Destruida por Ian, Sanibel será reconstruida para volver a ser la isla de nuestros sueños | Opinión

El gigantesco huracán Ian nos ha roto el corazón y nos ha robado aquello de lo que están hechos los sueños paradisíacos en nuestra agotada Florida.

Sus potentes vientos de categoría 4 levantaron marejadas más altas que la gente, acabando con vidas y arrancando más que árboles y concreto en las queridas islas de Florida.

El mortífero Ian ha aislado a Sanibel y Captiva, cortando la única vía de entrada y salida por tierra. El puente de Sanibel, el lugar donde respirábamos y dejábamos atrás los problemas, ha sido cercenado en trozos, desperdigados y arrastrados por la corriente como si se hubiera construido con bloques de construcción de juguete.

Ver desde lejos la catástrofe generalizada es duro, y la espera para regresar, lo es aún más.

Las islas gemelas de barrera son el hogar de cerca de 7,000 personas amantes de la playa que veneran la naturaleza. Y para las familias del sur de la Florida, como la mía, que las visitan religiosamente desde finales de los años 70, son el escenario de inolvidables recuerdos de vacaciones de verano.

Sanibel, particularmente, es especial por la forma como los residentes han luchado arduamente para limitar la densidad y preservar áreas de conservación frente al desarrollo amenazante.

“Es irónico que una isla que protegió tan ferozmente la naturaleza contra el desarrollo tenga ahora la naturaleza en su contra”, se lamenta mi amigo Rafael Peñalver, propietario de una segunda vivienda en Sanibel, en Sand Castle Road, desde 1980.

“Catastrófico”, dijo. “Cuando ocurren cosas así, uno se pregunta si volverá a ser lo mismo”.

Peñalver habla en nombre de muchos de quienes queremos a Sanibel sinceramente.

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Un destino popular

Algunos historiadores creen que la isla fue originalmente nombrada en honor a la Reina Isabel I de Castilla, Santa Isabel, por el explorador Juan Ponce de León cuando la encontró en 1513, habitada por indígenas de la tribu calusa.

Sanibel es popular entre los miamenses, tanto los profesionales que tienen condominios o casas allí, como Peñalver, un abogado de Coral Gables y presidente de la junta directiva del histórico Instituto San Carlos de Cayo Hueso, y como las familias cubanas de cuello azul como la mía.

Mis padres, que trabajaban en factorías, hacían labores adicionales y ahorraban todo el año para alquilar una casita estilo bungalow durante una añorada semana de verano en la parte sur de la isla, la más barata, años más tarde arrasada para dar paso a casas lujosas.

Entonces, el cercano y económico Colony Inn, que data a la década de los 1950, se convirtió en lo mas asequible.

Para mis nostálgicos padres exiliados, las suaves arenas y los mares turquesa de Sanibel se convirtieron en el preciado sustituto de su Varadero en Cuba. El verano que mi padre no disfrutó de su estancia en la isla, supe que la muerte acechaba.

La Calle Castillo de Arena

Los miamenses aprecian el ambiente más tranquilo de Sanibel, las reglas que lo mantienen con poca densidad, relajado y casi nunca alborotado.

Peñalver recuerda a sus huéspedes su regla general: si tu vecino puede escuchar tu música, está demasiado alta.

“El amor que le tengo a ese lugar, lo que ha significado para mí todos estos años”, rememoró Peñalver, sin saber el destino de su casa con vista al campo de golf. “Todo el amor que se pone en una casa así... Las hipnotizantes puestas de sol que he visto desde mi patio escuchando música clásica y el piar de los pájaros. Por la noche, se ven miles de estrellas. Las luces tienen que estar [instaladas] hacia abajo para que todos podamos ver el cielo nocturno”.

Sand Castle Road, castillo de arena, ¿no es el más bello de los nombres de calles?

Perfecto para una isla que no tiene semáforos. Sólo señales de alto, que la gente obedece. Tampoco hay grandes cadenas de tiendas o restaurantes, si no contamos el Dairy Queen, que está allí desde los años 50, un favorito de mi familia para tomar helados en las calurosas noches de verano.

Ahora, no ver este punto de referencia en los vídeos de los drones o de los vuelos de rescate es una causa de ansiedad.

“La ansiedad de saber si tengo casa o no, el no saber qué ha pasado con la gente que atendió a mi casa y que vive en un parque de casas rodantes en Periwinkle, justo después del Dairy Queen, es terrible”, dijo Peñalver.

Ambos hemos visto el vídeo viral en frecuencia acelerada de Periwinkle Way, la carretera principal de la isla, convertida en un río embravecido por la fuerza de Ian. Buscamos en varios videos su casa, el frágil parque de caravanas y los preciosos puntos de referencia en las nuevas imágenes aéreas.

¿Sigue en pie el histórico faro?

Lo está, según informa una cadena de televisión.

Un milagro —o una hazaña arquitectónica hecha por el hombre.

El Dairy Queen sobrevivió a Charley en 2004, hasta ahora el peor huracán que ha azotado el suroeste de Florida. Iván, Jeanne, Wilma e Irma también azotaron estas islas.

Pero este huracán... no hay palabras. Como dijo la alcaldesa de Sanibel, Holly Smith, en una emotiva carta “a los sanibelianos y a todos los que aman esta isla”, ella también “lucha por encontrar las palabras que transmitan mis sentimientos”.

El verano no será lo mismo sin el Dairy Queen.

Una isla con gran valor sentimental

Es una tontería decirlo cuando hay tanto en juego ahora mismo, pero esta columna es una oda a una isla devastada que conozco bien y a la que quiero por un sinfín de razones sentimentales.

El pasado mes de junio, conducía a mis nietos hacia Miami después de recogerlos en Jacksonville y Orlando para pasar dos semanas de campamento de verano, cuando, sin pensarlo mucho, salí de la autopista y proclamé: “¡Vamos a Sanibel!”.

“¡Síii!”, gritaron los “peques”, de edades entre los 5 y 13 años.

Fue toda una hazaña llegar hasta allí, conduciendo a través de la zona agrícola de Okeechobee. No es un camino recto como pensaba —y cuando llegué, la isla estaba con las reservaciones colmadas.

Sólo en el costoso Casa Ybel Resort quedaba una unidad de un dormitorio frente al mar, y la tomé, sin importar el precio de más de $500 por noche.

Ahora, no puedo estar más agradecida de haberlo hecho; los recuerdos son aún más valiosos.

Como reflexioné cuando me desperté con el amanecer más espectacular que jamás había visto: Tres generaciones de mi familia aman ahora a Sanibel.

Y llega Ian para quizás arruinar veranos venideros.

El proceso de restauración

Esta columna es también un llamado para que la restauración de la isla se lleve a cabo, como dice Peñalver, “bajo los mismos principios de respeto que hicieron de Sanibel un paraíso”: el compromiso de mantener la isla prístina y en su estado natural, con una población de baja densidad y con las características que la convierten en la mejor playa de conchas del estado, un destino gastronómico agradable, un hábitat para la vida silvestre y un refugio sombreado de senderos para bicicletas y playas.

El carácter pintoresco de Sanibel radica en sus distintivos negocios familiares, donde es fácil entablar conversación con los lugareños.

Haga compras en Jerry’s y salude al entrar o salir a los coloridos loros del patio. (Me pregunto dónde estarán, si volaron a un lugar seguro o si alguien se evacuó a los pájaros de la isla).

Coma en restaurantes de moda con nombres de animales: Lazy Flamingo, con su ambiente de bar. The Island Cow, que encanta a los niños con una magdalena dulce para empezar, pero que está cerrado desde el incendio de agosto. The Mucky Duck, el lugar para extasiarse con una gloriosa puesta de sol, bebida en mano, en Captiva, que es más pequeña y, por desgracia, más llena y sobrecargada que Sanibel.

Existe la preocupación de que, tras el paso de Ian, los intereses financieros se abalancen y traten de sacar provecho de la destrucción de las islas. La disminución del valor de las casas destrozadas que se encuentran en grandes lotes pueden convertirse en “mango bajito” para inversionistas.

“Más que nunca, Sanibel debe seguir siendo como es”, argumenta Peñalver. “Tenemos que regresar y salvar este lugar. La isla podría haberse desarrollado con hoteles de varios pisos y casinos, pero la gente que vivía allí apreciaba las cosas duraderas de la vida, el valor de la naturaleza y de la vida salvaje. La gente se respetaba mutuamente”.

Está triste, pero esperanzado: “Vamos a reconstruir. Estamos sanos y tenemos nuestras vidas. Estoy agradecido por 42 años de recuerdos invaluables”.

La vida salvaje sería lo último que disfrutaría Peñalver cuando protegía y cerraba su casa antes de la tormenta.

Encontró una bandada de ibis alimentándose en su césped, frente a la fuente de delfines saltarines.

Ibis alimentándose frente a la casa de Rafael Peñalver en la isla de Sanibel mientras un trabajador instala persianas en preparación para el huracán Ian.
Ibis alimentándose frente a la casa de Rafael Peñalver en la isla de Sanibel mientras un trabajador instala persianas en preparación para el huracán Ian.

“Nunca había visto una concentración semejante”, dijo.

Con los vientos que empezaban a arreciar, condujo de vuelta a Coral Gables cerca de las 11 de la noche. Al salir de Sand Castle Road, vio un hermoso zorro gris de ojos muy abiertos.

“Parecía tan asustado”, dijo.

Pero el viernes por la tarde, esta historia tuvo un final más alegre.

Peñalver me llamó, eufórico. Había localizado su casa en las imágenes del huracán de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.

“Está en pie, y tiene techo”, dijo.

“¡Esto es increíble! ¡Qué regalo! Estoy muy contento”.