Las posturas ambiguas de Lula da Silva sobre la crisis en Venezuela le empiezan a pasar factura interna
BRASILIA.- La tolerancia del presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, hacia el régimen autoritario de Nicolás Maduro, reforzada en los últimos días por la ausencia de críticas al proceso electoral venezolano, se ha convertido en uno de los temas más desgastantes para el Palacio de Planalto en este tercer mandato petista.
En medio de la represión militar de las protestas opositoras en Venezuela y de las amplias denuncias de fraude en las elecciones del domingo, funcionarios del gobierno brasileño, miembros de la base aliada y hasta dirigentes del PT reaccionaron ante la postura de Lula de minimizar la crisis venezolana y la decisión de su partido de reconocer la victoria de Maduro, la que calificó de “democrática”.
El tema también es explotado por el bolsonarismo y es una de las principales banderas de su “guerra cultural” en las redes sociales.
Aunque Lula no parece tener intenciones de cambiar de rumbo, la valoración que hacen en el Planalto es que Venezuela se convirtió en uno de los asuntos de mayor repercusión en la agenda internacional, precisamente debido a la explotación que hace del tema la base electoral del expresidente Jair Bolsonaro.
Además, las encuestas internas marcan que en otras ocasiones en que el líder petista envió señales de aprobación al régimen de Maduro, su popularidad entre los brasileños cayó. Pero esa erosión es previa al tercer mandato de Lula y ya fue intensamente capitalizada por el bolsonarismo en las redes sociales en las elecciones de 2018, cuando el candidato del PT, Fernando Haddad, fue derrotado por Bolsonaro.
“Nada inusual”
En una entrevista concedida el martes, Lula dijo que no veía “nada inusual” en la situación política del país vecino, aunque exigió la publicación de las actas electorales. El presidente brasileño evitó referirse a las denuncias de violaciones a los derechos humanos y de persecución a opositores al chavismo.
A contrapelo de Lula y al PT, la actual ministra de Medioambiente, Marina Silva, dijo que el régimen bolivariano “no es una democracia”.
“Mi opinión a título personal, y no hablo en nombre del gobierno, es que no se encuadra como una democracia. Muy por el contrario. Brasil tiene mucha razón en querer ver las actas, los mapas, todas las pruebas de que se trata de una decisión soberana del pueblo venezolano”, dijo Silva al portal de noticias Metrópoles.
El presidente del Congreso Nacional, Rodrigo Pacheco, del Partido Social Democrático (PSD), afirmó que “la lucha por la democracia no da margen para ser selectivos y casuísticos”, y agregó que “la equidad y la transparencia del proceso electoral que asegure la prevalencia de la voluntad popular es la base esencial e insalvable de toda democracia”. “El gobierno venezolano se aleja de eso al no demostrar claramente su apego a esos valores”, subrayó.
El desacuerdo se extiende a los propios miembros del PT, como el exjefe de la bancada petista en la Cámara Baja, Reginaldo Lopes, quien manifestó su rechazo al gobierno de Maduro. Según Lopes, “las acciones de Maduro en Venezuela muestran la postura de un dictador”.
Las críticas a Lula y a la posición del PT también llegaron de los presidentes de partidos que tienen ministros en el gabinete de gobierno, como Carlos Siqueira, del Partido Socialista Brasileño (PSB), y Antônio Rueda, de Unión Brasil. “Es absurdo. La democracia es un pilar global, y a quienes les duela es porque van a contrapelo del mundo. Para mí, la posición del PT es absurda y equivocada”, dice el presidente de Unión Brasil.
El PSB, dirigido por el vicepresidente Geraldo Alckmin, tiene tres ministros en el gabinete y es otros de los partidos que se pronunció contra el régimen chavista.
“La posición del PSB es contraria al sistema venezolano. Lo calificamos de dictadura. Respeto la posición del PT, pero nosotros la vemos de otra manera. El PSB es independiente del gobierno y tiene una posición consolidada sobre el tema. Nunca esperé que en Venezuela hubiera elecciones libres y transparentes, porque no lo espero de una dictadura, como tampoco espero ahora ninguna aclaración honesta de parte de ellos”, dice Siqueira.
Lula ya había sido criticado por recibir a Maduro en Brasilia con honores de jefe de Estado en mayo del año pasado. Un mes después, en una encuesta que medía las noticias sobre el gobierno consideradas negativas, el encuentro entre Lula y Maduro encabezó las respuestas, con un 10% de menciones de los encuestados.
Desgaste
En paralelo, la oposición estudia cómo explotar las posiciones del PT y de Lula para desgastar al gobierno en vísperas del año electoral. En sus redes sociales, el expresidente Jair Bolsonaro criticó la relección de Maduro. Lo mismo hicieron sus hijos, el senador Flávio Bolsonaro y el concejal por Río de Janeiro, Carlos Bolsonaro.
Fábio Wajngarten, uno de los hombres más cercanos al expresidente, afirmó que “esta es una semana estresante para la política exterior de Brasil”. Además del caso venezolano, recordó que el martes se vio al vicepresidente Geraldo Alckmin cerca del líder de Hamas, Ismail Haniyeh, durante la toma de posesión del presidente de Irán. Haniyeh murió horas después en un ataque.
“Nuestra política exterior es un desastre tras otro. El vicepresidente aparece junto a un líder de Hamas, mientras que el presidente de la República no se manifiesta públicamente sobre las elecciones de Venezuela. Por eso no querían que Bolsonaro hablara de Maduro en 2022″, dijo Wajngarten.
Según dirigentes del Partido Liberal entrevistados por O Globo, las críticas al gobierno de Lula serán ampliadas por los candidatos a las alcaldías de las capitales de los estados. En sus actos y manifestaciones públicas, Bolsonaro y sus seguidores insistirán con la retórica de que el Planalto simpatiza con los regímenes dictatoriales.
Las redes sociales bolsonaristas también replicaron la imagen de Alckmin junto a los líderes de Hamas. Ambos episodios también serán utilizados como una forma de “cancelar” cualquier mención a las críticas del bolsonarismo al sistema electoral brasileño.
Gabriel Sabóia y Sérgio Roxo
Traducción de Jaime Arrambide