¿Qué hay detrás de todos los fracasos de taquilla de este año?
Hollywood no pasa por su mejor momento.
Las huelgas de guionistas y actores siguen en pleno apogeo, sin visos de solución antes de que comience la temporada de festivales de otoño. Esto supone un problema no solo para los festivales, sino también para las productoras que buscan promocionar sus películas e iniciar posibles campañas de premios. Más allá de los festivales, si las huelgas persisten, también habrá que reajustar el calendario de estrenos para 2024.
Además, 2023 ha sido, hasta ahora, un cementerio de éxitos de taquilla.
Barbie y Oppenheimer aparte, casi todas las grandes películas han tenido un rendimiento inferior, sobre todo desde el punto de vista de la crítica, y sin duda en taquilla. Desde Ant-Man y La Avispa ¡ Quantumania a Indiana Jones y el dial del destino, de The Flash a Fast X, de Shazam! Furia de los Dioses a Misión: Impossible - Dead Reckoning Part One, un gran número de películas han luchado por obtener beneficios.
Se trata de una gran preocupación para Hollywood, ya que muchos esperaban que 2023 fuera el primer año pospandémico con una vuelta a las cifras habituales. Y los números no están ahí.
He aquí algunas de las razones por las que las grandes producciones han fracasado este año y las lecciones que Hollywood debe aprender para asegurarse de que en los próximos años no se repita el fiasco de las superproducciones veraniegas de 2023.
Cuidado con los presupuestos, sobre todo después de la pandemia
Un denominador común de los fracasos de este año es que las películas tenían presupuestos enormes.
Indiana Jones y el dial del destino tuvo un presupuesto estimado de 295 millones de dólares (270 millones de euros), mientras que Misión: Impossible - Dead Reckoning Part One también se acercaba a la barrera de los 300 millones de dólares. Fast X, la última entrega de la serie que parece no tener fin, costó la asombrosa cifra de 340 millones de dólares (312 millones de euros), lo que la convierte en la octava película más cara de todos los tiempos, por detrás de Star Wars: El despertar de la fuerza, varias películas de Los Vengadores y Avatar: la forma del agua.
Para poner esa cifra de Fast X en perspectiva, se podría haber hecho Mad Max: Fury Road dos veces o haber producido tanto Frozen como Frozen II con esa suma, y aún sobraría algo de calderilla.
Da que pensar, sobre todo teniendo en cuenta la pésima calidad de Fast X...
Cuando se acepta que un éxito de taquilla necesita recaudar más del doble de su presupuesto de producción para ser considerado un éxito comercial (más el gasto extra para comercializar las películas), el objetivo de alcanzar la rentabilidad en las salas de cine se hace más difícil de alcanzar.
Los citados títulos de 2023 han fracasado en este sentido. Tanto Indiana Jones y el dial del destino como Mission: Impossible - Dead Reckoning Part One parecían éxitos garantizados, pero podrían perder más de 100 millones de dólares cada una. ¡En cuanto a Shazam! Fury of the Gods, se calcula que perdió 150 millones de dólares, y The Flash terminó su andadura en los cines con una recaudación de 268 millones de dólares en todo el mundo, con un presupuesto que en principio era de 220 millones de dólares (pero que al parecer está más cerca de los 300 millones) y una campaña de marketing de 150 millones.
Esto significa que la película podría tener pérdidas superiores a los 200 millones de dólares.
Ouch.
Esto demuestra que cuanto mayores son los presupuestos, mayores son los problemas. Especialmente en un panorama post-pandémico, ya que los hábitos del público han cambiado radicalmente desde la pandemia de COVID-19.
Si bien la recuperación está en camino, como ha demostrado Barbenheimer, todavía no se ha producido esa carrera de regreso a los multicines que muchos esperaban.
Además, la reducción del tiempo de exhibición no ha ayudado. Las películas llegan más rápido a los servicios de streaming desde la pandemia, y ese intervalo más corto entre el estreno en salas y la disponibilidad en streaming no solo disminuye el potencial de ingresos de la gran pantalla, sino que parece haber acostumbrado al público a esperar a que la película salga para verla en casa. Más aún si se trata de una película que no les convence del todo.
Barbie y Oppenheimer son excepciones a la regla, puramente porque fueron comercializadas con éxito y vendidas como un acontecimiento imperdible que hay que ver, especialmente si querías formar parte de la conversación cultural de Barbenheimer y no ser comido vivo por el FOMO.
Si no existe ese incentivo, ¿para qué pagar una entrada de cine? La crisis del coste de la vida se ha traducido en menos renta disponible para ir al cine, y la gente tiene que elegir con más cuidado lo que quiere ver en la gran pantalla, sobre todo con la inflación y la subida de precios.
Pasar una tarde con la familia en el cine resulta caro, sobre todo si se ve en 3D, IMAX o si se añaden los costes de los aperitivos.
Si la situación económica mundial mejora, el panorama podría cambiar a favor de los cines. Pero, de momento, gastarse un dineral en varias películas al mes se antoja complicado si se tienen en cuenta prioridades más apremiantes (y deprimentes), como las facturas y los frigoríficos llenos.
La fatiga de las franquicias y el problema de Disney
Ya se trate de Marvel y su Universo Cinematográfico (MCU) o de DC con sus rendimientos cada vez menores, los universos extendidos y las franquicias establecidas se están volviendo cansinos.
No se puede seguir el ritmo de todas las historias si no se han visto todas las entregas anteriores, tanto en la pequeña como en la gran pantalla. Esto es especialmente cierto con los omnipresentes argumentos multiversales que pueblan la mayoría de las películas del MCU / DC en este momento. Esta forma de inversión significa que, a menos que estés dispuesto a dedicarle tiempo y energía, dejas de interesarte por una telenovela en la que ya habías invertido antes, pero que ahora te parece una tarea pesada.
Las películas de superhéroes son especialmente culpables en este sentido, y parece que hoy en día ninguna de ellas puede contentarse con una estructura tradicional y autocontenida de principio-medio-final sin añadir más historia o una secuela irritante.
Si a esto le añadimos la caída de calidad tras Avengers: Endgame para el MCU y un plan de juego desordenado para DC -además de la gran cantidad de contenido-; los estudios se encuentran en un callejón sin salida cuando se trata de mantener la fidelidad de sus audiencias.
Superhéroes aparte, ¿quién tiene tiempo hoy en día para ver a Vin Diesel demostrar hasta qué punto tiene el rango interpretativo de una ciruela en duelo? La franquicia Fast & Furious es descuidada, repetitiva y también culpable como el pecado de recontextualizar las muertes, lo que significa que nada importa y que las apuestas emocionales son ahora inexistentes.
Hola, Gal Gadot que vuelve en su submarino. Bienvenida, no te hemos echado de menos.
Mission: Impossible - Dead Reckoning también ha demostrado que a la franquicia M:I se le están acabando las ideas, lo cual es una lástima si tenemos en cuenta que se estaba resistiendo a la tendencia de las franquicias y que iba viento en popa hasta 2023. Sí, el argumento de que tenemos que esperar hasta la segunda parte para tener una visión completa es válido, pero cuando la primera parte es tan confusa e hinchada (además de presentar diálogos tópicos y un antagonista con un esfínter de inteligencia artificial irrisorio), ¿querrá el público pagar el precio de una entrada para la secuela?
Por lo demás, no es de extrañar que Transformers: La rebelión de las bestias no despertó mucho apetito, mucho más desconcertante fue Indiana Jones y el dial del destino. El intervalo entre las películas (Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal se estrenó en 2008 y fue considerada como la peor de la serie) podría ser una explicación, pero lo cierto es que simplemente no era lo suficientemente buena. A pesar de los esfuerzos de Harrison Ford, la película fue una prueba más de que ciertas sagas deberían poder dormirse en los laureles sin ser ordeñadas hasta la saciedad.
Hablando de eso, llegamos a la casa del ratón y a su campaña en curso para rehacer sus clásicos en acción real.
No fue una buena idea cuando empezaron en 2010 con Alicia en el País de las Maravillas, y tampoco lo es ahora. Lamentablemente, la horrible versión de Tim Burton del clásico fue un éxito de taquilla multimillonario en su momento, y eso dio a Disney suficiente incentivo para revisar todo su catálogo sin mucho cuidado o reflexión - y solo con el signo del dólar en los ojos y "¡Remake todo!" en los labios.
La laboriosa regurgitación tenía sentido para ellos: mínimo esfuerzo, ya que no tienes que inventar historias o personajes originales, y máxima recompensa, ya que la nostalgia parecía funcionar. Hasta cierto punto.
La Bella y la Bestia, Dumbo, El Rey León, Mulán, Pinocho... todas se estrenaron como un reloj, y todas eran totalmente derivadas de las originales.
La Sirenita de este año fue otro remake poco inspirado (y de aspecto muy feo) que hizo que todo el mundo se hiciera la misma pregunta después de todos y cada uno de los remakes de acción real de Disney: ¿Por qué perder el tiempo con estos refritos diseñados únicamente para exprimir la propiedad intelectual cuando podría estar viendo el original, que es mucho mejor?
Y esto no ha terminado, ya que el próximo año llegará a las pantallas el remake de Blancanieves y los siete enanitos, y ahora el cansancio que rodea a estos refritos se ha transformado en un desprecio absoluto a través de la polémica en las redes sociales.
Las entrevistas con Rachel Zegler, que interpreta a la nueva Blancanieves, han causado furor. Zegler, de ascendencia colombiana, ha sido objeto de trolling racista (al igual que Halle Bailey cuando fue elegida para interpretar a La Sirenita) y, como era de esperar, sus comentarios acerca de la lucha contra el patriarcado en esta nueva versión no han sentado nada bien. También ha surgido el debate sobre los siete enanitos, que se han eliminado del título y ahora se presentan como siete "criaturas mágicas".
La reacción contra Blancanieves es desagradable, pero confirma que las tácticas utilizadas por Disney (vuelta de género, casting daltónico, iniciativas falsamente progresistas, complaciente con las conversaciones actuales que los detractores tachan de "woke baiting"...) no son sorprendentes y se caracterizan por la aversión al riesgo. Utilizan los mismos métodos de siempre para distanciarse solo superficialmente del original, lo que a su vez empaña el legado, molesta a los fans y delata una falta de ideas realmente originales.
La lección que Hollywood debe aprender es que no todo necesita un universo cinematográfico. Durante un tiempo tuvieron sentido y funcionaron gracias a una planificación decente; ahora, el público tiene una sobredosis, y estas películas interconectadas solo parecen obra de productores y estudios hambrientos de dinero y con el piloto automático puesto para que el espectador suelte su bien ganado dinero. Disney, en particular, tiene que entender a estas alturas que basarse en nombres y franquicias preexistentes para producir copias sin alma de películas mejores ya no rima con éxito.
El público es consciente de ello y está claro que ya está harto.
Desgraciadamente, ya no hay vuelta atrás, pues el año que viene tendremos una secuela doble de Blancanieves y el Rey León, Moana, de Thomas Kail, Bambi, de Sarah Polley, y un montón de remakes más. Incluso se dice que Disney no ha aprendido absolutamente nada del fracaso de La Sirenita y anunciará una segunda película de acción real.
El ridículo se queda corto.
La lección de Barbenheimer
¿Hay alguna buena noticia en todo esto?
Sí: Barbenheimer, que ha pulverizado todas las expectativas de taquilla.
La Barbie de Greta Gerwig aportó algo fresco con su mirada feminista al popular juguete. Lleva recaudados 1180 millones de dólares en todo el mundo (con un presupuesto de 145 millones de dólares y una etiqueta de marketing aún mayor, de 150 millones) y va camino de convertirse en el estreno más taquillero de 2023.
Oppenheimer también ha sido un éxito rotundo, recaudando más de 722 millones de dólares en todo el mundo con un presupuesto de producción de 100 millones de dólares. Nada mal para un psicodrama de más de 3h sobre la invención de la bomba atómica que no es precisamente entretenimiento escapista en el sentido tradicional. Sin duda, la película ha demostrado que el público se está alejando de las superproducciones anodinas.
Tanto Gerwig como Christopher Nolan han dado al público una razón para desembolsar su dinero, sobre todo porque sus películas les tratan como seres inteligentes que deben ser recompensados con experiencias significativas en las salas de cine. Algo que muchas superproducciones no consiguen.
Sí, siempre habrá espacio para las películas de evasión, pero si algo nos ha enseñado la temporada de éxitos de taquilla de 2023 es que el público está ávido de películas originales y frescas, con buenos guiones y una clara falta de tonterías CGI que hayan visto innumerables veces antes.
Por ejemplo, los efectos especiales de The Flash, que provocan escalofríos y hacen que el acto final resulte totalmente irrisorio.
El panorama sigue cambiando y está por ver si Hollywood escucha el claro mensaje de que el público quiere nuevas historias. Sin embargo, el fenómeno Barbenheimer no puede ser ignorado y demuestra que si Hollywood quiere recuperación, asientos llenos y dinero en sus bolsillos, puede que tengan que replantearse sus planes a largo plazo para dominar la taquilla, así como llegar a un acuerdo con algunas demandas simples: pagar a los guionistas; tratarlos a ellos y a los actores con respeto; no engañarse pensando que el público no está al tanto de los peligros de la inteligencia artificial en la producción de películas; dar a su equipo de efectos especiales el tiempo y el dinero necesarios para perfeccionar su arte si van a depender excesivamente de la imagen generada por ordenador; y, sobre todo, dar crédito a los clientes que pagan con la inteligencia suficiente para no repetir la misma basura.
Si al menos se escuchan estas demandas -en el mejor de los casos, se cumplen-, entonces puede que el desastre del verano de 2023 fuera necesario.