La venganza de Shamar ahora es deportiva

Houston (Texas, EE.UU.), 21 jun (EFE).- Shamar Nicholson es el actual goleador de Jamaica y de las eliminatorias de la Concacaf rumbo al Mundial 2026.

Y Shamar también es aquél hombre ese que juró vengarse por el asesinato de su padre y pensó hacer justicia por mano propia.

Parece ficción pero es real.

Y tan real como la muerte de su papá en un 2015 que lo marcó para siempre, son los goles del delantero del Clermont Foot 63 de la Ligue 1 francesa que este sábado ante México quiere acabar con la sequía de anotaciones de Jamaica en la Copa América, torneo en el que los Reggae Boyz nunca han anotado, empatado ni han ganado un partido.

Shamar, de 27 años, llega afilado.

Ha convertido ocho goles en los últimos siete partidos con la camiseta número 11 de Jamaica.

Pero su historia de vida y superación personal da para una película.

El hombre del gueto

Nicholson nació en Kingston, la capital jamaiquina, un 16 de marzo de 1997.

Como él mismo contó en una entrevista para So Foot se crió en uno de los barrios marginales de Kingston. Creció en un gueto, donde la violencia es flor de cada día.

"Crecer allí es difícil. Tengo muchos amigos que han muerto o se han convertido en delincuentes, no fue fácil. Lo más habitual es convertirse en un gángster".

Y en uno de ellos se hubiese transformado si el deporte no se interponía en su camino.

"Cuando mataron a mi padre, yo estaba en mi punto más bajo y dejé el fútbol", confesó.

"Cuando lo mataron, lo único en lo que podía pensar era en la venganza. La violencia se acumulaba dentro de mí, salía con las personas equivocadas. Estaba pensando en hacer cosas malas, matar gente", declaró Shamar.

Pero el fútbol y su familia tenían para él otros planes. El balón lo amaba y quería que Shamar copara las portadas en los diarios pero por sus celebraciones deportivas, no en la crónica roja.

"Podría haber conseguido un arma, es más fácil de lo que piensas. La gente especulaba, hablaban de mí diciendo: ‘Seguro que se vengará y se convertirá en una mala persona’. Pero tomé el camino correcto, que era perseguir mi sueño de convertirme en futbolista".

El joven delantero, de 1,93 metros de estatura y 80 kilogramos, sin darse cuenta superó poco a poco su dolor.

"Mi familia estaba ahí. No me dejaron quedar atrapado en esa trampa. Me hablaron, me dijeron: ‘Hay dos salidas. O mueres o vas a prisión. No puedes vivir así’. Vi que mis seres queridos estaban tristes por mi culpa, le estaba causando mucho estrés a mi mamá. Me dije: ‘No, esto no es para mí, no puedo seguir así’. Lo superé todo gracias a su amor”, reveló.

Sin olvidar a los suyos

"El fútbol es mi vida", agrega Shamar. "Me concentré totalmente en el deporte. Sin distracciones. Decidí hacer todos los sacrificios necesarios para convertirme en un jugador profesional en el extranjero. Dejé poco a poco el dolor y la ira. Amaré siempre a mi padre, eso sí nunca cambiará", expresó el delantero del Clermont.

Se olvidó de la ira que lo carcomía y el éxito llegó.

Shamar comenzó a despegar en el fútbol. De su debut en el 2014 con los Boys Town jamaicanos, pasó en 2017 al NK Domzale esloveno y dos años después al Royal Charleroi belga.

De allí saltó al fútbol ruso con el Spartak de Moscú en 2021 y al año siguiente ganó la Copa de Rusia. Desde 2023 hace parte de la plantilla del Clermont.

"Lo primero que quise hacer cuando me convertí en futbolista fue darles una vida mejor y sacar a mi familia del gueto. Mi madre, mi tía y mi abuela ahora viven en otro lugar, en un entorno mucho mejor".

Y como él vivió penas y pasó necesidades no olvida su barrio y está organizando una fundación.

"Me dije a mí mismo que cuando saliera de allí, trataría de hacer algo para ayudar a la gente. La fundación estará ahí para animar a los jóvenes, ayudarles a conseguir becas escolares, apoyarles para que se conviertan en abogados, médicos, bomberos", dice un optimista Shamar, el punta que ha marcado 19 goles en 49 partidos con Jamaica y que espera celebrar con su país en esta Copa América.

Ese al que el fútbol salvó de la cárcel o de la muerte.

Claudia Aguilar Ramírez

(c) Agencia EFE