Durante la Ley Seca en EEUU una farmacia era un lugar seguro donde comprar whisky de forma legal

Indica una antiquísima expresión en latín ‘Inventa lege, inventa fraude’ y que en español viene a traducirse como ‘Hecha la ley, hecha la trampa’, utilizada para indicar que cualquier precepto, norma o ley, puede ser hábilmente esquivado gracias a alguna estudiada estrategia o engaño.

Y esto es lo que sucedió en los Estados Unidos, entre 1920 y 1933, periodo en el que se aplicó la ‘Ley Volstead’, comúnmente conocida como ‘Ley Seca’, por la cual se prohibía la venta, importación y fabricación de bebidas alcohólicas en todo el país.

Receta médica de 1925 donde un médico, en plena Ley Seca, recetó la ingesta de whisky terapéutico a un paciente (imagen vía Wikimedia commons)
Receta médica de 1925 donde un médico, en plena Ley Seca, recetó la ingesta de whisky terapéutico a un paciente (imagen vía Wikimedia commons)

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Dicha ley llevó a que surgiera un negocio clandestino en el que se pusieron en marcha cientos de destilerías a lo largo y ancho del territorio norteamericano e incluso fuese importado desde otros lugares del planeta de forma ilegal, naciendo así algunas de las bandas criminales más famosas y peligrosas de la Historia.

Pero hubo un par de colectivos que supieron saltarse la Ley Seca de una forma oficial y legal: los médicos y los farmacéuticos.

Durante muchísimo tiempo, desde el estamento médico, se había defendido que la ingesta de alcohol no era perjudicial para la salud, todo lo contrario y muchos eran los especialistas que lo habían estado recomendado como algo terapéutico.

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Se tenía el convencimiento que el beber una copa de vino al día alargaba la vida, que el whisky era vasodilatador y, por tanto, iba bien tomar un poco a aquellos que parecían del corazón. También se recomendaba la ingesta de cerveza ya que era considerada como antioxidante e incluso el beber una copa de un licor tras la comida servía como un eficaz digestivo…

Aunque ya está más que demostrado desde hace bastante tiempo, a través de numerosísimos estudios, lo equivocados que estaban y lo perjudicial que es el alcohol para la salud (por poco que se tome), hasta hace un siglo hacia atrás se tenía otra opinión.

Pero todo cambió en 1917 cuando, desde la ‘American Medical Association’ (AMA), empezaron a advertir a los médicos estadounidenses de los peligros del alcohol. La campaña llevada a cabo por esta asociación ayudó a convencer a miembros del Congreso y del Gobierno norteamericano para apoyar los grupos por la templanza e impulsar leyes que restringieran o prohibiesen la destilación, venta e ingesta, consiguiendo que finalmente se pusiera en marcha la mencionada Ley Volstead cuatro años después.

Pero no todos los médicos estaban de acuerdo con aquellos consejos y estaban convencidos que tomar alcohol (con moderación) podía llegar a ser terapéutico y beneficioso para la salud de sus pacientes.

Por tal motivo, una vez puesto en marcha la Ley Seca, se las ingeniaron para conseguir que el gobierno facultase al Departamento del Tesoro de los EEUU a autorizar que los médicos pudiesen prescribir tomar alcohol a aquellos pacientes que, bajo su criterio, lo necesitaban por motivos terapéuticos. Se les facilitó unos recetarios oficiales en los cuales los galenos debían indicar al enfermo cuáles eran las dosis diaria (en copas o centímetros cúbicos) y durante cuánto tiempo debían estar ‘medicándose’.

Dichos enfermos debían ir posteriormente, provistos de la mencionada receta y un documento de identificación, a una farmacia donde se les vendería, sin ningún tipo de problema, la dosis de bebida alcohólica recetada por el médico (que solía ser lo que ellos llamaban ‘whisky terapéutico’).

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Si a través del mercado negro y las mafias se creó un negocio millonario por la venta de alcohol ilegal, los médicos y farmacéuticos tampoco se quedaron atrás, ganando unos pingües beneficios gracias a recetar y vender bebidas alcohólicas a personas que sin necesitarlo por motivos médicos pagaban buenas sumas para conseguirlo de una forma ‘legal’ (por llamarlo de algún modo).

Según consta en los censos de negocios abiertos en Estados Unidos, durante los años que duró la Ley Seca, se montaron centenares de farmacias con el único propósito de vender y disponer de bebidas alcohólicas oficialmente.

A destacar el caso de George Remus, un emprendedor hombre de negocios, que poco después de aplicarse la Ley Volstead en 1920 compró varias destilerías de whisky en quiebra por culpa de la prohibición, las cuales tenían miles de litros de licor destilado pero no podía ser vendido y acto seguido empezó a montar farmacias en un gran número de poblaciones, a las que él mismo suministro el whisky medicinal, ganando más de 40 millones de dólares (de la época).

Eso sí, cuando las autoridades se dieron cuenta de la trampa realizada por algunos facultativos para saltarse la Ley Seca y prescribir alcohol terapéutico a sus pacientes, se puso en marcha en noviembre de 1921 la ‘Ley Willis-Campbell’, complementaria a la Ley Volstead, por la cual se investigarían las recetas emitidas con el fin de descubrir supuestos fraudes. Aunque dicha investigación se llevó a cabo, muy pocos fueron los casos denunciados o castigados judicialmente.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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