.
“Casi sin excepción mencionan que las drogas son introducidas por los oficiales y distribuidas en su mayoría por miembros de pandillas”, dijo.
La moneda de cambio: cigarrillos, dinero de las cuentas de los reclusos o incluso favores sexuales.
De los aproximadamente 60,500 gramos —alrededor de 135 libras— de drogas incautadas en 2020, alrededor de una cuarta parte era metanfetamina y aproximadamente el 30% era hierba, según el Herald. Pero con un 36%, el líder por mucho era la letal marihuana sintética, comúnmente llamada “K2” o “spice”.
No existe una composición química única para la K2 y en la práctica se fabrica con cualquier sustancia disponible. A veces se mezcla con veneno para ratas o insecticida. Los presos que consumen K2 suelen sufrir alucinaciones y ataques al corazón. Caminan como zombis. A veces se”desmayan” y sufren convulsiones, con espasmos musculares y espuma en la boca. A veces mueren.
Uno de los principales factores que contribuyen a la afluencia de drogas, según Cook, es la escasez de personal: “El problema es tan grave que los reclusos me dicen, y yo lo extrapolo de la información general que recibo, que muchos agentes... están dejando que las pandillas dirijan los dormitorios”.
Otro problema, según Ron McAndrew, ex director de prisiones de la Florida que ha actuado como perito en cientos de casos, es el bajo salario combinado con el aumento de los alquileres y el costo de la vida en el estado.
Muchos de los guardias de prisiones son jóvenes y ayudar a o ignorar el contrabando puede ayudarlos a ganar dinero rápido. Los pandilleros, tanto dentro como fuera de las prisiones, también están siempre al acecho del personas que son vulnerables a la tentación o al chantaje.
Los seres queridos de los reclusos y los activistas de la reforma penitenciaria reconocen que los familiares y los visitantes a veces intentan introducir drogas, pero afirman que esas cantidades no representan ni de lejos la mayor parte de las drogas que entran en el sistema.
Una quinta parte de las 122 detenciones que la Oficina del Inspector General de la FDC realizó en relación con el contrabando en las prisiones estatales desde 2019 hasta hoy –el período del que se dispone de datos– fueron visitantes, según un análisis de los informes de arrestos realizado por el Herald. El resto era personal de la propia prisión. (Esto no incluye el número de visitantes con contrabando descubiertos por el personal de la agencia pero arrestados y encarcelados por agencias policiales externas).
Menos del 2% de los 2.1 millones de artículos de contrabando que fueron interceptados entrando en el sistema penitenciario desde enero de 2019 hasta abril de 2021 llegaron a través del correo.
Sin embargo, el peso de las medidas adoptadas por el FDC para frenar el contrabando —como las recientes restricciones al correo— recae sobre los reclusos y sus familias, alegan los activistas de la reforma. Los castigos van desde citaciones disciplinarias, confinamiento más estricto o hasta cinco años más de prisión para los reclusos condenados por poseer sustancias prohibidas.
“¿Dónde está la ayuda? En la calle la gente comete errores y el tratamiento es fuerte, pero allí simplemente te meten en una jaula”, dijo Christine, la pareja de un recluso de Avon Park, Mike.
Mike está luchando contra la adicción, un problema con el que, según Christine, llevan “años batallando”.
Dijo que Mike entró cuando era adolescente “sin antecedentes de drogas, aparte de alguna marihuana aquí y allá, y solo en la cárcel pasó a drogas más fuertes”.
Se apuntó a un programa de tratamiento de drogas en junio, con sesiones dos veces por semana. Pero Christine dice que las sesiones se siguen cancelando y la proliferación de drogas en las unidades de alojamiento tampoco ayuda.
“Vuelve a una residencia donde está rodeado de todo eso y si da positivo se le pone en confinamiento”, dijo, refiriéndose a una forma más restrictiva de encarcelamiento.
“Ahora va a volver a casa como alguien con un problema de drogas, pero no entró con un problema de drogas”.
Sheridan Wall y Court Cox, de la Oficina de McClatchy en Washington, contribuyeron a este reportaje.