Detrás de las bromas en la peluquería, una división política cada vez más marcada

Los peluqueros Julio Vargas y Paul Madrid atienden al cliente Vince Saavedra en la peluquería Eastside Cutters de Las Vegas, el 5 de febrero de 2024. (Bridget Bennett/The New York Times)
Los peluqueros Julio Vargas y Paul Madrid atienden al cliente Vince Saavedra en la peluquería Eastside Cutters de Las Vegas, el 5 de febrero de 2024. (Bridget Bennett/The New York Times)

Daniel Trujillo y Paul Madrid dirigen desde hace más de 20 años la peluquería Eastside Cutters, ubicada a unos cuantos kilómetros de los casinos de la Franja de Las Vegas, donde solían trabajar.

Gracias a las ganancias del negocio, pudieron comprar espaciosas casas en subdivisiones políticas cerca de la escuela pública de sus hijos. Ahorraron suficiente dinero para llevar de vacaciones a su familia algunas veces. Han superado los ciclos de subidas y bajadas característicos de la economía de Nevada.

Los muros del negocio están cubiertos de pinturas realizadas por Madrid que retratan héroes populares mexicanos como Emiliano Zapata y Frida Kahlo, en una muestra perdurable de orgullo patriótico.

Una pintura colocada en el escaparate de la peluquería hace referencia a otro aspecto importante de su vida. Sobre las franjas de un poste de barbero, en letra cursiva elaborada, se observa la leyenda: “La clase trabajadora”.

“Eso somos, hermano, y nunca se nos olvida”, comentó Trujillo, de 51 años. “Queremos trabajar. Queremos dinero. Queremos libertad. Eso es todo”.

“Aquí nadie recibió nunca una herencia enorme”, añadió Madrid, de 54 años.

Daniel Trujillo, a la izquierda, y Paul Madrid, peluqueros de Eastside Cutters en Las Vegas, el 5 de febrero de 2024. (Bridget Bennett/The New York Times)
Daniel Trujillo, a la izquierda, y Paul Madrid, peluqueros de Eastside Cutters en Las Vegas, el 5 de febrero de 2024. (Bridget Bennett/The New York Times)

Esa identidad, motivo de orgullo para Madrid y Trujillo, es un tema de gran interés para otros dos hombres: Donald Trump y Joe Biden. El apoyo hacia los demócratas entre los varones latinos, en particular aquellos que no completaron estudios universitarios, ha disminuido en años recientes, conforme el Partido Republicano de Trump ha intentado cambiar su imagen y venderse como el partido de la clase trabajadora. La reelección de Biden podría depender de su capacidad de darle un giro total a esta tendencia en varios estados en disputa, como Nevada.

Madrid y Trujillo son un ejemplo del reto que enfrenta Biden. Aunque su historia de vida es muy similar, pues ambos crecieron en Las Vegas, aprendieron un oficio, fueron miembros de un sindicato por un tiempo y perciben ingresos estables, no concuerdan en quién debería ser presidente.

Madrid sigue siendo un demócrata leal y todavía apoya a Biden, con todo y sus dudas. Trujillo es un partidario ardiente de Trump, pues considera que les da voz a personas como él.

Este antagonismo por lo regular crea una situación desagradable y delicada cuando separa familias o crea polémica en las redes sociales. Pero para estos dos hombres, amigos que bromean todos los días en un centro comercial de Las Vegas que no disimula sus años, las conversaciones sobre esta división son más reveladoras que dolorosas.

Coinciden en muchos puntos: a ambos les cuesta identificar algo que haya hecho el gobierno para mejorar su vida. Ambos se preguntan si sus hijos lograrán tener el mismo tipo de éxito económico que ellos. Ambos lamentan que ningún presidente haya logrado reparar un sistema de inmigración con fallas profundas.

Pero también tienen opiniones opuestas sobre principios básicos: Madrid está convencido de que los políticos podrían hacer el bien y deberían hacerlo. Trujillo cree que el gobierno debería dejar de estorbarle… o quizá incluso desaparecer.

Trasladados a un ‘melodrama de Jerry Springer’

Madrid y Trujillo vivieron infancias paralelas: hijos de padres oriundos del área rural de Nuevo México que se mudaron a Las Vegas durante el periodo de bonanza de finales de los años sesenta y principios de los setenta. Hablaban español con sus abuelos, jugaban fútbol americano y manejaban el mismo tipo de auto.

Después de terminar la preparatoria, Madrid ingresó al Ejército de Estados Unidos y lo enviaron a Alaska durante la guerra del Golfo. Ver cómo batallaban sus amigos con el trastorno de estrés postraumático lo hizo sentir agradecido de nunca haber tenido que participar en combate. Trujillo trabajó por un breve periodo como ayudante de camarero y en casinos de la Franja. Cuando se hastió del humo de los cigarrillos, decidió aprender el oficio de su hermano, que era barbero.

Por varios años, Madrid fue el más interesado del par en la política; para él, votar siempre ha sido una obligación cívica. Trujillo se desconectó casi por completo del tema, salvo cuando las noticias se tornaban en enredos divertidos que eran el tema central en la peluquería (recuerda en especial el juicio político contra el expresidente Bill Clinton).

“La política me habla. Yo no le hablo a la política”, dijo.

Recuerda haber votado por Barack Obama una vez, quizá en 2012… ¿O tal vez cuando todos hablaban de él en 2008? Como sea, Madrid fue quien lo convenció de que respaldar al primer presidente negro era importante, emocionante y una oportunidad de formar parte de un cambio.

Unos años después, cuando Trump apareció en escena, la política encontró a Trujillo de nuevo. La filosofía de Trump de acabar con todo compaginaba con la irritante percepción de Trujillo de que el país necesitaba una sacudida. Sus conferencias de prensa lo hacían reír. Al igual que muchos otros electores que favorecían a Trump, Trujillo comenzó a ponerle más atención y a votar.

“Trump nos trajo a todos un melodrama de Jerry Springer”, aseveró.

A Trujillo no lo disuadió la retórica vulgar de Trump. Al contrario, la disfrutaba. Todavía le parece que el comentario de Trump grabado por casualidad sobre manosear los genitales de las mujeres es una especie de llamado a “agarrar a Estados Unidos” en la misma zona. “No lo digo por falta de respeto”, dijo. “Es su modo de expresar que debemos aventarnos”.

Madrid sonríe y desvía la mirada en reacción a la fanfarronada. Rara vez discute con Trujillo o con sus clientes. Prefiere recurrir a acciones sutiles para comunicar su punto de vista. Poco después de la victoria de Biden en 2020, Madrid colgó una bandera estadounidense enorme en la trastienda del negocio en señal de que el patriotismo no es propiedad exclusiva de un partido.

En opinión de Madrid, Trump es un manipulador experto que se ha aprovechado de cristianos como él, de la clase trabajadora y de todas las personas convencidas de que el sistema político estadounidense necesita ser reparado. No siempre se guarda sus quejas. Hace algunos años, en su reunión semanal de estudio de la Biblia, compartió su preocupación sobre el daño que le causaban los ataques de Trump contra los inmigrantes a su comunidad y un amigo le imploró que dejara de hablar de política.

Su propio optimismo atraviesa periodos de altas y bajas, pero no comparte la opinión sombría de Trujillo y muchos de sus clientes sobre el gobierno. De cualquier manera, quisiera que un líder más joven que Biden estuviera listo para recibir la estafeta y se horroriza cada vez que el presidente da un traspié.

Aunque quisiera que no fuera así, Madrid ya aceptó que Biden será el nominado de su partido.

“Trato de no desesperar”, dijo, “no pierdo la esperanza de que pronto aparezca alguien mejor”.

¿Qué me va a afectar?

Desde que el negocio volvió a abrir sus puertas tras permanecer cerrado durante la pandemia de coronavirus en 2020, el ánimo entre la clientela, de mayoría latina, ha sido lúgubre.

Los hombres hablan de las injusticias que ven y se preguntan cuándo podrán estar en una mejor situación. Estos hombres (y sí son todos hombres, pues Trujillo les niega con toda cortesía cualquier servicio a las mujeres que llegan a preguntarle por un corte) describen una sensación vaga, pero persistente, de que no tienen ninguna de las oportunidades que otros han recibido.

“Hay mucha gente que busca que alguien les ayude, que les den cosas”, explicó Trujillo. “Yo quiero que mis impuestos sean justos. Quiero que el precio del gas que compro sea bajo. Quiero que las tasas de interés que me cobran sean bajas. Si me pudieras conceder esas tres cosas como estadounidense, estaría bien; para mí, eso significa que estás haciendo tu trabajo”.

Pero tanto él como Madrid tienen más esperanzas que hace dos años o incluso hace seis meses. Algunos días creen que el mundo está al borde del caos. Otros días se centran más en la seguridad relativa de su vida: Madrid ha viajado con su familia a Catar y a la ciudad de Nueva York en los últimos dos años. Los dos hijos de Trujillo compraron hace poco su primera casa. La peluquería va muy bien; hay clientes en sus sillas cada hora del día, varios días de la semana.

Por el momento, a Trujillo le encanta despotricar contra el “mundo con gente tan alerta a las injusticias”, pues ahora debe cuidar lo que dice. No cree que los ataques verbales de Trump contra los mexicanos lo hayan dañado en lo personal. “La gente solo anda buscando pretextos para ofenderse”, comentó.

A unas cuantas sillas, Madrid explicó su postura, que no tiene nada de complicada.

“Ya sabes qué me importa: ¿qué me va a afectar a mí?”, dijo una mañana hace poco. “¿Qué va a afectar a mi negocio? ¿Qué va a afectar mi hogar además de eso?”.

Una decepción compartida

Gran parte de los clientes de la peluquería son inmigrantes de México, El Salvador, Honduras y Colombia. Aunque no concuerdan en muchos temas, en lo que sí concuerdan Trujillo y Madrid es en que ambos partidos se han aprovechado de los inmigrantes que están ilegalmente en el condado, pero han trabajado y pagado impuestos desde hace años.

A Madrid le avergüenza hablar del historial del Partido Demócrata en el tema de inmigración. Aunque no se describiría como activista, sí tocó de puerta en puerta durante la campaña de Obama, la primera y única vez que lo ha hecho. Además, después repartió botellas de agua durante algunas marchas relacionadas con la inmigración. Le parece que no haber podido mejorar el sistema migratorio y haber deportado a millones de personas es una mancha en el legado de Obama.

También se ha sentido decepcionado porque Biden tampoco ha logrado reparar el sistema.

“Algunos ponen como excusa que no tenían suficiente tiempo o que no era una de las prioridades”, afirmó Madrid, con respecto a los dos presidentes demócratas. “Si algo no es una de tus prioridades, nunca vas a encontrar tiempo para hacerlo”.

Trujillo le tiene una especie de respeto fraternal a Madrid, e incluso le pide consejo político en algunas ocasiones. “Siempre va a saber más que yo”, señaló Trujillo con toda seriedad.

c.2024 The New York Times Company