La distinguida aventura de Tito Narosky: el naturalista que a los 91 años aún sigue dedicando su vida a las aves
“Soy una persona común, que, a través de su vida, ha encontrado un placer excepcional en el contacto con la naturaleza y que, a partir de ahí, hizo sus aportes, sus hallazgos, pero nada más que una persona común. Ningún otro calificativo es válido”, así se definió Tito Narosky en la charla telefónica con este medio, desde “El Palacio del Aluminio”, su comercio en Lanús. “La aventura del pensamiento me atrapa mucho”, sintetizó quien resulta ser el máximo referente nacional sobre la ornitología (la rama de la zoología que estudia a las aves) y el presidente honorario de Aves Argentinas.
Su voz no acusa sus 91 años, Tito le agradece a su genética por eso. Él acaba de obtener el premio Fernando Lahille, dado por la Fundación Museo de La Plata “Francisco Pascasio Moreno” para quienes se destacan en el campo de las Ciencias Naturales. “Debe ser por la edad y porque los colegas no me sienten como competencia”, bromeó y dice que no se retiró de la práctica. También, señala que saldrán este año cuatro nuevos libros suyos, tres coescritos sobre su especialidad y uno de cuentos sobre mujeres como eje central.
Tito se llama Samuel. Su apodo, dice, le vino bien para que no lo molestaran de joven por su religión. Entendía muy bien que ser judío le podía traer problemas: sus padres León y Sofía se habían escapado de los progroms del Imperio Ruso. Por cuenta propia, también aprendió a tomar contacto con la naturaleza de un modo distinto a los demás.
Su vínculo estrecho con el ecosistema empezó a los 33 años, cuando visitó una quinta de Florencio Varela que le trajo de vuelta una fascinación olvidada de su infancia. A sus 10 años, en lo de una tía de Darregueira, al sudeste de la provincia de Buenos Aires, casi lindante con La Pampa, “había notado que lo que conocía a través de libros escolares no eran la mera fantasía de un dibujante”. Los pájaros, los peces de colores en tanques australianos y una gran cantidad de frutales del lugar que presenció fueron lo que lo transportaron al “país de las maravillas”.
Tito era el menor de los cuatro hermanos y el único nacido en Bahía Blanca, no en Darregueira. Adelino, el padre de la periodista Lana Montalban, le llevaba 15 años. Aún confiesa quererlo mucho, a quien considera su mayor influencia de vida por el amor a la naturaleza que le supo demostrar. No siempre iban juntos de expedición, Adelino prefería encargarse del negocio metalúrgico del que eran socios para que Tito pudiera cumplir con su pasión de observar las aves. Esto se acabó en 2010, con la muerte de Adelino. Sus otros hermanos son Lila y José, el célebre autor de aforismos.
Sus conocimientos de estudiante de Química le sirvieron para sentar unas bases de trabajo. Tito ignoraba que en otros países, como en Inglaterra o en Estados Unidos, ya existía la tradición de la observación. Para él, una de las de las cosas más importantes que creó fue la Escuela Argentina de Naturalistas, curso que sigue siendo ofrecido por Aves Argentinas (ex-Asociación Ornitológica del Plata), donde es el presidente honorario.
A la vida y obra de Guillermo Hudson, de quien siente una gran admiración, las conoció después. “Me pareció un hermano que había vivido anteriormente”, opinó sobre el naturalista nacido y criado en la Argentina y que luego se radicó en Inglaterra, casualmente, a los 33 años, país donde trazó sus escritos influyentes a nivel mundial.
Para quien desea ver a Tito en acción, YouTube guarda episodios de La aventura del hombre, el ciclo de documentales emitido por Canal 13, con sus participaciones. En uno, con la Reserva El Bagual de Formosa de escenario, se lo ve al gran experto usando un raro artilugio de un metro de largo, capaz de ser divisible para portarse en el cinturón. “La ramera”, como la bautizó, fue su invención.
El nombre se debe a que en un extremo cuenta con un gancho, parecido al bastón que en sus películas usaba Charles Chaplin, para bajar las ramas (del otro, un espejo para observar los nidos). Alejandro Di Giacomo, quien administra El Bagual, lo recibió de obsequio mucho tiempo después.
A Tito también lo señalan, incluso en Wikipedia, como el descubridor del “capuchino collar blanco” o “capuchino collar”. A ese dato él le baja toda jerarquía: “Los ornitólogos que describen especies no necesariamente la encuentran sino que la estudian, hallan las características de la novedad”. Quien la había avistado por primera vez fue el entrerriano Mateo Zelich, un médico amante de la naturaleza, que había creado el “Museo de las Mariposas” en su Liebig natal. Zelich y Tito ya mantenían una amistad que se fortaleció por este hallazgo para la ciencia.
El escritor
Su pasión por la escritura le vino por su madre Sofía, que la recuerda como “una lectora permanente” de novelas de grandes escritores y hasta en francés. Una vez, alrededor de los 8 años, él no quería dormir la siesta. “Quiero escribir un cuento”, protestó así el niño que recibió luego de su madre un cuaderno y un lápiz. En la práctica sintió que eso era tan importante como ese descanso tras el almuerzo. Cuando Tito cumplió 15, ella le pidió que, después de terminar cada libro, le redactara un resumen. Estas tareas que aún las conserva entre sus pertenencias le ayudaron a organizarse y a ser cuidadoso para sus publicaciones.
De sus aventuras, salieron varios de sus textos. “Empecé a anotar todo lo que observaba, con minuciosidad de orfebre, cada detalle del que iba a hallar. Tengo carpetas y carpetas que todavía conservo que son la base de todos los libros (estas serán heredadas a Aves Argentinas).
Con su hermano Adelino, al comienzo, tuvieron un espacio sobre conservación en Flora y fauna, una revista que, paradójicamente, poseía publicidades de canarios y de jaulas. “Era todo gratuito, así que nadie podía reclamar lo que escribíamos”, justificó sobre aquella relación con los responsables de la publicación.
Tito tiene más de 40 libros editados. El más afamado es el best seller Guía de identificación de aves de Argentina y Uruguay, junto al ilustrador Darío Yzurieta. Otra obra para destacar, 100 caracoles argentinos, junto a Carlos Nuñez Cortés, integrante histórico de Les Luthiers. A él le divierte más este trabajo compartido, “por las charlas, las discusiones, las emociones por los aciertos y el sufrimiento por los fracasos que se producen en este proceso”. También escribió artículos sobre la naturaleza para este medio durante las décadas del setenta y ochenta.
Pero Tito también redacta sin intenciones de publicar. “No relaciono la escritura con la edición. La edición es un fenómeno mucho más mundano. En cambio, la escritura es una cosa que se hace desde lo más profundo del espíritu”, se manifestó. Hasta la pandemia, trabajaba en El diario ínfimo, un gran bibliorato donde anotaba “cosas centrales”. Para su autobiografía, Los hombres que fui, de dos tomos, mandó a imprimir unos pocos ejemplares para tener y para obsequiar a los más cercanos. Esta narración suya llega hasta 1987 y no tiene intenciones de un tercer volumen “para no comprometer a ciertas personas”.
Su filosofía de vida
Tito reconoció que su compinche Darío Izurieta, un hombre que vivió en el monte del interior chaqueño, lo ayudó a desarrollar una “filosofía naturalista” o “de la conservación”. La licenciada y docente de Artes Plásticas Mirta, una de las hijas que tuvo con Elisa Gercon Fresco, la fundadora de la Escuela de Bellas Artes de Lanús, dijo a LA NACION que su padre “es una persona que sabe el valor de la vida, que por eso defiende la propia y la naturaleza. A ella y a su hermana Mabel, que es psicoanalista, las formó así y “a ser lo que cada uno lo llene, lo complete”.
Mirta acompañaba a su padre a algunos viajes de observación. Dijo que le está agradecida porque “no la formó según la versión estereotipada de la mujer de ese entonces”, la dejaba meterse en los cangrejales, entre los juncos, en las lagunas, “perdiendo así el miedo, a ser fuerte”. Según ella, primero sigue estando la familia para Tito.
“Cada vez que pertenezco más a la vida, cada vez me encuentro más hermanado con las plantas y animales que hay sobre la Tierra”, “creo que el hombre es una aparición de último momento y va a tener su periodo de desarrollo y va a desaparecer como cualquier otra especie” y “todo es una unidad y la vida nuestra es algo general. Y la vida nuestra es un fenómeno que pertenece al conjunto”, son algunas de las frases que despliega en esta entrevista.
Sobre estos tiempos donde existe un movimiento que desestima el cambio climático, respondió que se niega lo que es evidencia, “que es una forma de cerrar los ojos frente a los sucesos que acontecen”. En 2021, cuando se desvanecía la pandemia, se publicó Por amor a la vida, de Tito junto con Elio Daniel Rodríguez, basado en sus reflexiones sobre la naturaleza. Entre algunas de sus consideraciones, comentó sobre la relación perversa entre el ser humano y el medio ambiente, porque el hombre “lo utiliza y lo destruye”.
Tito reveló que quiere “seguir viviendo, seguir produciendo, seguir enganchado en las cosas que amo, junto a mi familia. Pero quiero seguir inventando objetivos para seguir viviendo”. Sobre su relación con el dinero y su trabajo de ornitólogo experto, admitió que ama lo que hace, “no tiene que ver con aspectos terrestres. No me pagan o cuando lo hacen lo dono o me pagan miseria”. Y agregó: “No tiene nada que ver con la profesionalidad, tiene que ver con la entrega. Siempre quedo como deudor, lo que recibo es mucho más grande que lo que puedo ofrecer”.