Cómo las drogas nos llevaron de una república a un narcoestado, parte 2


DE TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS

Cuando Lázaro Cárdenas Legalizó las drogas en México, en 1940, nadie creyó que, con eso, el problema del narcotráfico se solucionaría. Pero en menos de tres meses el negocio de las drogas se había abatido en la capital de la república como resultado de una estrategia cuidadosamente planeada por el Dr. Leopoldo Salazar Viniegra. Este era un académico de la UNAM con un postgrado en Francia y experto en toxicomanías. Así, los resultados superaron a las expectativas más optimistas.

El Dr. Salazar expuso los resultados de su investigación en 1939, en un Congreso de La Liga de las Naciones. Estados Unidos acudió a ese congreso representado por Harry J. Anslinger, quien era el Comisionado de la Agencia Federal de Narcóticos (Federal Bureau of Narcotics). La agencia se dedicaba a dar un cumplimiento estricto a la ley prohibicionista que consideraba a los adictos como criminales, y como tales los trataba.

De modo que cuando Salazar expuso que los adictos no eran criminales, sino pacientes enfermos y que como pacientes había que tratarlos, Anslinger vio que los presupuestos para su división estaban en riesgo y reaccionó vehementemente.

Comenzó una campaña contra las drogas. En ella dibujaba un panorama dramático en el que una turba de negros drogadictos violaba a las estadounidenses blancas, robaba los comercios y mataba a los ciudadanos bajo el influjo de alguna droga.

Don Harry, además, era un racista de pura cepa. La historia era un embuste sin fundamentos, pero tenía los ingredientes para despertar el miedo en el público estadounidense que terminó creyéndola a pie juntillas.

En su último año de gobierno, Cárdenas publicó el Reglamento Federal de Toxicomanías, y Anslinger estaba listo para tirarlo. Protestó ante el gobierno estadounidense. Como medida coercitiva los gringos suspendieron la venta de narcóticos a México.

SE REINSTALA LA PROHIBICIÓN

Nosotros obteníamos las drogas de los estadounidenses, y el proyecto se vino abajo. Cárdenas reinstaló la prohibición. Pero la entrada de los gringos a la Segunda Guerra Mundial en 1941 cambió la ecuación para Anslinger.

Los hospitales de campaña requerían de morfina para aliviar el dolor de los heridos, y esta droga se obtiene refinando la goma de opio. Los japoneses habían cortado las rutas del opio hacia Norteamérica. Y estaba bien claro que los alemanes no les venderían a los de Washington ni un gramo de morfina.

Sin embargo, en una zona entre Sinaloa y Sonora se cultivaban amapolas de excelente calidad para extraer goma de opio. De modo que, mediante un acuerdo secreto con el gobierno, los mexicanos comenzaron a surtirle goma al ejército de Estados Unidos y Anslinger tuvo que morderse un codo.

Los agricultores de amapola de la zona fueron vistos con tolerancia por el gobierno mexicano y el negocio floreció. Esto devino en un auge económico. La zona de Badiraguato comenzó a recibir ingresos extraordinarios y los cultivos de la zona cambiaron, concentrándose en amapolas. Familias como los Guzmán Loera y Caro Quintero hacían sus pinitos en el cultivo y venta de goma de opio.

La morfina es una droga adictiva, y uno de los efectos colaterales del tratamiento a los heridos era que estos desarrollaban adicción por ella. De manera que los soldados regresaban a su país con el vicio de las drogas y esto era criminalizado en Estados Unidos. Así, al pisar suelo americano, los héroes de guerra de inmediato se convertían en criminales.

Cerrar la venta ilegal para los excombatientes era como decirles: “Agárrate de la brocha que voy a quitar la escalera”, pues los dejaban sin el soporte para una adicción adquirida en los hospitales del ejército.

CRIMINALES POR SER ADICTOS

Cambiar la ley era imposible, pues los adictos se percibían como criminales por el pueblo. Así, la tolerancia al tráfico del lado estadounidense también se impuso, pero esta doble moral tenía un precio, y los agentes del FBN comenzaron a corromperse.

La prensa y el trabajo de los agentes antinarcóticos estadounidenses se concentraron en desmantelar las redes colombianas y dejaron a los mexicanos surtir al mercado.

Las guerras de Corea y de Vietnam añadieron otra peculiaridad al esquema. La morfina, además de calmar el dolor, tiene efecto sobre el miedo, pues genera una sensación de euforia que vuelve arrojados en el combate a los soldados.

Muchos la usaban para lidiar con el estrés de guerra. Que los soldados se enviciaran en el hospital, cuando se les administraban las drogas como calmante, era un mal necesario. Pero enviciarlos para aguantar en la batalla era criminal y vergonzoso. Sin embargo, el fin justificaba los medios; hubo cada vez más adictos y la producción se incrementó.

La tolerancia acabó en 1971, cuando el presidente Nixon inicia la Operación Intercepción contra las drogas. Nixon acordó con Echeverría un alto al narcotráfico sin tomar en cuenta que entre ambos países habían creado y nutrido a un mercado enorme y que mientras hubiera demanda se generaría oferta de un modo o de otro. La prohibición no redujo el consumo, solo lo encareció.

El contrabando en México ha sido una industria productiva desde tiempos de la Colonia. Desde aquel entonces se establecieron redes para surtir y distribuir mercancías de contrabando. Lo mismo pasaron bebidas alcohólicas, que armas o cigarrillos de México a Estados Unidos y viceversa. Los contrabandistas no solo no eran mal vistos por la sociedad, sino que hasta eran apreciados en función de que vendían productos con más calidad y comodidad de operación.

LA FAMILIA SALINAS

Una de las principales regiones de contrabando es la frontera entre Texas y México. De nuestro lado, Texas colinda con los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.

Una de las grandes operaciones de contrabando estaba en Nuevo León, y la familia Salinas es originaria de ese estado. El patriarca, Raúl Salinas Lozano, desde joven conocía a uno de los jefes: Juan González, alias el Chapiado. Y este le presentó a Juan N. Guerra, quien manejaba otra de las grandes operaciones.

Salinas Lozano es un influyente político que ayudó a sus amigos desde arriba y la operación creció. Las cosas mejoraron aún más cuando Salinas Lozano fue nombrado secretario de Industria y Comercio, pues se falsificaban permisos de importación al país idénticos a los buenos.

Además, desde la Secretaría, Raúl Salinas armó las redes políticas de protección al contrabando y la fortuna de todos se fue a las nubes.

El señor secretario dejó en manos de su hijo mayor, Raúl Salinas de Gortari, el manejo del negocio. En su momento, Raúl chico se percata de que el mercado de contrabando ha cambiado. El negocio ya no es introducir mercancías de consumo en México, ahora la necesidad de drogas del país vecino ha creado un negocio más rentable y la red de los Salinas se adapta a ello.

Un detalle importante es que los Salinas no contrabandeaban directamente la droga. Los contrabandistas lo hacían y los Salinas les brindaban una red de protección para hacerlo. El negocio estaba dividido en compartimentos y cada quien hacía su parte.

Cuando Nixon y Echeverría pactaron el cese de las actividades del narcotráfico, las redes en México eran de tal dimensión que pagaban excelentes dividendos a la clase política.

MIENTRAS HAYA DEMANDA HABRÁ OFERTA

Nixon pensaba que eliminando la oferta se acabaría el problema. Pero Echeverría sabía que si los gringos no reducían la demanda sería imposible eliminar la oferta. Claro que llevarle la contra al presidente estadounidense era arar en el mar.

De los dos lados se contrató personal y se gastó un presupuesto enorme. Pero los adictos, tanto los que llegaban de Vietnam como los que producía el mercado interno de Estados Unidos, siguieron en aumento y la droga que llegaba también aumentó.

El Cártel del Golfo es uno de los protegidos de la organización y también crece, les trae a los Salinas el negocio de internar la droga para los cárteles colombianos. Entre los cárteles del Golfo y del Pacífico se estaba creando un monstruo.

Carlos Salinas de Gortari, uno de los hermanos menores, surge como el candidato del PRI a la Presidencia de la República. La elección tuvo serias dudas, pues cuando el candidato opositor, Cuauhtémoc Cárdenas, iba arriba en los conteos, el sistema se cayó, y para cuando regresó, Salinas iba punteando.

En el presunto fraude tuvo mucho que ver la organización de Miguel Ángel Félix Gallardo y en general los diferentes cárteles, pues fueron a las plazas para alterar las actas a favor de Salinas.

La lógica de esto era simple, pues de subir la oposición esta podría desarticular las redes de protección establecidas, y las reglas del negocio cambiarían. Así, más valía malo por conocido que bueno por conocer.

Salinas ganó la elección, el negocio quedó garantizado por seis años y el monstruo, controlado. La siguiente crisis demostraría el tamaño del monstruo que se había creado. Pero eso lo veremos, si ustedes nos hacen el favor de leernos, en la próxima entrega.

VAGÓN DE CABÚS

El secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, informó el 12 de julio sobre el desmantelamiento de una célula del Cártel de Sinaloa en San Andrés Totoltepec, en la delegación Tlalpan.

El operativo tuvo por parte de la policía cuatro heridos, uno de ellos de gravedad. Y del lado de los presuntos delincuentes hubo 14 detenidos.

Omar García Harfuch sabe que los abrazos no funcionan frente a los balazos, pues hace dos años él fue el blanco de un atentado del Cártel Jalisco Nueva Generación. Afortunadamente, el secretario solo sufrió heridas, pero ninguna de gravedad. Los responsables del atentado siguen libres.

Ahora es el Cártel de Sinaloa el que marca su presencia en la ciudad. Aunque esta vez fueron balazos y no abrazos los que desarticularon la célula criminal. N

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Salvador Casanova es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.

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