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Edificios calcinados y pocos civiles en la ciudad ucraniana de Lisichansk tras la captura por Rusia

LISICHANSK, Ucrania, 5 jul (Reuters) - Vehículos de policía ucranianos volcados, acribillados a balazos, enormes edificios del gobierno local calcinados y agujereados por los proyectiles y la cúpula dorada de una iglesia ortodoxa dañada.

Un reportero de Reuters en la ciudad de Lisichansk, capturada el domingo por Rusia y sus aliados separatistas, encontró pocos residentes —en un lugar que antes albergaba a casi 100.000 personas— y una destrucción generalizada, testimonio de la ferocidad de la batalla para tomarla.

Unos pocos civiles, todos ellos mujeres, inspeccionaban los daños, vehículos blindados tripulados por las fuerzas respaldadas por Rusia recorrían las calles y la bandera roja de la victoria soviética —símbolo de la Segunda Guerra Mundial adoptado por las fuerzas rusas— colgaba sobre la entrada de un edificio del gobierno local destruido, con las oficinas del interior expuestas a la intemperie.

La caída de Lisichansk en manos de Rusia y sus representantes fue saludada como un momento importante por Moscú, que ahora tiene el control total de la región de Luhansk, uno de los objetivos de lo que el presidente Vladimir Putin llama su "operación militar especial" para eliminar lo que ha considerado una amenaza peligrosa.

Para Ucrania, la toma de la ciudad ha sido una dolorosa derrota en la guerra, un conflicto que Kiev considera una agresión injustificada para arrebatarle franjas de su territorio y dejarla más pequeña y débil.

Kiev afirma que la ciudad tiene escaso valor estratégico y que pudo contener durante semanas a las fuerzas rusas que intentaban tomarla, así como una ciudad cercana, mientras recuperaba parte del territorio en el sur del país.

En Lisichansk, el lunes, un reportero de Reuters que visitó la ciudad con la ayuda de la autoproclamada República Popular de Luhansk, respaldada por Rusia, encontró una ciudad que, salvo el sonido de los pájaros, estaba inquietantemente silenciosa en algunos lugares después que la mayoría de sus residentes huyeran.

Olga, una jubilada de 67 años que se había quedado en la ciudad, acogió con satisfacción la nueva calma.

"La situación es buena ahora. Lo único que tememos es que vuelvan los combates", dijo, y afirmó que lo primero que quería hacer era visitar a sus hijos en Rusia.

Por lo demás, dijo que su objetivo era "seguir viva".

En otras partes de la ciudad, un edificio del gobierno local de ladrillo gris calcinado, con el emblema ucraniano, permanecía vacío, sin ventanas en los pisos superiores.

Las calles estaban llenas de automóviles quemados y los restos de al menos dos patrullas de la policía, una de ellas boca abajo con el parabrisas acribillado a balazos.

Un largo centro comercial de poca altura tenía muchas de sus ventanas de cristal destrozadas y la cúpula dorada de una iglesia ortodoxa estaba agujereada con el tejado debajo despojado de su estructura metálica.

Quedaban algunos signos de la identidad ucraniana de la ciudad: una pequeña pila de pasaportes ucranianos desordenados dentro de la oficina del fiscal local sin techo y una bandera ucraniana abandonada en una carretera no lejos de una furgoneta abollada.

(Información de Reuters; escrito por Andrew Osborn; editado en español por Benjamín Mejías Valencia)