Edomex, el lugar al que 'le espera un infierno' con Delfina Gómez... como si no lo fuera ya

Edomex y el fin de una era. Delfina Gómez celebrando su victoria en las elecciones para gobernadora en el Estado de México. (CLAUDIO CRUZ / AFP)
Edomex y el fin de una era. Delfina Gómez celebrando su victoria en las elecciones para gobernadora en el Estado de México. (CLAUDIO CRUZ / AFP)

El Edomex eligió a su nueva gobernadora: Delfina Gómez, de Morena. Los 94 años de supremacía priista se han ido al cesto en una jornada que le entregó a Gómez una ventaja de más de ocho puntos (52.65% a su favor contra 44.3) sobre Alejandra del Moral, candidata de la coalición PRI-PAN-PRD. El resultado ha sacudido al país, pues el PRI ha perdido su gran bastión de toda la vida y queda en una posición frágil rumbo a las presidenciales del próximo año. Las discusiones han sido intensas, desde luego. No es para menos. Esto no se hubiera imaginado hace unos pocos años.

El Estado de México padeció todas las mutaciones del PRI. Desde el partido-estado que tenía poder absoluto hasta la carcaza del nuevo PRI, que terminó siendo igual al de siempre pero con fachada jovial y amable (Peña Nieto, Eruviel Ávila y Alfredo del Mazo). A muchos, según se dejó ver en redes sociales, les parecía que la entidad era poco menos que un paraíso. Así lo evidencian sus augurios sobre lo que viene: dicen que el Estado de México se convertirá en un infierno, como si no lo fuera ya.

Sorprende porque, por lo visto, todas estas personas nunca han visitado el Edomex ni por accidente. Y sorprende todavía más que haya personas que, supuestamente, viven en el Estado de México y dicen que ahora se irán porque no quieren ver cómo todo se va a la basura. ¿Pues en dónde vivían? Es difícil entender que esos quejistas habitaran el mismo espacio que los votantes hartos del PRI.

El año pasado, hubo 2 mil 604 homicidios dolosos en el Estado, cifra que lo ubicó como el tercero peor en ese rubro a nivel nacional (sólo superado por Guanajuato y Baja California). Quizá el delito más traumático, por lo recurrente que se ha vuelto y el pánico mediático que conlleva al ser pan de cada día en los noticieros, es el robo a transporte público: no hubo un Estado con mayor incidencia, más de siete mil casos denunciados durante todo 2022. De enero a diciembre del año pasado, hubo 140 feminicidios, la cifra más alta en cualquier entidad del país. Hasta 2020, 48.9% de los habitantes del Edomex vivían en la pobreza.

Pero esa realidad parece no existir en el mundo de quienes ayer lanzaron todo tipo de insultos para, como siempre, situarse por encima de "la borregada". Dicen que es una vergüenza, que viene lo peor, que se van a ir a vivir a otro lado; que no se puede esperar nada diferente de gente "floja e ignorante". Cuando el juego democrático no les favorece, no queda de otra que descalificar, denigrar, sobajar —y después hablan de crispación y polarización—. En ese terreno se sienten cómodos. Se parecen mucho a los partidos que los representan: sin ideas, argumentos y con la única esperanza de que sus descalificaciones algún día tengan efecto.

Hace cinco años, cuando López Obrador ganó la presidencia, la lógica indicó un hartazgo y, con ello, la opción de darle oportunidad a la única ala partidista que jamás había gobernado. Hoy se puede decir que el mandato ha sido decepcionante y que, en tantas cosas, ha terminado por parecerse a sus antecesores. Y nadie puede garantizar que eso no vaya a pasar en el Estado de México. Delfina Gómez dista mucho de ser una candidata ideal y los cuestionamientos están ahí, sobre todo las retenciones que hizo a los empleados del Municipio de Texcoco para financiar su anterior campaña para la gubernatura (2017).

No puede haber confianza plena en nadie. Esa es quizá la gran lección de los últimos años de la política mexicana. Sin embargo, lo que había, lo que existió durante casi un siglo, era insostenible: pobreza, inseguridad, frivolidad e incompetencia de los gobernantes priistas. ¿Cómo culpar a la gente por castigar al PRI? Es imposible. Y todavía más bajo es criticarlos de manera tan cruel, con pronósticos que más que eso son deseos: ojalá todo salga mal, para que vivan en un infierno, uno peor al que ya viven o diferente, para que recuerden que más vale viejo conocido.

Pero, cuidado, que hay una línea compartida entre el hartazgo por el tricolor y la decepción con Morena: 48.85% de abstención. La gente del Estado de México no cree en los políticos. Ya castigó al PRI y castigará al que sea. Quizá en el partido en el gobierno todavía no sientan ese miedo todavía, pero desperdiciar oportunidades podría ser un error histórico del que nunca puedan recuperarse.

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