Nervios crispados y quejas multiplicadas: el rugby está haciendo todo para acercarse a lo peor del fútbol

La semifinal entre Alumni y Newman por el Top 12 de la URBA terminó en un escándalo con el árbitro Nehuén Jauri Rivero insultado y prepoteado por hinchas.
La semifinal entre Alumni y Newman por el Top 12 de la URBA terminó en un escándalo con el árbitro Nehuén Jauri Rivero insultado y prepoteado por hinchas.

Cansado y crispado. Así llega el rugby al fin de este 2023. Aquí y en los centros de poder. Hay una queja generalizada de los jugadores sobre lo extensa que es la temporada, que cada año se va alargando un poco más. Si el rugby tenía por costumbre en estas tierras comenzar la competencia en abril y concluirla a fines de octubre, se ha naturalizado un calendario que arranca en febrero y termina casi sobre diciembre.

Podría encontrarse un paralelo con la Copa del Mundo que se disputó en Francia: la crítica mayoritaria es que un torneo que dura 50 días no es atractivo, salvo para los que llegan a las instancias decisivas. Y si aquí se han intensificado los agravios a los referees, afuera se produce una situación similar. A los tristes episodios vividos en las semifinales de la URBA –que no son un caso aislado en la Argentina-, se le puede agregar que el TMO de la final del Mundial, Tom Foley, abandonó hace unos días el arbitraje a raíz de las críticas y amenazas que recibió a través de las redes sociales. Más aun: ayer mismo, las autoridades de la European Rugby Challenge Cup (EPCR) anunciaron que tomarán medidas para proteger a los árbitros de los abusos y amenazas online y que para ello hasta recurrirán “a las fuerzas del orden”.

El periodista español Fermín de la Calle, uno de los más lúcidos analistas del rugby en el idioma castellano, escribió una columna en “El periódico de España” en la que señala que mientras el fútbol está intentando copiar al rugby al estudiar la implementación de algunas de sus reglas –las expulsiones temporales, que el capitán sea el único que puede hablar con el árbitro, entre otras- el rugby está haciendo todo para acercarse a lo peor del fútbol, a aquello que peyorativamente se le dice “futbolización”.

Mientras todos estábamos encerrados por la pandemia, los clubes de la URBA se unieron, a propósito del asesinato de Fernando Báez Sosa, para trabajar en el tema de la violencia en sus distintas expresiones. Se armó una comisión, llamada FIMCO, a la que los representantes de prácticamente todos los clubes asistieron durante casi dos años de modo online. El gran desafío era bajar todos esos talleres al campo una vez que regresara la actividad en los clubes.

Aquella ilusoria consigna de que la pandemia iba a dejarnos un mundo mejor también quedó sepultada en el rugby. Los gritos e insultos contra los árbitros recrudecieron en los últimos dos años, de la mano, en el caso de la URBA, especialmente, de un campeonato que en su máxima categoría se juega al estilo y con reglas para profesionales, pero con jugadores amateurs. El aspecto formativo y social del rugby cada vez va perdiendo más espacio. Y no hay tolerancia por perder un partido.

Nehuén Jauri Rivero, el árbitro increpado por jugadores y socios de Newman en la semifinal del Top 12
Nehuén Jauri Rivero, el árbitro increpado por jugadores y socios de Newman en la semifinal del Top 12

El Top 12 es un campeonato atractivo, que a los jugadores les gusta jugar, con toda la vibración y pasión que tienen las semifinales y la final. ¿Pero es realmente el formato necesario para un rugby voluntario? El año próximo, San Luis será el único club que no pertenecerá al Norte del AMBA. La competencia termina siendo elitista, para los clubes con más poder adquisitivo. Y, además, con más peso en la justicia deportiva.

A un jugador de Virreyes que estaba como juez de touch en un partido de juveniles lo suspendieron por 70 semanas por un supuesto insulto. La gente de Newman que insultó al árbitro en la semifinal con Alumni recibió 26 semanas de castigo, menos de la mitad. Pero no sólo es con Newman. Otros clubes del Top 12 también suelen disponer de un trato distinto al resto. La URBA se asemeja a un mapa en el cual está su campeonato estrella, el de la TV, y después viene lo demás. Un modelo que la UAR replica, pero con el alto rendimiento.

Si 2023 se cierra con este escenario, quizá la dirigencia tenga que reunirse y trabajar para reordenar los campeonatos y calendarios y, sobre todo, para reestablecer cuáles son las prioridades del rugby argentino en un contexto global que tampoco acompaña.