Desplante de China al papa Francisco con el nombramiento de un obispo en Shanghái

El papa Francisco, en el Vaticano. (Michael Kappeler/dpa)
El papa Francisco, en el Vaticano. (Michael Kappeler/dpa) - Créditos: @dpa

ROMA.- En lo que para muchos significa que el Acuerdo Provisorio sobre la designación de Obispos firmado el 22 de septiembre de 2018 entre China y la Santa Sede no está funcionando, las autoridades chinas designaron al nuevo obispo de Shanghái, la mayor diócesis católica del país, en forma unilateral y sin consultar al Vaticano.

“La Santa Sede fue informada hace pocos días de la decisión de las autoridades chinas de trasladar a monseñor Shen Bin, obispo de Haimen, a la diócesis de Shanghái y se ha enterado por los medios que tuvo lugar su asunción esta mañana”, comentó el martes Matteo Bruni, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede. “Al momento no tengo nada más que decir en cuanto a la evaluación de la Santa Sede al respecto”, agregó el vocero.

El papa Francisco, en la Plaza San Pedro. (Evandro Inetti/ZUMA Press Wire/dpa)
El papa Francisco, en la Plaza San Pedro. (Evandro Inetti/ZUMA Press Wire/dpa) - Créditos: @Evandro Inetti

Se descuenta que en el Vaticano no cayó bien esa movida, que viola el Acuerdo Provisorio sobre designación de Obispos firmado en 2018 y renovado dos veces (en 2020 y en 2022). Aunque Shen Bin ya era obispo, para el traslado a otra diócesis es necesario el visto bueno del Papa, algo que fue ignorado por las autoridades chinas.

Monseñor Shen Bin, obispo de Haimen que fue designado en la diócesis de Shanghái
Monseñor Shen Bin, obispo de Haimen que fue designado en la diócesis de Shanghái - Créditos: @LIU BIN

Aunque el Acuerdo Provisorio para la Designación de Obispos no implicó el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre el Vaticano y China –interrumpidas hace más de 70 años-, en su momento se consideró un primer paso más que trascendental en este sentido y un éxito diplomático de Francisco, que con el paso del tiempo es cada vez más cuestionado.

En poco de más de cuatro años, en efecto, en verdad sólo seis obispos fueron instalados por voluntad conjunta, de los cuales dos ya habían sido aprobados antes por las autoridades chinas. En noviembre, además, las autoridades chinas nombraron a un obispo en una diócesis que el Vaticano no reconoce; entonces, por primera vez la Santa Sede protestó públicamente.

La República Popular China –donde se estima que hay 12 millones de católicos- y la Santa Sede no tienen relaciones desde 1951, cuando el régimen comunista expulsó a su representante pontificio.

Entonces, la Santa Sede se vio obligada a trasladarse a Taiwán, y comenzó una fuerte persecución contra los católicos. En 1957, el gobierno chino creó la Asociación Patriótica, un órgano para controlar a los católicos en el nuevo cuadro político. Desde entonces, comenzaron a haber ordenaciones de obispos que no eran nombrados ni reconocidos por el Vaticano. Y nació lo que se fue llamando una “Iglesia Patriótica”, con edificios y lugares de culto abiertos a los fieles y otra “Iglesia clandestina”, con obispos reconocidos por Roma, que creían que debían resistir al control del gobierno.

Shangái, una diócesis importante, estaba sin obispo desde 2012, cuando las autoridades chinas pusieron bajo arresto domiciliario a monseñor Tadeo Ma Daqin, por haberse disociado de la Asociación Patriótica. Aunque Shen Bin ya era obispo en otra diócesis, su traslado a Shangái, que necesita consenso del Papa, volvió a poner en duda la predisposición de las autoridades chinas a cumplir con el Acuerdo.

Este fue siempre muy criticado por sectores que lo acusan de entregar el catolicismo al poder político. Uno de sus más acérrimos detractores, el cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, lo consideró una “traición” de parte del Vaticano y una “rendición” al gobierno comunista chino.

En noviembre pasado, en una entrevista con la revista jesuita America Magazine, el Papa –que cree que el futuro de la Iglesia está en Asia y que en una oportunidad reconoció que el Acuerdo no era el mejor- dejó en claro que, más allá de los problemas, quiere seguir adelante con el proceso iniciado con China.

“El diálogo es el camino de la mejor diplomacia. Con China yo he optado por la vía del diálogo. Es lento, tiene sus fracasos, tiene sus éxitos, pero no encuentro otra vía. Y esto quiero subrayarlo: el pueblo chino es un pueblo de gran sabiduría y que merece mis respetos y mi admiración, chapeau. Y por eso trato de dialogar, porque no es que vamos a conquistar gente, no. Hay cristianos ahí, hay que cuidarlos, que sean buenos chinos y buenos cristianos. El diálogo siempre abre puertas, siempre”, subrayó.