Dibu Martínez, el portero despreciado en todo el Mundo, pero amado en Argentina y eso lo hace feliz

Dibu Martínez con la Copa del Mundo tras vencer a Francia en Qatar 2022. (REUTERS/Carl Recine)
Dibu Martínez con la Copa del Mundo tras vencer a Francia en Qatar 2022. (REUTERS/Carl Recine)

Emiliano Dibu Martínez tendrá una lupa encima todo el tiempo. Cada paso, todas sus palabras, y el más nimio de los gestos; nada le será perdonado. Ya ha desechado los buenos modos por completo. Porque sí, consoló a Mbappé después de ganarle el Mundial en Qatar 2022. Pero en los vestidores encabezó un canto burlesco hacia el jugador que le metió tres goles en la Final —y otro más en penales—.

Y en las celebraciones argentinas equiparó a Kylian con un nene al que hizo su vástago. Ni hablar del gesto en la premiación, cuando se colocó el premio a mejor portero en la entrepierna. Llovieron críticas de todos lados. Una de las más comunes: "Gran portero, mentalidad mediocre". ¿Puede ser mediocre el portero campeón del Mundo? Quizá. Cada quien tendrá un juicio.

Con Martínez no habrá medias tintas nunca más. Es lo que es. Muchos le pusieron la cruz desde que provocó a los colombianos en la Copa América 2021. Y siguió todo lo de este Mundial: decir que México sería "easy, easy", la bravata contra los neerlandeses, negarle una entrevista a la prensa española, la provocación en los penales contra Francia, el desprecio al sombrero mexicano (que se entiende después del clima que precedió a ese partido).

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Martínez no le tiene miedo a la opinión de los demás. Ni al fracaso. Sabe que cuando algo le salga mal, habrá burlas despiadadas contra él; entiende, y cómo no va a hacerlo, que más de uno se la tiene guardada. Que quieren verlo pagar por los bailes, por las provocaciones, por las groserías, por los desprecios. Todo está almacenados en la memoria de rivales, futuros rivales, aficionados que lo han padecido y que lo padecerán.

Martínez y su atajada a Kolo Muani en el último instante de Qatar 2022. (Sebastian Frej/MB Media/Getty Images)
Martínez y su atajada a Kolo Muani en el último instante de Qatar 2022. (Sebastian Frej/MB Media/Getty Images)

Todos hemos conocido a alguien como Dibu Martínez en la vida. Haga memoria, lector: arrogante, ególatra y mal ganador. ¿Ya lo recordó? Pues bueno, imagine que al portero de Argentina lo detestan, por diferentes motivos, en muchas partes del Mundo. Lo quieren ver humillado: prenderán el televisor en el primer partido del Aston Villa, un equipo inglés que vive en la medianía, con la esperanza de que algún todopoderoso le llene el arco de goles.

Y querrán verlo tirado, de rodillas si se puede, para disfrutar a plenitud el momento: "¿Dónde está el campeón del Mundo?", dirán con seguridad. Los memes están guardados en miles de archivos personales de diversas latitudes. Los colombianos no le perdonan los penales; los mexicanos, su desprecio; los franceses y neerlandeses; sus burlas. Tantos millones más, su gesto con el guante de oro y su forma de ser en general. Él está preparado. Porque Martínez, seamos sinceros, es el portero que nunca quieres enfrentar. Es insoportable, ventajista, soberbio. Pero también, y por esos mismos motivos, es el portero que siempre quieres tener en tu equipo.

Martínez en la premiación junto a Messi y Enzo Fernández. (REUTERS/Carl Recine)
Martínez en la premiación junto a Messi y Enzo Fernández. (REUTERS/Carl Recine)

Después de la Copa del Mundo no queda nada. Es así. A Martínez podrán golearlo todas las semanas, podría descender a Segunda División, y Mbappé le haría ocho goles si juegan el PSG contra el Aston Villa. Ya nada cambiará lo que pasó el 18 de diciembre en el Lusail Stadium. Dibu Martínez entró en la historia del futbol por la puerta grande y sin pedir ningún permiso. Es el portero de la vulgaridad posterior, pero también el portero de la atajada mayor.

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En esa dualidad existirá siempre Martínez, el portero que nadie conocía, y que hoy todo el Mundo odia. O casi todo el Mundo. En Argentina lo aman y lo amarán para toda la vida. Con eso, no debe importarle absolutamente nada más.

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