El régimen iraní la quiso secuestrar, pero ella continúa su lucha contra el velo

Negarse a esconder su cabellera bajo el manto de un velo es apenas la punta del iceberg de la protesta que encarna Alinejad
Presley Ann

Nueva York.- La dueña del cabello más odiado de Irán emerge como de la nada en un sur de Manhattan que empieza a despertar de la pandemia. La suya es una cabellera eléctrica, llena de bucles y adornada por una flor. Debajo sale un cuerpo menudo y fibroso que se mueve con nervio, caminando a pasos rápidos y cortos. Lleva un vestido minifaldero y carga con una de esas bolsas enormes en las que las mujeres de Nueva York llevan medio apartamento. Citarse con Masih Alinejad (Ghomi Kola, Irán, 44 años) ha tenido su misterio. Un intermediario sin nombre ha programado el encuentro en un portal el lunes a las nueve de la mañana. Otra llamada sin identificar, instantes antes, ha preguntado por el atuendo y el aspecto de los presentes. Unos minutos después ha aparecido ella: periodista y activista, feminista, disidente, amenazada.

Su cautela parece escasa: la Justicia estadounidense ha imputado a cuatro agentes iraníes por urdir un plan para secuestrarla desde su casa de Brooklyn, llevársela en lancha a Venezuela y de allí a su país natal, que pretendía ponerla ante un tribunal con un final incierto. Otro periodista disidente exiliado, capturado en 2019, fue ahorcado el pasado diciembre. Tres meses antes, se ejecutó al campeón de lucha Navid Afkari.

Vigilada

A Alinejad llevaban meses vigilándola, fotografiando sus movimientos y los de su marido e hijastro, de 14 años. Habían analizado las rutas marítimas y las mejores salidas para perpetrar en suelo estadounidense una operación con aire de novela de la Guerra Fría. El FBI lo descubrió y la trasladó a diferentes casas en poco tiempo. Ahora vive bajo protección policial y le han aconsejado que se mude a otra ciudad y baje el perfil. No quiere. “Claro que da miedo, tengo que mirar detrás de mí todo el tiempo”, admite, “pero hay mujeres en la cárcel en Irán como consecuencia de lo que yo estoy haciendo aquí; ¿cómo me voy a rendir yo?”. “Quiero que la gente entienda”, continúa, “que las mujeres en Irán son unas guerreras, no quiero que los medios solo cubran nuestras historias cuando somos víctimas”.

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Cinco millones y medio de seguidores en Instagram, 336.000 en Facebook, un programa televisivo en una cadena pública estadounidense y un régimen al que saca de quicio. Alinejad, que llegó a Estados Unidos en 2009 y tiene la nacionalidad norteamericana, lleva años arreando a Teherán por los abusos a los derechos humanos y se ha significado especialmente contra la represión de las mujeres y la obligatoriedad del hiyab (palabra árabe para referirse al pañuelo que cubre la cabeza y el pecho). En 2014, lanzó en redes la campaña Mi libertad oculta, animando a las iraníes a fotografiarse sin velo y, en 2018, promovió los Miércoles blancos, con la misma tónica y una gran repercusión porque lo hacían en lugares públicos. Era la primera vez que la República Islámica se enfrentaba a una protesta contra el velo forzoso desde que lo impuso en 1983. Enseguida arrestaron a 29 mujeres por alterar el orden. A una, Saba Kordafshari, la condenaron a 24 años de cárcel.

Contra la hipocresía

“El hiyab obligatorio no es un trozo de tela, es el principal pilar de nuestra dictadura religiosa. Cuando las mujeres yazidíes fueron liberadas del Estado Islámico, lo primero que muchas hicieron fue quemar su burka. ¿Sabe por qué? Porque era un símbolo de opresión. Para mí es el símbolo más visible de la opresión, es el muro de Berlín del régimen; si lo tiramos, se cae ese régimen”, explica. En paralelo, brotan en Europa movimientos feministas en contra de la prohibición del velo islámico en los espacios públicos. Alinejad responde: “A mí lo único que me molesta de eso es la hipocresía, veo ese movimiento feminista condenando el veto al burkini en Francia, pero cuando se trata del velo forzoso se callan. No solo eso, hay políticas que van a Irán y se lo ponen, con lo que legitiman esa norma”.

Destila Masih Alinejad frustración hacia la realpolitik, el pragmatismo geoestratégico que practican los gobiernos con un régimen que tiene un programa atómico y con el que intentan negociar un nuevo acuerdo nuclear. También con la sociedad civil. “Las mujeres, por ejemplo, no pueden entrar en los estadios de fútbol. A una chica de 29 años [Sahar Khodayari] la detuvieron por disfrazarse de hombre para poder ver un partido, en el siglo XXI, y se inmoló antes de entrar en prisión. Está muerta. A la FIFA no le importa”, protesta.

Desde chica

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Nacida en 1976, tres años antes de la revolución iraní, Alinejad creció rodeada de todas esas normas, pero algo dentro de ella no le permitió naturalizarlas. Cuenta su epifanía como algo bastante prosaico. “Yo vivía en un pueblo, con una familia tradicional, y tenía un hermano que podía hacer todo: montar en bici, jugar al fútbol, ir al estadio… Yo quería lo mismo y me alié con él, a escondidas hacíamos todo juntos. A cambio, yo le acompañaba cuando temía la oscuridad del jardín”, rememora. “Lancé mi revolución contra la revolución de mi padre desde el jardín de mi casa”, añade. Se hizo periodista y se casó muy joven, con un poeta. Antes de los 24, ya se habían divorciado y el juez le quitó la custodia de su hijo, entonces de tres años. Tiempo después se fue del país, pasó por Líbano, recaló en el Reino Unido y acabó en Estados Unidos.

Su hermano Ali, el muchacho con el que se alió, está cumpliendo ocho años de prisión en Irán. Su hermana la repudió en televisión. En 2018, el Gobierno de Teherán pidió a su familia, que sigue viviendo en el país, que invitasen a Masih a un encuentro familiar, después de tantos años, en Turquía, de modo que la policía pudiese hablar con ella. Ali, dice Masih, la previno. En Turquía es donde atraparon al periodista Ruhollah Zam antes de ahorcarlo.

En Estados Unidos

Después de que la justicia hiciese pública la imputación de la trama para secuestrarla, el 13 de julio, la activista viajó a Washington y se reunió con varios congresistas, más republicanos que demócratas. También fue recibida por el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, y la llamó por teléfono el secretario de Estado, Antony Blinken. También cuenta con fotos anteriores con el predecesor en el cargo, Mike Pompeo, jefe de la diplomacia durante la Administración de Donald Trump.

Ante la pregunta por el escaso entusiasmo que despierta entre el ala izquierda del Partido Demócrata, especialmente entre las jóvenes congresistas progresistas, responde: “Una de ellas, Ihlan Omar, incluso ha publicado informes intentando difamar, diciendo que recibo dinero del Gobierno, pero eso es público, yo trabajo en Voice of America desde que Obama estaba en el poder, y luego con Trump y ahora con Biden”.

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Alinejad presenta un programa en el servicio persa de Voice of America, un conglomerado de radio, web y televisión en más de 40 idiomas que fue creado en 1942 y depende del Gobierno de Estados Unidos. Su lucha, subraya, “no tiene que ver con quién es presidente de Estados Unidos, sino con librarse de los que ahora mandan en Irán”, insiste. Durante la campaña electoral que llevó a Trump al poder, ella se preocupó porque convertía el velo obligatorio en una guerra cultural contra el velo en general.

Labios bien rojos

Además de acusarla de espía, dice, Teherán también ha difundido que fue violada en Londres. Ante la extrañeza de la periodista, explica: “En su mente perturbada si te violan es por culpa tuya y estás deshonrada”.

¿Nunca ha pensado en tirar la toalla y retirarse a vivir tranquila? “No, yo he perdido todo”, responde. El régimen, además, está demostrando con los secuestros de disidentes de los últimos años “que tiene miedo”. “Todos los hombres que me rodean me han apoyado, han sido mis grandes aliados”. No solo se refiere a su marido, Kambiz Foroorah, un periodista y analista de seguridad, sino también a su hermano, y a otros a los que no quiere mencionar para no ponerlos en peligro. Se ha roto la voz de Masih Alinejad al hablar de ellos, también del luchador ahorcado.

Despacha la entrevista muy poco después. Ya había dejado claro al principio que quería que se hablase de guerreras. Antes de posar para las fotografías, se recoge el pelo a lo alto y se pinta los labios de rojo intenso.