Una táctica autócrata resulta contraproducente en Venezuela

Una protesta antigubernamental en el centro de Caracas, Venezuela, el lunes (Adriana Loureiro Fernandez/The New York Times)
Una protesta antigubernamental en el centro de Caracas, Venezuela, el lunes (Adriana Loureiro Fernandez/The New York Times)

Nicolás Maduro se proclamó vencedor en las elecciones. Sin embargo, los sondeos a boca de urna sugieren que el candidato de la oposición obtuvo una victoria aplastante.

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Es habitual que los autócratas celebren elecciones. Como he escrito antes, ganar unas elecciones puede permitir a un líder autocrático reclamar un mandato popular y demostrar a los militares y a la élite política que el control del gobierno sobre el poder es lo suficientemente fuerte como para hacer de la lealtad su apuesta más segura.

Si los autócratas aceptan celebrar elecciones, suele ser porque creen que van a ganar, según Gretchen Helmke, politóloga de la Universidad Rochester de Nueva York que estudia la democracia en las Américas. “O al menos están muy cerca de ganar, de modo que inclinar el resultado a su favor no se considera tan atroz”, añadió.

Por tanto, la celebración de elecciones no suele ser un riesgo para el poder autocrático, sino un medio para intentar legitimarlo y reforzarlo. Estos líderes suelen utilizar las herramientas del Estado para manipular y controlar las elecciones de forma “previa” a la votación real, como la detención de líderes de la oposición, la inhabilitación de candidatos de la oposición y la represión contra los medios de comunicación.

Pero a veces ese manual falla. Incluso los comicios controlados pueden dar sorpresas, dando la victoria a la oposición en lugar de ratificar el poder del partido en el poder. Cuando esto ocurre, las elecciones pueden pasar de ser una herramienta para el autócrata a una pesadilla.

El dictador chileno Augusto Pinochet, por ejemplo, esperaba que el plebiscito de 1988 le otorgara un nuevo mandato, pero en lugar de ello resultó ser su perdición, expulsándolo del poder y dando paso al retorno a la democracia.

Aún no está muy claro qué significarán los resultados de las elecciones para el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien ha demostrado su habilidad para aferrarse al poder. Maduro se proclamó vencedor de las elecciones del domingo, después de que el organismo electoral, controlado por el gobierno, lo declarara ganador.

Sin embargo, los sondeos a boca de urna y un cálculo por parte de la oposición de las actas del 81 por ciento de las máquinas de votación del país sugieren que el candidato de la oposición, Edmundo González, ganó en realidad por una amplia mayoría. (El Times no ha podido verificar esos datos de forma independiente, pero mis colegas de Upshot escribieron un útil análisis de por qué hay razones para creer que González obtuvo una mayoría sustancial).

Y el gobierno se ha negado a hacer público el recuento de votos, lo que socava aun más la confianza en el resultado proclamado.

Han estallado protestas en todo el país. Al menos 16 personas han muerto y 750 han sido detenidas por las fuerzas de seguridad. Colombia y Brasil, dos de los principales aliados de Venezuela, se han distanciado un poco de Maduro y le han pedido que publique los resultados completos de las elecciones. El jueves, Estados Unidos reconoció a González como ganador de las elecciones, aunque no está claro cómo puede afectar esto al control del poder por parte de Maduro.

Sin embargo, según los analistas, no ha habido deserciones en el ejército, y Maduro se ha mantenido en el poder durante años a pesar de que en ocasiones se ha enfrentado a una intensa presión internacional para que dimitiera.


No es lo que recomienda el ‘manual del autócrata’

La manipulación abierta del día de las elecciones conlleva altos costos políticos dentro y fuera del país.

“Si vas a consultar el manual del autócrata, hay un capítulo entero sobre lo que no hay que hacer para robar elecciones”, bromeó Steven Levitsky, politólogo de Harvard que estudia el retroceso democrático en América Latina y otros lugares. Las interferencias de última hora en el recuento de votos estarían sin duda en él. Las autoridades venezolanas “prácticamente escribieron ese capítulo”, tras haber manipulado con éxito elecciones anteriores, lo que hace que el alcance del aparente fraude de última hora en esta sea “asombroso”, dijo.

Una posibilidad es que Maduro invirtiera poco en la manipulación previa porque él (o el gobierno) creía realmente que iban a ganar y que las encuestas estaban equivocadas, dijo Dorothy Kronick, politóloga de la Universidad de California, en Berkeley. Los sondeos de opinión de Venezuela sugerían desde hacía tiempo que la oposición era extremadamente popular, pero sus candidatos han obtenido sistemáticamente resultados inferiores a los de sus encuestas en el pasado, según un reciente análisis de Francisco Rodríguez, economista de la Universidad de Denver.

Teniendo esto en cuenta, dijo Kronick, “no creo que fuera delirante por parte de Maduro esperar que, dada toda su capacidad de manipulación preelectoral, efectivamente obtendría más votos el domingo”.

A veces, las sorpresas electorales pueden provenir de uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los autócratas: obtener información precisa. Los miembros del círculo cercano del gobierno suelen ser reacios a transmitir malas noticias o datos inconvenientes, lo que dificulta que los líderes conozcan la verdadera magnitud de los riesgos a los que se enfrentan.


¿Qué podría ocurrir a continuación?

La mayor incógnita es si la votación podría obligar a Maduro a dimitir. Después de todo, se ha mantenido en el poder incluso en medio de un amplio descontento interno y a pesar del éxodo de millones de venezolanos que esencialmente han renunciado a vivir en su país de origen bajo su gobierno.

Esta ni siquiera es la primera vez que Estados Unidos reconoce a una figura de la oposición como líder legítimo de Venezuela. En 2019, el gobierno de Trump reconoció a Juan Guaidó, entonces líder de la Asamblea Nacional de Venezuela, como presidente del país después de que Guaidó citara una sección de la Constitución venezolana para reclamar el manto de liderazgo.

Decenas de países apoyaron la iniciativa, pero al final Guaidó perdió fuerza. El año pasado huyó a Estados Unidos y Maduro emergió más fuerte que nunca.

Pero hay casos en los que unos resultados electorales inesperados suponen una auténtica mejora de la democracia. (Sigo pensando que esto debería llamarse “avance democrático” porque invierte el retroceso democrático, pero hasta ahora ese término no se ha puesto de moda).

Guatemala ha seguido ese camino este año, por ejemplo, al igual que Ucrania en 2004. En ninguno de los dos casos se produjo un retorno inmediato a la democracia plena, pero en ambos países los líderes de la oposición pudieron acceder al poder, a pesar de los esfuerzos de los gobernantes por mantenerlos fuera. Y en la década de 1980, las elecciones pusieron fin a las dictaduras militares en Argentina y Chile.

Pero no siempre funciona así. En Rusia, en 2011, surgieron protestas por un supuesto fraude en las elecciones legislativas, pero el resultado fue una severa represión de la disidencia y la oposición política que continúa hasta hoy y que, en última instancia, fortaleció el control del poder por parte de Vladimir Putin.

El futuro de Venezuela dependerá probablemente de si otras élites del gobierno, y en particular sus militares, permanecen leales a Maduro. “Hasta ahora, la oposición ha hecho un trabajo increíble de coordinación y unificación, pero no está claro que haya actores en el gobierno —dentro del círculo cercano de Maduro, dentro del ejército o dentro del poder judicial— que tengan suficientes incentivos para romper con Maduro”, dijo Helmke.

La falta incluso de deserciones de bajo nivel o motines dentro del ejército, dijo Levitsky, fue notable: “Es extraordinario, si se mantiene, el grado en que las fuerzas de seguridad han permanecido con el gobierno”.

Eso apunta a un problema mayor, dijo Helmke. “Cuanto más anárquico se vuelve el régimen, más difícil es conseguir que los subordinados deserten estratégicamente. Es realmente difícil hacer predicciones en este momento, pero lo que está en juego para todos los venezolanos no podría ser mayor”.


Amanda Taub
es autora de The Interpreter, una columna y boletín que explica los sucesos internacionales. Reside en Londres. Más de Amanda Taub

c. 2024 The New York Times Company