Lo que no se vio de la victoria de la Argentina en Perú: el medido festejo, “el fútbol engaña” y los aplausos a Messi de madrugada
LIMA.- Es la 1.20 de la madrugada. El ómnibus del seleccionado ya depositó a los jugadores en el hotel cinco estrellas de una zona plácida de Lima. Hay, a esa hora, unos 100 hinchas que insisten con el ritual. “Messi, Messi”, cantan. Aplauden. Aplauden como si la obra de teatro acabara de terminar: ya pasaron algunas horas del triunfo de la Argentina por 2 a 0 sobre Perú, en el estadio Nacional, con dos joyas de Lionel Messi. El campeón del mundo es el líder de la eliminatoria, el equipo local está en el fondo del mar y, en el mientras tanto, sigue esa devoción que, a esta altura, es universal.
Ocurre un rato antes, en el final del partido, cuando la seguridad se desborda y entran uno, dos, tres intrépidos, saltan el alambrado y caen de rodillas sobre el césped. Van en busca de Leo. Todos quieren darle un abrazo, tal vez a modo de símbolo de lo que significa el fútbol. El abrazo que todos queremos darle. En la intimidad, de todos modos, Leo es uno más. Se cuenta que el festejo es medido, sobrio. Hay alegría, es cierto, pero el grupo es una roca de fidelidad por el triunfo. Después de la Copa América, de la Finalísima y, sobre todo, después de Qatar, se mantiene el hambre. Uruguay, en casa y Brasil, en el Maracaná. Los jugadores hablan de eso, en la clásica fila rumbo al ómnibus. Hablan de desafíos, de nuevos récords. De marcas. De las eliminatorias a la Copa América. Y así, en una asombrosa rueda interminable.
“Las ganas de seguir compitiendo, de no dormirse, de querer seguir ganando. Eso es lo mejor, en todo equipo es importante, pero en una selección aún más, me gratifica. Es el gen argentino”, cuenta Lionel Scaloni, que charla con los medios después de la conferencia de prensa, como uno más, detrás de los cracks que salen uno tras otro, rumbo a la vida que les toca. Tomar un avión, volver a los grandes equipos europeos, la mayoría de ellos. Aterrizar, vestirse de clubes y volver a competir. Todo se da dentro de una desorganización enorme, hinchas, policías, gritos, sirenas. todo junto. Pequeños desbordes aquí, allá. La selección, dentro de ese contexto, es un bálsamo.
Siempre los pies sobre la tierra. En Qatar, Lima y Buenos Aires. “El fútbol engaña, es muy relativo. Toda esa superioridad que parece, con un gol se derrumba. Con una lesión se derrumba, con un resbalón se derrumba. Entonces, no hay que agrandarse. El equipo está bien, pero no se puede sentirse superior a los demás. Tiene que competir como si fuera de igual a igual en todos los partidos y como si enfrentara al mejor equipo del mundo. Eso es lo más importante. Lo repito: el fútbol te engaña y te puede poner en tu lugar. Nos pasó a nosotros, con Arabia Saudita, Y lo más importante es volver, después”, analiza el conductor, también aplaudido cuando baja del micro. A la selección la aplauden los rivales.
La defensa, cuando el 0 a 0 parecía inamovible hasta que Leo se disfrazó de Messi, fue un baluarte. Lo es siempre: Romero y Otamendi son una muralla y los laterales, unos u otros, redoblan esfuerzos. Entraron Martínez Quarta y Pezzella y el equipo casi no sufrió consecuencias. Según Opta, empresa líder en datos duros, Otamendi lideró los pases completados desde el fondo (86), fue segundo en recuperaciones (9), detrás de Enzo Fernández y también fue el mejor en el rubro “intervenciones”, con 103. “No bajamos la guardia, tal vez esa sea una de las razones. Fijate que ya estamos pensando en Uruguay y Brasil, esa es nuestra mentalidad”, cuenta el veterano zaguero, otro símbolo que transformó su historia de selección.
Nicolás Tagliafico, otro defensor, analiza al equipo con su habitual cuota de sensatez. “Estamos bien físicamente. Nos costó más de lo esperado, pero estamos fuertes. Estamos bien desde lo técnico y tratamos de manejar los partidos no solo futbolísticamente, sino también emocionalmente. Tratar de entender que no todo el tiempo podemos atacar, que hay espacio para defender, ocupar espacios”, suscribe.
Es posible que el nene aquel, el del abrazo con Messi, no haya apegado un ojo en toda la noche. Lo mismo ocurre con los futbolistas, que celebran la victoria con calma y analizan estrategias al porvenir. El seleccionado es una de las pocas cosas que funcionan muy bien en nuestro país. Algo debe tener. Lo dice al pasar Scaloni, con una sonrisa medida. Sin falsa modestia. “Nacieron para competir. El ADN de ellos es la competencia. Y que cuando no jueguen más van a extrañar todo esto, como yo, que ya no puedo. Hay que seguir, no hay que dormirse”, aclara el DT, que tuvo la fortuna, él sí, de darle un abrazo a Leo.