Tigres, el equipo cuya camiseta pesa: ganan hasta por inercia, como contra Pumas

Tigres venció a Pumas. Jesús Ángulo festejando su gol a Pumas en las Semifinales de la Liga MX. (Mauricio Salas/Jam Media/Getty Images)
Tigres venció a Pumas. Jesús Ángulo festejando su gol a Pumas en las Semifinales de la Liga MX. (Mauricio Salas/Jam Media/Getty Images)

Tigres tiene todas las vidas posibles. Su juego no es brillante, o no como se esperaría. Pero sí lo suficientemente efectivo para cumplir objetivos. Contra Puebla, en los Cuartos de Final, se les estaba complicando el partido. Parecía que se irían con desventaja en su visita. Pero en los minutos finales empataron con un golazo de Raymundo Fulgencio. Y en la vuelta, en casa, todo les salió a la perfección. Ganaron sin mayor esfuerzo 3-0 y pasaron a las Semifinales. Es una costumbre para Tigres estar, al menos, entre los cuatro mejores del futbol mexicano.

Se suele decir que, en el futbol, hay camisetas que pesan. Y la de Tigres ya es una de ellas, aunque muchos no lo quieran admitir. El equipo felino ha consolidado un dominio en México que está lejos de ser una moda. Quizá les hacía falta demostrar que podían ganar sin Ricardo Ferretti. Lo hicieron este año, cuando dieron la vuelta olímpica en casa de Chivas. Y ahora van por la novena estrella. Son palabras mayores. En Ciudad Universitaria, contra Pumas, dieron otro paso adelante en esa lucha.

Fue un partido que encontró un punto de ruptura con la expulsión de Santiago Trigos. Hasta entonces, era un partido parejo y la obligación recaía en Pumas, que debía sacar una ventaja sí o sí en casa. Con un jugador más, Tigres comprendió que era el momento de irlo a buscar todo. De ir por el triunfo. Ya en el primer tiempo habían tenido oportunidades claras. Un balón que le quedó a Sebastián Córdova frente al arco, y que caprichosamente pegó en el poste, y que previamente había sido atajado por Julio González, en un vuelo antológico.

La expulsión obligó a Pumas a replegar líneas. Y Tigres comenzó a insistir. A veces, por su poderío, pareciera que no necesitan de grandes alardes para generar presión. Lo hacen con naturalidad. Y en una incursión en ataque, Jesús Ángulo rompió el cero para darle la ventaja definitiva a Tigres. Contó con la complicidad de Julio González, figura de Pumas hace una semana contra Chivas y en el primer tiempo de este mismo partido, que ahora no atacó de forma correcta el disparo de Ángulo y terminó con la mano doblada.

Pumas intentó después del gol, pero era tarde. Con la desventaja numérica y en el marcador, no quedó nada más que la resignación: ir en busca de una heroica victoria el próximo domingo en el Universitario de Nuevo León. Tigres salió con el marcador a favor y lo hicieron sin su insignia, André-Pierre Gignac. El francés, que se ha vuelto especialista en anotarle a Pumas (les ha hecho 17 goles), sufrió una molestia muscular que le alejó de este primer partido.

Tigres, en tanto, demuestra ser un equipo tan maduro que ganan hasta sin él. Tienen casta de campeón, de rey con corona, y la quieren defender. Su futbol no se compara, en brillantez, con el que práctica el América. Ver a Tigres, muchas veces, no suele ser lo entretenido que se esperaría de un equipo con tantos recursos. En cambio, para amantes y odiadores, el América actual garantiza una cosa: espectáculo. Son polos casi opuestos, pero unidos por un hilo conductor: la mística.

Las Águilas siempre la han tenido. Tigres la ha construido. Muchos dirán que la comprando, a punta de billetazos. El dinero importa, ayuda, claro. No lo es todo. Jamás lo será en este deporte: ahí está el vecino, Rayados de Monterrey, que tira la casa por la ventana cada seis meses sólo para fracasar de maneras vergonzosas. La camiseta de Tigres pesa. Y pesa porque ellos todavía no se la creen: por eso ganan hasta cuando no lo esperan. Son ganadores sin soberbia. Son un equipo que dejó de ser chico, pero que mantiene el hambre de esos días oscuros.

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