¿Lo último en desigualdad de la vivienda? Se aceptan mascotas.

Chris Fuentes con su perra Lola en el edificio de apartamentos donde vive en Longmont, Colorado, el 23 de julio de 2024. (Joanna Kulesza/The New York Times)
Chris Fuentes con su perra Lola en el edificio de apartamentos donde vive en Longmont, Colorado, el 23 de julio de 2024. (Joanna Kulesza/The New York Times)

Basta con echar un vistazo a los anuncios de apartamentos de lujo (¡parques privados para perros! ¡Hora feliz con mascotas!) y pareciera que estamos en la edad de oro para los inquilinos con mascotas.

Pero si bajamos de precio, el panorama cambia. En Boston, por ejemplo, solo el 24 por ciento de los anuncios de renta de viviendas que no son de lujo admiten mascotas, en comparación con el 86 por ciento de los de lujo, según Boston Pads, una plataforma inmobiliaria.

E incluso los inmuebles en renta que suelen aceptar mascotas solo admiten a animales de ciertas razas y tamaños e inquilinos que pueden pagar cuotas adicionales por tener mascotas. En todo el país, alrededor del 94 por ciento de los apartamentos tienen restricciones de raza o tamaño, según Michelson Found Animals, una fundación filantrópica, y la gran mayoría cobra una fianza o un alquiler por mascota.

Es más probable que los arrendatarios estadounidenses, el 59 por ciento de los cuales tienen mascotas, sean jóvenes, negros, hispanos o tengan un ingreso menor que los propietarios de una vivienda. En un mercado de alquiler cada vez más inasequible, algunos defensores de los animales de compañía luchan contra las restricciones y las cuotas y afirman que su aceptación se ha convertido en lo último en desigualdad en materia de vivienda.

Los legisladores tomaron nota y no tardaron en proponer varios proyectos de ley estatales y federales relacionados con las cuotas por mascotas o las restricciones por raza. En enero, Colorado se convirtió en el primer estado en promulgar una ley que limita el pago de rentas y depósitos por mascotas e impide a las aseguradoras de viviendas aplicar restricciones por raza.

Ross Barker, que dirige los programas de vivienda de Michelson Found Animals, apoyó la nueva ley de Colorado. Considera que la falta de viviendas “incluyentes para mascotas” (lo cual su organización define como aquellas que permiten mascotas de todas las razas y tamaños, sin tarifas excesivas) es otro signo de desigualdad en Estados Unidos.

“A no ser que te alcance para rentar un apartamento en un edificio de lujo o que puedas absorber cientos de dólares en cuotas mensuales o únicas, puedes verte obligado a elegir entre la vivienda y tu mascota”, comentó. “No es solo una cuestión relacionada con los animales, también es una cuestión humana”.

La Ley de vivienda justa, que prohíbe la discriminación en materia de vivienda, no contempla a los animales de compañía como clase protegida, aunque el 97 por ciento de los estadounidenses propietarios de mascotas consideran a sus animales parte de la familia (esta ley no incluyó a los niños sino hasta 1989).

Y aunque con el tiempo los caseros han aceptado más a las mascotas —como dijo un veterano de la industria: “Hace 30 años era un milagro que un arrendador aceptara un perro”— casi tres cuartas partes de los dueños de mascotas afirman que encontrar vivienda de alquiler es un reto. Esto es en particular cierto para quienes tienen perros grandes o supuestamente agresivos, como pit bulls o huskies. Como muchas aseguradoras de vivienda se niegan a cubrir esas razas, muchos caseros no las aceptan.

Bronwen Dickey, autora de “Pit Bull: The Battle Over an American Icon”, explicó que las prohibiciones de razas se remontan al siglo XII y siempre han tenido más que ver con los dueños que con las mascotas. En su opinión, “es más fácil prohibir un tipo de perro que un tipo de persona”.

Las restricciones de raza “afectan de manera desproporcionada a las personas con menos poder político y económico”, afirmó la escritora. Esto es muy evidente si tenemos en cuenta que los inquilinos de bajos ingresos, no pueden darse el lujo de comprar un goldendoodle de 2000 dólares, y prefieren adoptar perros mestizos que son una mezcla de una raza prohibida o de otros tipos.

La investigación académica también ha revelado disparidades en cuanto a los pagos que se hacen por tener animales de compañía y las políticas de prohibición de mascotas. Un estudio realizado en Texas demostró que las comunidades de bajos ingresos y las comunidades de color pagaban cuotas desproporcionadamente más altas por tener animales de compañía que las comunidades en las que predominaban las personas blancas y adineradas. Otro estudio, realizado en Winston-Salem, Carolina del Norte, reveló que los perros estaban prohibidos en menos de una cuarta parte de las viviendas de los barrios blancos, pero en más de la mitad de las de los barrios negros.

“Esto es parte de un proyecto más amplio, de siglos de duración, para, en esencia, controlar la vida de los desfavorecidos”, comentó Dan Rose, profesor de sociología de la Universidad Estatal de Winston-Salem y autor principal del segundo estudio. “No poder tener una mascota es una de las muchas luchas a las que te enfrentarás como un inquilino que solo quiere vivir su vida”.

‌En 2021, Chris Fuentes iba en su bicicleta en Longmont, Colorado, cuando vio un par de ojos y orejas que se asomaban por una zanja de drenaje. Tardó 40 minutos en conseguir que la asustada perrita se le acercara. Aunque llevaba microchip, los dueños no respondieron a la llamada de Fuentes.

Así que Fuentes decidió que la chihuahua se llamaría Lola y se la llevó al almacén sin aislamiento donde vivía. A veces hacía tanto frío que tenía que arropar a Lola con su sudadera. Verla temblar lo motivó a buscar una vivienda permanente.

Consiguió un subsidio de vivienda y empezó a presentar solicitudes para alquilar apartamentos. Pero los propietarios se negaban en cuanto se enteraban de la existencia de Lola, a pesar de que Fuentes la había certificado como animal de apoyo emocional debido a su ansiedad (los defensores del bienestar animal suelen atribuir el aumento de este tipo de certificaciones a las limitadas opciones de alquiler; la National Apartment Association, un grupo de la industria, lo atribuye a que los inquilinos quieren evitar el pago de cuotas por mascotas).

“Me rechazaban, específicamente, por Lola”, recordó Fuentes. “No cedían”.

Los propietarios suelen citar los riesgos financieros como base de las restricciones y las cuotas por mascotas. “El sector de la vivienda de alquiler es un negocio de bajo margen”, señaló Nicole Upano, quien supervisa la política de vivienda y los asuntos regulatorios de la National Apartment Association. “Cuando existe la posibilidad de que se produzcan incidentes o daños relacionados con las mascotas, tienen que mitigar ese riesgo”.

Según Demetrios Salpoglou, fundador de Boston Pads, estos temores también pueden explicar por qué se admiten mascotas en los alquileres de lujo: los promotores inmobiliarios de lujo pueden absorber con mayor facilidad las posibles consecuencias de las mascotas que causan destrozos comparados con los propietarios tradicionales.

Salpoglou, dueño y administrador de propiedades de alquiler desde hace décadas, entiende las reticencias de los pequeños propietarios. Pero, en su experiencia, las mascotas que causan daños importantes son la excepción y no la regla. Salpoglou admite mascotas en todas sus propiedades, aunque impone restricciones de raza relacionadas con el seguro.

Chris Fuentes con su perra Lola en el edificio de apartamentos donde vive en Longmont, Colorado, el 23 de julio de 2024. (Joanna Kulesza/The New York Times)
Chris Fuentes con su perra Lola en el edificio de apartamentos donde vive en Longmont, Colorado, el 23 de julio de 2024. (Joanna Kulesza/The New York Times)

“Hay demasiada histeria”, afirmó. “Los propietarios son demasiado restrictivos en sus filosofías básicas contra las mascotas".

c.2024 The New York Times Company