Los directores ejecutivos están alucinando. ¿Pueden las drogas psicodélicas mejorar el liderazgo?

Una creciente industria artesanal se dedica a la teoría de que las drogas que alteran la mente pueden mejorar la alta dirección empresarial.

Enterrada en las faldas de las Montañas Rocosas canadienses se encuentra una casa de madera, un centro de retiro hecho de pino y pícea y lleno de tallas de hongos, tapices de cachemira color bígaro e índigo, libros sobre “el cerebro adoctrinado” y demás parafernalia que hace guiños a la transformación prometida: entrar como un director ejecutivo, emerger como uno iluminado.

Cuando un grupo de ejecutivos con sudaderas con capucha y mallas llegó un martes de octubre por la tarde, vibraba con la energía nerviosa del primer día de un campamento de verano. Estaban reunidos para un retiro llamado “El CEO psicodélico”, el cual me habían permitido observar.

Su guía, Murray Rodgers, solía ser un duro ejecutivo del sector del petróleo y el gas. Hace aproximadamente una década, tuvo un proceso de autodescubrimiento. Empezó tras un par de eventos desgraciados —un divorcio y el fracaso de la oferta pública inicial de una empresa— que lo dejaron solo el día de su cumpleaños 60, viendo la comedia romántica de Hugh Grant, Escribiendo de amor, y preguntándose si había llegado el momento de reescribir su propia historia. Se hizo profesor de yoga y viajó a Costa Rica para probar la ayahuasca, una infusión alucinógena. Rodgers, que ahora tiene 69 años, inició así una serie de viajes con hongos y ceremonias psicodélicas que lo transfiguraron de forma espiritual, psicológica y profesional.

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Fue como si hubiera metido su ego en una secadora y lo hubiera visto encogerse, y se propuso ayudar a otros con ese mismo tipo de lavado cósmico.

Escribió un libro, The Psychedelic CEO, y tras recibir comentarios de los lectores, empezó también a organizar retiros. Aquel día de octubre dio la bienvenida a cinco líderes empresariales —Adam, Adam, Jill, Chris y Ajay—, la mayoría de los cuales pidieron usar solo sus nombres de pila para no alarmar a sus inversores, empleados o hijos con su enfoque poco convencional del desarrollo profesional. Todos dirigen pequeñas empresas en la zona de Calgary y se habían conocido a través de una red de empresarios.

A su llegada, se zamparon una sopa de lentejas espesa y se acomodaron en los sofás del estudio de la planta baja, a la espera de que Rodgers presentara el plan del día.

El primer punto del orden del día era una microdosis, 0,25 miligramos de psilocibina (la principal sustancia psicodélica que se encuentra en los hongos alucinógenos), que era un juego de niños comparado con las dosis que tomarían al día siguiente. Tras repartir las píldoras de psilocibina, Rodgers sacó un mapa de la conciencia, que mostraba una serie de estados mentales que los empresarios podían estar experimentando, tan variados como vergüenza, culpa e iluminación. Utilizó un rotulador para anotar el estado actual de cada empresario, lo que dio a la sala la sensación temporal de un centro corporativo dirigido por la señora Frizzle.

“¿Quién está nervioso por el día de mañana? preguntó Rodgers.

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Tres manos se alzaron.

“Adivinen qué hay del otro lado del miedo”, dijo. “El amor. Siempre”.

La gente del arco iris entra en la oficina

La relación entre los líderes del mundo empresarial y las drogas psicodélicas tiene décadas, como relata Michael Pollan en su libro Cómo cambiar tu mente. Sin líderes conservadores empeñados en convertirse en su mejor yo, los estadounidenses podrían nunca haber conocido las emociones de un viaje con hongos.

Según Pollan, en la década de 1950 y principios de la de 1960, Al Hubbard, un entusiasta de las drogas apodado “Captain Trips”, recorrió Estados Unidos presentándole el LSD a los principales ejecutivos de la lista Fortune 500, junto con estrellas de Hollywood y funcionarios de la Iglesia católica, políticos e ingenieros informáticos, banqueros y periodistas.

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No solo los vanguardistas o los poderosos sintieron curiosidad por las drogas. Millones de lectores de la revista Life, la más convencional de las publicaciones, conocieron la psilocibina gracias a un artículo escrito en 1957 por R. Gordon Wasson, vicepresidente de JP Morgan, quien narró su encuentro con lo sagrado al tomar “hongos mágicos”. El artículo se convirtió en una sensación, más aún cuando Wasson la promocionó en el programa de la CBS, Person to Person. Otras revistas le siguieron con sus propios reportajes en primera persona.

A principios de la década de 1960, las drogas psicodélicas llegaron a Silicon Valley (aunque todavía no se llamaba así). Un ejecutivo de una empresa de tecnología llamado Myron Stolaroff creó un centro de investigación psicodélica en Menlo Park, California, al que él y sus colegas dieron un nombre engañosamente genérico: la Fundación Internacional de Estudios Avanzados. Deseoso de saber si el viaje psicodélico podía ayudar a resolver problemas creativos, el centro invitó a decenas de ingenieros y ejecutivos a viajes guiados con drogas.

James Fadiman, un investigador que ayudó a dirigir los ensayos, me contó que esta operación, llevada a cabo en una oficina anodina, no se consideraba en absoluto ilícita. “A veces eran los jefes quienes entraban”, dijo Fadiman. “Esto no era escabullirse a las montañas con la gente del arco iris”.

No es difícil discernir cómo la historia de amor entre las empresas y las drogas psicodélicas llegó a su fin. Los psicodélicos se comenzaron a asociar con beatniks y hippies que dejaban sus trabajos, organizaban eventos Be-In y seguían el canto de sirena del psicólogo de Harvard e investigador psicodélico Timothy Leary: “enciende, sintoniza, abandona”. La psilocibina, el LSD y algunas otras drogas psicodélicas fueron prohibidas por el gobierno federal a principios de la década de 1970. (Desde entonces, Oregón, Colorado y un puñado de municipios han despenalizado el consumo de psicodélicos).

Pero los empresarios nunca perdieron del todo el interés por estas sustancias. Algunos siguieron consumiéndolas por placer; otros dieron fe de su influencia transformadora. Steve Jobs declaró que tomar LSD fue un acontecimiento crítico en su vida, uno que “te muestra que hay otra cara de la moneda”. Sam Altman dijo que los viajes psicodélicos podían ser “totalmente increíbles”. Elon Musk ha publicado en X que le han recetado ketamina, una droga que puede tener efectos alucinógenos.

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Las drogas psicodélicas también son populares en general: investigadores de la RAND Corporation calculan que ocho millones de adultos en Estados Unidos consumieron psilocibina en 2023.

En la actualidad existe una creciente industria de retiros psicodélicos para líderes empresariales. Los guías venden experiencias curadas, con nombres como “The Journeymen Collective”, donde ejecutivos reprimidos realizan viajes con hongos que prometen una transformación espiritual. Rodgers cobró unos 4000 dólares al grupo que observé (los costos varían para cada retiro).

Los psiquiatras señalan que consumir psicodélicos en un entorno sin supervisión médica puede ser arriesgado, sobre todo para quienes tienen antecedentes familiares de trastornos psiquiátricos, pues podrían sufrir psicosis. “Si tienes antecedentes familiares de trastorno bipolar o esquizofrenia, yo tendría cuidado con los psicodélicos”, dijo Charles Nemeroff, jefe del departamento de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Facultad de Medicina Dell de Austin de la Universidad de Texas.

“La disponibilidad generalizada de psicodélicos me preocupa”, añadió, señalando que algunas personas podrían experimentar sensaciones de pánico y ansiedad. ( Rodgers dijo que entrevistaba a los posibles participantes a los retiros sobre sus antecedentes psiquiátricos y médicos para ayudar a garantizar que tuvieran experiencias seguras).

Los riesgos para la salud del consumo de psicodélicos son mínimos, pero no inexistentes, según Bryan Roth, profesor de farmacología y psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte, e incluyen una relación entre la microdosificación crónica y el daño a las válvulas cardiacas.

Pero entre los dirigentes empresariales, el estigma del consumo de estas drogas está desapareciendo. La relajación a largo plazo de la cultura empresarial (tomemos como ejemplo las piscinas de pelotas como un beneficio de la oficina), así como la importancia que las empresas estadounidenses dan ahora a la imaginación y a la apertura emocional (la asignatura optativa más popular de la escuela de negocios de Stanford ha sido recientemente una clase llamada “Touchy Feely”, nombre que hace referencia a estar en contacto con tus emociones) pueden haber preparado a los líderes empresariales para la experimentación psicodélica. Algunas guías psicodélicas también señalan que el sector ha experimentado un auge gracias a la Covid-19, que ha transformado el lugar de trabajo y ha puesto de relieve la salud mental.

Sin embargo, en un mundo impulsado por el ego, algunos empresarios sugieren que la creciente popularidad de las drogas para controlar el ego podría tener consecuencias profesionales preocupantes. Esa preocupación se resumía en una reciente publicación viral en X, del director ejecutivo de una empresa de inteligencia artificial, quien escribió: “De los fundadores de Silicon Valley que conozco que hicieron algunos de los viajes psicodélicos de autodescubrimiento, casi el 100% renunció a su puesto de director ejecutivo”.

‘Ferris Bueller: Un experto en diversión’

“Quiero experimentar la muerte del ego”. “Quiero que mi empresa salga a bolsa”. “Quiero encontrar a Dios”.

Rodgers ha escuchado todas las intenciones que impulsan a los empresarios a acudir a sus retiros psicodélicos. Les advierte que restablezcan sus expectativas. “La palabra clave es entregarse”, dijo. “No importa cuánto hayas leído o cuánto creas saber: nada de eso será cierto”.

En el centro de retiro, Rodgers dirigió a los emprendedores en una suave sesión de yoga y canto. Mientras se preparaban para irse a la cama, Rodgers les aseguró que el viaje de cada persona al día siguiente sería diferente. Dijo que una vez tuvo un cliente que se pasó todo el viaje mirando la columna de madera que había en el centro de la casa.

“Era su abuela”, explicó Rodgers.

A la mañana siguiente, nos dirigimos en automóvil a un río cercano para dar un paseo silencioso por la naturaleza, contemplando la luz dorada del sol bailando sobre la superficie del agua y los témpanos de hielo deslizándose río abajo. Rodgers nos recordó que debíamos concentrarnos en la respiración.

De vuelta a la casa, aparecieron dos mujeres que harían de cuidadoras del viaje y supervisarían al grupo. Una de ellas, Lisa Stickle, se presentó como conocida de Rodgers de sus días en la industria del petróleo y el gas: “Cuando el CEO era el CEO”, dijo riendo. (Desde entonces, Rodgers ha cambiado el significado de CEO por el de la sigla en inglés de “consciente”, “empático” y “abierto”).

“¿Han hecho algún trabajo de respiración?”, preguntó Stickle.

Rodgers asintió y respondió: “Estos chicos están sintonizados”. Volviéndose para dirigirse al grupo, añadió: “Esto se trata de rendirse a lo que hay en ti. Este es un día libre. Esto es como la película de Ferris Bueller, Un experto en diversión”.

Los empresarios empezaron a preparar sus “espacios sagrados”, las colchonetas donde pasarían las siguientes cuatro horas, trayendo gruesas mantas de colores. Junto a cada colchoneta, Rodgers colocó un cubo con una botella de agua y papel higiénico, por si había lágrimas. Luego se retiró a una barra al fondo de la sala, donde empezó a pesar los hongos en una balanza.

Mientras Rodgers preparaba té de manzanilla e hinojo para mezclar con los hongos, levantó una jarra y bromeó: “Soy un bartender. Así lo hacemos en el Oeste. Dejen su caballo fuera”.

“Amarren bien el caballo”, dijo Stickle, riendo. “Vamos a tardar un rato”.

“¿Puedo tomar notas?” preguntó Adam, uno de los empresarios.

“No lo recomiendo”, dijo Rodgers. “Eso te pone en tu estado mental”.

Stickle intervino para añadir: “Si surge algo, lo recordarás”.

Rodgers le recordó a los miembros del grupo que en los primeros minutos del viaje es posible que no sientan nada. “Tu mente estará como: ‘¿Qué está pasando? No siento nada. ¿Por qué he pagado por esto?’”.

“Es el último esfuerzo desesperado de tu ego”, añadió Stickle.

“Créanme”, dijo Rodgers. “El interruptor se encenderá”.

La ciencia no establecida del agotamiento del ego

Hay poco conocimiento concreto, todavía, de cómo o si los psicodélicos afectan el liderazgo y la toma de decisiones. Desde 2022, dos profesores asociados de negocios de la Universidad de Maryland, Bennet Zelner y Rachelle Sampson, han estado observando a tres cohortes de líderes empresariales que se reunieron en retiros en los Países Bajos, donde las trufas de psilocibina son legales. Algunos líderes empresariales recibieron coaching ejecutivo junto con dos viajes de psilocibina. Zelner y Sampson están recopilando datos sobre cómo la experiencia ha afectado la vida profesional de los ejecutivos.

Luther Kitahata, guía de los participantes en los retiros de los Países Bajos, dijo que vio cómo alguien que solía dirigir un banco y ahora forma parte de los consejos de administración de una empresa superó sus miedos a hablar en público. Esto no le sorprendió.

“El ego se derrumba”, explicó. “El ego suele ser lo que piensa: ‘Oh, ¿y si la gente piensa mal de mí?”.

Robin Carhart-Harris, neurocientífico que estudia el efecto de los psicodélicos, dijo que era posible que las drogas ayudaran a los líderes en el lugar de trabajo. Carhart-Harris, profesor de la Universidad de California en San Francisco, examina el cerebro de las personas bajo el efecto de las drogas. Sus escáneres cerebrales muestran que los psicodélicos aumentan la entropía. Mientras que el cerebro suele intentar comprimir la información, estas drogas tienen el efecto contrario, lo que, según él, podría liberar nuevas ideas sobre los complicados retos del liderazgo.

Mark Williamson, antiguo director de operaciones de MasterClass, ha realizado una veintena de viajes psicodélicos guiados desde 2020, que, según afirma, le han aportado epifanías profesionales. Empezó a dar prioridad a la tutoría, y también cambió su puesto en MasterClass. “Me di cuenta de que mi papel se estaba haciendo demasiado grande y la empresa estaría mejor servida si cedía algunas responsabilidades”, dijo Williamson.

Actualmente se están realizando decenas de estudios sobre el efecto de los psicodélicos en el bienestar mental. Pero a algunos científicos les preocupa que la investigación la lleven a cabo estudiosos que parezcan empeñados en encontrar resultados positivos. Una investigación publicada este año en The New York Times planteó dudas sobre el programa de investigación psicodélica de la Universidad Johns Hopkins. El director del programa, Roland Griffiths, fue acusado de pasar de la investigación a la evangelización, incluso de guiar a los sujetos a informar de que las drogas tenían efectos espirituales.

Algunos veteranos de la psicodelia en el mundo de los negocios se preocupan menos por la eficacia de las drogas y más por la presión que los líderes empresariales podrían ejercer involuntariamente sobre sus colegas.

Chip Conley, exejecutivo de Airbnb y miembro fundador de la junta directiva de Burning Man, subrayó que había muchas formas de que los líderes se abrieran más emocionalmente sin usar drogas, y observó que algunos ejecutivos hablaban de su uso de psicodélicos como un mecanismo de señalización. “No hay duda de que existe un prestigio cultural en algunas comunidades que sugiere que si te gustan los psicodélicos, eres genial y abierto de mente”, dijo.

“Cualquiera que realice una actividad, especialmente una que pretende ser contracultural, con el propósito de construir un estatus va a tener un mal viaje”, continuó Conley. “Se dará cuenta de que es un farsante”.

‘Papá se drogó mucho’

Rodgers puso “Here Comes the Sun” para hacer saber a los emprendedores que lo más probable era que sus viajes estuvieran llegando a su fin. Se fueron levantando lentamente de sus colchones y abandonando el estudio, acurrucándose en las tumbonas del exterior para comentar lo que habían visto. Todos coincidieron en un momento especialmente emocionante del día, que fue estar bajo los efectos de los psicodélicos mientras escuchaban “Fix You” de Coldplay.

Rodgers sacó lienzos en blanco y pasteles para que dibujaran lo que habían visto. El grupo dibujó manchas azules y verdes, rayas amarillas y símbolos del infinito.

“Mis hijos encontrarán esto en el ático algún día y no lo entenderán”, bromeó Adam Thompson, uno de los empresarios.

“Papá se drogó mucho ese día”, replicó otro, también llamado Adam.

El grupo se había comprometido a este retiro psicodélico a instancias de uno de los Adams, director de una pequeña consultora medioambiental, quien lo propuso tras escuchar un episodio del pódcast de Joe Rogan sobre las drogas.

Adam describió cómo, durante su viaje, se encontró en una nave espacial en la que algunos de sus compañeros de viaje eran granjeros, no astronautas. Pensó que los granjeros no debían estar en el espacio exterior. Después, Adam intentó relacionar esta visión con su negocio y se dio cuenta de que los entornos de emprendimientos de alto vuelo y rápida puesta en marcha no se adaptan a todo tipo de trabajadores. Se planteó cuáles de sus empleados deberían ser disuadidos de permanecer en su equipo a largo plazo.

“Cada uno es diferente”, dijo Adam. “Tengo que asegurarme de que entiendo que la gente tiene diferentes necesidades, deseos y niveles de tolerancia al riesgo”.

En el momento, las experiencias inducidas por las drogas no se tradujeron en conclusiones claras. Pero en el mes siguiente al retiro, cada uno de los miembros del grupo encontró gemas de significado. Jill, quien es socia de una empresa de publicidad, dijo que el viaje, que incluyó una visita visual a la casa de su infancia, le hizo plantearse por qué era reacia a asumir riesgos. Esto le fue útil cuando intentó decidirse entre dos funciones en su empresa, una centrada en las ventas y otra operativa. (Acabó inventando su propia descripción del trabajo, combinando elementos de cada una). “Tenía una especie de zumbido de ansiedad de bajo nivel que se fue silenciando”, dijo. “Es como si estuviera más relajada”.

A Ajay, que dirige una empresa de mercadeo, el viaje le pareció aterrador —por un momento pensó que había muerto—, pero en las semanas posteriores sintió que le había ayudado a comprender mejor sus propios estados emocionales. Lo resumió como “sentir más, preocuparse menos”. Y Thompson, quien dirige pequeñas empresas de comercio electrónico, dijo que el viaje le había dejado una nueva sensación de tranquilidad respecto a las cosas que no podía cumplir en sus listas de tareas diarias.

“Cuando tienes un negocio, empiezas el día con una lista de pendientes de 15 líneas”, dijo. “Lo que me ha pasado es el sutil recordatorio de que no todo es para tanto”.

En las últimas horas del retiro, los empresarios se sentaron alrededor de una hoguera. Subrayaron lo relajante que había sido desconectarse de sus teléfonos durante todo el día.

Rodgers les contó que una vez dirigió un retiro psicodélico para una directora ejecutiva que se negaba a soltar el teléfono. Estuvo enviando mensajes de texto durante el viaje hasta que, finalmente, Rodgers la convenció para que le entregara el dispositivo. Ella se echó a llorar y le preguntó: “¿Me estoy muriendo?”.

Rodgers recuerda que le dijo: “No es la pregunta correcta”, y le dijo que se preguntara mejor: “¿Estoy viviendo?”.


Emma Goldberg
es una reportera de negocios que cubre la cultura laboral y las formas en que el trabajo está evolucionando en una época de cambios sociales y tecnológicos. Más de Emma Goldberg

c. 2024 The New York Times Company