Percepción del bienestar: midieron el índice de felicidad de los argentinos y los resultados son preocupantes

“Se observa de manera sistemática un deterioro en la calidad de vida de los argentinos, cuyos niveles de burnout se encuentran entre los más altos de los últimos años”, dice el estudio
“Se observa de manera sistemática un deterioro en la calidad de vida de los argentinos, cuyos niveles de burnout se encuentran entre los más altos de los últimos años”, dice el estudio - Créditos: @INTERNATIONAL SOS

Los argentinos se sienten cada vez más estresados, menos felices y, con frecuencia, postergan planes personales como hacer deporte o encontrarse con amigos, por sentirse disconformes y agobiados por la situación actual. Así surge de un informe que presentó el Observatorio de Tendencias Sociales de la Universidad Siglo 21, que desde 2018 viene monitoreando los niveles de felicidad y burnout de la población, dos indicadores clave, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) para conocer el estado de la salud emocional y mental de la población.

Según este informe, en esta primera mitad del año, se alcanzaron los niveles más altos de burnout (o agotamiento laboral) y los más bajos de felicidad, desde que se evalúan estos indicadores. Para medirlo, se usaron dos escalas internacionales estandarizadas y aunque se trata de una muestra reducida, de 1050 casos, tomada en distintos puntos del país en personas de entre 18 y 65 años, el nivel de error muestral del 3,6% permitiría extrapolarlo a la población general, según explican sus impulsores.

Así, siete de cada diez argentinos dijeron estar disconformes con su situación actual. El relevamiento identificó un incremento en los niveles de estrés y una disminución en los niveles de felicidad. Según los datos, uno de cada tres argentinos se siente tan cansado que no puede realizar otras actividades después del trabajo.

Hace más de una década, la OMS solicitó a los estados monitorear los niveles de bienestar de la población, ya que se trata de un factor crítico y esencial para el desarrollo de una comunidad. “Si las personas no cuentan con un cierto nivel de bienestar, no pueden afrontar el estrés cotidiano, asumir nuevos desafíos, trabajar de forma productiva o desarrollar su talento. Se asume que entre el 60% y el 70% de las diferencias individuales en el bienestar pueden vincularse con el contexto laboral, el nivel educativo y el socioeconómico, entre otros”, señala el informe. Por eso, a partir de la recomendación de la OMS, distintos países (Finlandia, Suecia, Noruega, Francia y México, entro otros) comenzaron a medir oficialmente los niveles de bienestar, a través de los estadíos de percepción de felicidad de una población, como así también los niveles de estrés crónico y agotamiento emocional, que se mide por el grado de burnout. Hasta el momento, la Argentina no adoptó esa medición.

“Se observa de manera sistemática un deterioro en la calidad de vida de los argentinos, cuyos niveles de burnout se encuentran entre los más altos de los últimos años”, dice el estudio, al comparar los datos obtenidos desde 2018. Los autores aclaran que no es un reflejo de la coyuntura actual exclusivamente, sino que es una foto de las sucesivas crisis, que tienen un efecto acumulativo. “Este año disminuyeron con respecto a 2023 los niveles de felicidad y bienestar de la población argentina: la mitad de los argentinos (el 50,7%) se siente satisfecho con su vida y 7 de cada 10 (el 63,4%) están disconformes con su situación actual”, apunta el informe.

¿Cuál es la explicación de este deterioro? Entre otros factores, los investigadores señalan la situación económica, la sensación de pérdida de control que genera la inflación, y la espera de una mejoría económica que todavía no cambió la realidad del interior de los hogares, entre algunas de las explicaciones, aunque aclaran que se trata de una combinación de variables sociales, económicas y personales. “Son muchos los factores que inciden. Entre ellos, las relaciones sociales, el capital social de las personas es fundamental a la hora de sentir que uno tiene recursos como para enfrentar los desafíos que se plantean en la vida. De hecho, los argentinos alcanzan valores similares a los españoles, pero probablemente a fuerza de desarrollar mucha resiliencia, muchos recursos internos para equilibrar la situación adversa”, explica Luis Morera, director del Observatorio de Tendencias Sociales de la Universidad Siglo 21.

Cada año, desde 2018, se aplica el Cuestionario de Burnout de Maslach. El análisis interanual, desde entonces, muestra un incremento significativo del grado de estrés y agotamiento emocional en el último año. El 24% de la población (uno de cada cuatro) afirma que la mayor parte de los días siente que no puede relajarse después del trabajo y le cuesta cada vez más iniciar una nueva jornada laboral. Las personas de entre 50 y 59 años fueron las que mayores niveles de burnout presentaron. Por otro lado, los jóvenes de entre 18 y 29 son el único grupo etario que mostró un aumento en los niveles de felicidad.

Uno de cada cuatro

Hace un año, uno de cada cinco argentinos padecía agotamiento extremo. Hoy es uno de cada cuatro. Este incremento tiene consecuencias en otros ámbitos: además de aumentar el ausentismo laboral, y de producir una baja de la productividad, las personas que sufren el síndrome presentan el doble de probabilidades de experimentar un trastorno mental en el futuro, por ejemplo, depresión. También se incrementa en un 80% la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares, señala el informe.

Un dato que resulta llamativo es que, en relevamientos anteriores, el nivel de estudios actuaba como un factor protector. En esta medición no resultó así. Incluso las personas con posgrados incrementaron su nivel de burnout. Morera lo explica así: “Todos estamos expuestos a distintos niveles de estrés. El burnout se produce cuando se registran niveles elevados y sostenidos de estrés crónico. En el ámbito laboral, todos tenemos expectativas y demandas. Si están por debajo de nuestros recursos, nos aburrimos. Si están equilibradas y nos ofrecen desafíos acordes estamos bien, podemos manejarlas y crecer en el ámbito laboral. Si están muy por encima de nuestra capacidad de respuesta se transforman en estrés. En esta medición, incluso aquellos con mayor formación profesional, que antes sentían que tenían mayores recursos de afrontamiento, además de poder aspirar a posiciones mejor remuneradas, se sintieron tan agotados y desbordados como los demás”, detalla.

Cuando midieron felicidad, los datos indican que los niveles aumentaron en 2023 respecto del año anterior, pero volvieron a caer este año, ubicándose ahora entre los más bajos de los últimos años. En líneas generales se puede decir que menos de la mitad se siente feliz o satisfecho con su vida. Se preguntaron cuestiones puntuales: “En la mayoría de los aspectos de mi vida son como quiero que sean”. El 60% dijo que no, 5% más que en la medición anterior. Uno de cada dos dijo que está satisfecho con su vida. El 45% respondió “Hasta ahora he obtenido las cosas que quiero en mi vida”, con una mejora del 5% respecto a 2023. Y el 50% dijo que si pudiera elegir, elegiría que su vida fuera igual a lo que es.

“La felicidad es un camino hacia el desarrollo óptimo. Desafortunadamente, las crisis sociales y económicas en la Argentina han llevado a que el bienestar emocional no sea considerado un recurso estratégico para el desarrollo nacional. No obstante, es esencial tener un nivel adecuado de bienestar para enfrentar el estrés diario, trabajar productivamente y desarrollar las potencialidades”, señala el informe.