Educación y política: “En las aulas donde el 80% no entiende matemática, está sentado el futuro presidente de la Argentina”

En el congreso, participaron 2000 asistentes y 30 especialistas en educación
En el congreso, participaron 2000 asistentes y 30 especialistas en educación - Créditos: @Gentileza

Este jueves y viernes, el debate educativo se mudó a la zona núcleo de la Argentina. Por un lado, el ministro precandidato Sergio Massa estuvo en la Universidad Nacional de Córdoba: esa movida no dejó una huella educativa profunda. El debate sobre la educación quedó perdido en medio de costumbrismos propios de la campaña política. De un lado, la pérdida del hábito del candidato oficialista a responder preguntas esperables, esta vez en torno al dólar y la inflación, fue la nota más destacada del encuentro: Massa se sintió “picanteado” por un periodista. Del otro, la militancia estudiantil de La Cámpora cordobesa lo rodeó a la salida de la universidad no para meterse de lleno en el tema educativo, sino con exigencias electoralistas.

Mientras tanto, en las afueras de la ciudad de Córdoba, en medio de un campus universitario de 30 hectáreas diseñado por el arquitecto César Pelli, un auditorio que lleva el nombre de uno de los nombres clave de los agronegocios argentinos, el cordobés Adrián Pascual Urquía, el fundador de la poderosa Aceitera General Deheza (AGD) fallecido ya hace 17 años, fue la sede de apertura del encuentro educativo organizado por la Universidad Siglo 21. Se trata del Sexto Congreso Internacional Innova Educa 21, organizado por “La Siglo”, como la llaman alumnos y docentes. El tema de este año fue la “educación real”, el eufemismo elegido para sintetizar los problemas estructurales que enfrenta la educación en la Argentina y el contexto adverso que ofrece el presente.

Los datos del contexto son conocidos: “Más del 54 por ciento de la población escolar es pobre y el 17 por ciento es indigente”, señalan desde la organización del encuentro Innova. “En este marco, es necesario poner nuevamente en el centro de discusión el modelo educativo”, afirman.

Laura Rosso, rectora de la  Universidad Siglo 21
Laura Rosso, rectora de la Universidad Siglo 21 - Créditos: @Gentileza

El fin de la era de la ingenuidad tecnológica

El encuentro, que reunió a unos 2000 asistentes y a 30 especialistas, dejó cosas interesantes sobre la mesa. Primero, que el optimismo tecnológico acrítico que guió a los sistemas educativos en los últimos 25 años encontró su límite necesario: la solución tecnológica para la crisis de aprendizajes no es tan obvia como comprar computadoras y repartirlas, o sumar un video a una clase o trasladar la vida educativa a campus virtuales. La experiencia recogida antes y durante la pandemia deja errores y aprendizajes. Y la irrupción del ChatGPT suma mayores desafíos.

“En educación, creemos, erróneamente, que es un gran cambio si hacemos lo mismo de siempre pero a través de una pantalla”, cuestionó el mexicano Fernando Valenzuela Migoya, consultor educativo y creador de fondos de inversión en el sector de EdTech.

“Los docentes no saben más que la inteligencia artificial: hay que asimilar eso. Ahora el desafío es ser cada vez más humanos”, planteó en relación al rol docente. “No veo a docentes discutiendo a quién seguir en TikToK y veo a estudiantes que nunca ponen un TikTok de cómo aprendieron hoy, algo que les haya volado la cabeza, porque no les estamos enseñando para esta era”, sostuvo Valenzuela Migoya. Según su mirada, el “quién” está haciendo cosas inspiradoras debería estar en la agenda docente.

Valenzuela Migoya dejó dos recomendaciones de a quién seguir. El primero, el canadiense Adam Kahane, uno de los más requeridos facilitadores en procesos de paz y autor de Colaborar con el enemigo. Cómo trabajar con quien no estás de acuerdo, no te agrada o no confiás. La segunda, Molly Wright y su charla Ted, “Cómo todos los niños pueden crecer bien antes de los 5 años”, que con 7 años, se convirtió en una de las personas más jóvenes en dar una charla Ted.

La doctora en Educación Mariana Maggio, titular de Educación y Tecnologías de la UBA, apuntó a la necesidad de recuperar la noción de aprendizaje como una experiencia que deja huella, también a la hora de incorporar tecnologías tan disruptivas como el ChatGPT. Maggio rescató el concepto de “tatuajes cognitivos”, de la especialista en educación Carina Lion, la marca de los aprendizajes realmente significativos. Sin esos tatuajes, el aprendizaje no deja marcas profundas.

Votar educación

El lugar desdibujado de la educación en la agenda política fue otro de los temas planteados. El director de investigación de la Universidad Siglo 21, Leonardo Medrano, comparó el caso argentino con tres casos internacionales que construyeron una agenda de desarrollo con la educación con un rol central: Finlandia, su foco en educación y los tres pilares de equidad, bienestar y confianza docente; Singapur, el eje en la excelencia educativa, el 20% del gasto destinado a educación y la educación como una cara de las fases de desarrollo económico y el tercer caso, la articulación entre el Estado y el sector productivo privado que se da en Colombia o Brasil.

El presidente del Proyecto Educar 2050, Manuel Álvarez Tronge, apuntó al mismo problema, la falta de centralidad política de la preocupación educativa. “La educación no va a cambiar si no hay un ejemplo de abajo hacia arriba”, planteó para subrayar la necesidad de votar en las elecciones presidenciales pensando en las deudas educativas. Para Álvarez Tronge, la mejora educativa de otros países como Chile comparada con la crisis argentina se debe, en parte, a la falta de compromiso con el problema educativo. “La educación tiene que ser una bandera como lo fue la democracia en 1983″, insiste.

Las familias y la mejora educativa

No abundaron los aplausos espontáneos generalizados en las dos jornadas Innova. En dos ocasiones el público interrumpió con aplausos a un expositor. La referente nacional de Padres Organizados, la entrerriana Paula Insani, licenciada en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario, fue uno de esos casos.

Los Padres Organizados que surgieron en la pandemia para reclamar por el regreso a clases presenciales siguen consolidándose como una voz clara y relevante en el debate educativo. El dato no es menor: el autoexilio de la clase media en la escuela privada en las últimas décadas, dejó al problema educativo sin un vocero que históricamente peleó por esa agenda. La pandemia igualadora de pobres y ricos, todos condenados a una virtualidad escolar angustiante, fue el incentivo que encontraron padres de capas medias, profesionales con el capital cultural necesario para cuestionar decisiones y datos, para volver al centro de la demanda por mejor educación. En Innova, sus argumentos fueron de los más escuchados.

“El maestro no puede ser el techo del estudiante. Se necesitan docentes bien formados y no solo en lo académico, sino también con flexibilidad para comprender un entorno complejo y en constante cambio”, señaló. “El pensamiento matemático es necesario para analizar, detectar los elementos relevantes, los términos de las incógnitas, y avanzar con el método de la ciencia hasta alcanzar una decisión”, planteó. “Aprender a leer es central porque la lectura nos permite leer el mundo. La lectoescritura permite construir comunidad y es la forma más pacífica de comunicarnos. Sin palabras, hay más violencia”, reflexiona. “Con Padre Organizados, cambiaron las reglas de la democracia: el poder está en el ciudadano que tiene derecho a saber cómo se toman las decisiones. Los funcionarios tienen la obligación de dar esa información”, dijo, y ahí fue que arreciaron los aplausos.

Desde Padres Organizados, plantean seis medidas para la mejora educativa. La declaración de la educación como esencial encabeza la lista. “Hoy la escuela es un campo de batalla de los adultos”, alertó Insani. También, la necesidad de mejores docentes en el aula y la “reducción inmediata del efecto cuna”, es decir, del impacto de las condiciones de origen del hogar o la familia sobre el destino educativo de los alumnos. En ese sentido, piden la universalización de la sala de 3 y 4 años. La mejora de la gestión y estadística de calidad también es una pieza central, según su mirada, que todavía es débil en el sistema educativo argentino. “En las aulas donde el 80 por ciento no entiende matemática, está sentado el futuro presidente de la Argentina”, concluyó Insani.

Federalismo y virtualidad

Los dilemas que presenta el vínculo entre educación y tecnología de vanguardia, que atraviesa la mayoría de los 40 paneles del congreso, se materializa muy claramente en el proyecto educativo de la Universidad Siglo 21. De los 85.000 estudiantes matriculados, el 70 por ciento cursa en algunas de las dos modalidades de mayor virtualidad y el otro 30 por ciento, en las modalidades presenciales o semipresenciales.

Por un lado, es una universidad que ofrece educación presencial en un despliegue edilicio imponente. De los dos auditorios inaugurados en 2004, el Urquía y el Arcor, a un presente de 8 edificios de diseño original, uno de ellos, dedicado a las carreras de Salud, de 1540 metros cuadrados. Un despliegue de activos hundidos que habla de la riqueza de la zona núcleo. Por otro lado, cuenta con cuatro modalidades de oferta educativa, que entrecruzan algunas de las personalizaciones posibles que aporta la tecnología a la educación.

Lo explica la rectora Laura Rosso, licenciada en Administración por la Universidad Siglo 21, la primera cohorte graduada en 1999, cuando todavía la oferta era totalmente presencial. Rosso tiene, además, una maestría en Educación por el Instituto Tecnológico de Monterrey. La universidad nació en 1995, hace 28 años, por inspiración de su fundador y presidente, Juan Carlos Rabbat, y ya en 2002, lanzó su oferta ciento por ciento virtual. El crecimiento fue exponencial y empezaron a inscribirse miles de estudiantes. Los seis años hasta 2008 fueron años de errores y aprendizajes: la modalidad virtual absoluta conducía a tasas de deserción del 80 por ciento de los inscriptos al final del primer año. Ese 2008, La Siglo replanteó el mix de presencialidad y virtualidad. “Fueron años de mucho aprendizaje”, reconoce Rosso.

Desde entonces, la tecnología está al servicio de una oferta educativa tiene en cuenta las edades diversas de sus estudiantes, entre 18 años hasta adultos mayores y un estudiantado que en su gran mayoría vive fuera de Córdoba, desde La Quiaca a Tierra del Fuego. En un extremo, la modalidad presencial, aunque sin clases magistrales y con clases más interactivas en aulas talleres, con un 30% de virtualidad como máximo, y la “presencial home”, con 50% de virtualidad. En el otro extremo, además de la modalidad totalmente virtual, está la modalidad más estratégica de La Siglo, “la modalidad distribuida”, organizada en torno a una red de 300 “centros de atención universitaria” que cubren todas las provincias. “Los estudiantes asisten a su centro una vez a la semana a una clase grabada. Hay un tutor dinamizador de los grupos”, explica Rosso, que desarrolla el espíritu de su visión: “Nos proponemos democratizar la educación superior, llevar la universidad al territorio, a cada lugar donde hubiera una persona con ganas de estudiar”.

“Lo que vivieron muchas instituciones en la pandemia, lo vivimos nosotros en aquellos años iniciales de nuestro proyecto. Cometimos el error de querer llevar lo presencial a la computadora y transmitir clases magistrales por computadora. Ahí se dio la deserción”, sintetiza Rosso.

Ahora, la universidad apunta su estrategia a la consolidación del “prestigio” y la “excelencia”, asegura la rectora. Un desafío más duro de roer para la educación superior basada en modelos que abrazan la flexibilidad de la tecnología y ofrecen carreras más alineadas con las necesidades más coyunturales de los mercados de trabajo.