Di lo que quieras de La Bala, pero ha logrado de lo que él mismo imaginó. Aún no ha tirado el último golpe

Cuando Brian Marino Mendoza llegó al gimnasio de Ismael Salas era un perfecto desconocido. Sus posibilidades de entrar a la academia del profesor cubano eran mínimas, pero intervino la casualidad o mejor dicho, la generosidad, de alguien quien sí ya tenía un nombre.

Yordenis Ugás estaba preparándose para una pelea y había contemplado al recién llegado en una esquina. Aunque necesitaba de un sparring zurdo para su campamento, le pidió a Mendoza que se pusiera los guantes y subiera al cuadrilátero.

Era la manera que encontraba para que Mendoza pudiera mostrarle a Salas lo mucho o poco que tenía, pero sobre todo si el chico tenía en el corazón esa madera imprescindible en aquellos que desean dejar una marca en el boxeo, ya sea como campeones o como simples obreros del ring.

“Yordenis se estaba preparando para un zurdo y yo soy derecho’’, recordó en una entrevista Mendoza.

“No tenía por qué hacer guantes conmigo, pero él vio a un muchacho desconocido que quería que lo vieran y me dio la oportunidad para que Salas me viera y decidiera si iba a trabajar conmigo. Mira ahora dónde estoy. Siempre estará agradecido con Ugás’’.

Se podrá criticar cualquier cosa en una pelea como la del sábado donde Mendoza llevó la peor parte ante el rey de la Organización Mundial del Boxeo, el australiano Tim Zsyu, pero jamás la entrega de alguien que se suponía demasiada poca cosa para hacerse notar.

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Nadie, absolutamente nadie esperaba que Mendoza -a quien le dicen “La Bala’’- llegase siquiera a pelear en una velada de nivel, pero el hecho de que fuera figura principal en el programa de Premier Boxing Champions desde Queensland, peleando por una faja mundial ante un púgil de élite, ya es una victoria tremenda.

“Esto no se ha acabado hermano’’, escribió el propio Ugás en sus redes sociales.

”Hoy no se pudo, pero este es el boxeo. Luchaste como un guerrero. Con tu juventud y con todo lo duro que trabajas, seguro vendrán más oportunidades. Yo y nuestro equipo estamos muy orgulloso de ti campeón. #TeamSalas Juntos en las victorias y en las derrotas’’.

Mendoza, cuyo padre escapó a la Base Naval de los Estados Unidos en Guantánamo y su madre vino por el Mariel, nació en Nuevo México, pero desde que comenzó a boxear supo que debía ir a la academia de Salas en Las Vegas si quería llegar más lejos.

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Y vaya si llegó. Contra Thomas LaManna iba de presa. Contra Jeison Rosario iba para que el excampeón del mundo resurgiera. Contra Sebastián Fundora iba para que la “Torre Infernal’’ defendiera su faja interina en ruta hacia una cita superior, quizá contra Jermell Charlo o el propio Tszyu.

Sin embargo, en cada una de esas ocasiones Mendoza cambió la narrativa y se llevó las victorias colgándose de paso el cetro interino de Fundora y ganándose el derecho de enfrentar a Tszyu, quien había sido elevado a campeón regular luego de que Charlo fuera despojado de su corona al pelear con Saúl “Canelo’’ Álvarez.

Tszyu probó que está un escalón por encima, que es el “Boogeyman’’ de la categoría superwelter, pero todos afirmaban que el australiano iba a pasar por encima de Marino y que habría de sellar su victoria con un nocaut, algo que Mendoza se encargó de negar.

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“Es un boxeador muy inteligente, escurridizo, tiene poder’’, describió Tszyu sobre Mendoza.

“No por gusto es un peleador de nivel mundial, pero está por debajo de mí. Salí a divertirme y a divertir a la gente aquí. Espero que mi próxima pelea [contra Charlo] sea en Las Vegas’’.

¿Qué le espera a Mendoza?

Primero un merecido descanso, una bocanada de aire fresco en la cabeza y un regreso lleno de energías a esa misma academia donde alguna vez llegó como un desconocido y donde Ugás le tendiera la mano con un sparrings que no necesitaba.

Mendoza ha logrado más de lo que él mismo imaginaba cuando se puso los guantes por primera vez, pero este no será el final ni de lejos. Hombres como él siempre son necesarios y nuevamente lo llevarán a perder, a servir de peldaño para que suba otro prospecto.

Ya le tocará, entonces, cambiar la historia de los otros y seguir haciendo la suya.