Nelson Cuevas hizo un gol clave en un superclásico, jugó dos Mundiales y ahora se dedica a una empresa de excavaciones

Nelson Cuevas le pellizca la pelota a Roberto Abbondanzieri y marca el 2-0 para River ante Boca, en el Monumental, en 2004
Nelson Cuevas le pellizca la pelota a Roberto Abbondanzieri y marca el 2-0 para River ante Boca, en el Monumental, en 2004

“Desde chico soñaba con jugar en River. Y estaba más desesperado por estar en River que por ir a jugar al fútbol italiano”, confesó Nelson Cuevas la misma tarde que fue presentado en el club de Núñez, con 19 años, allá por febrero de 1999. Era un juvenil del seleccionado paraguayo que arribó al conjunto millonario a cambio de 950.000 dólares procedente de Atlético Tempetary, un humilde club que en ese momento había ascendido a la primera división de su país. Era delantero, aunque en un sudamericano en Mar del Plata se destacó como lateral, porque “se lesionó un defensor y con tal de jugar lo hago de cualquier cosa”, había justificado.

Cuando llegó a River todas las negociaciones para concretar el pase las hizo... su mamá, Nidia Concepción Amarilla de Cuevas. “El presidente de Atlético Tempetary, Epifanio Rojas, era dueño de la mitad de pase de Nelson y la otra le pertenecía a la madre del jugador. Rojas había ubicado a Cuevas en el fútbol italiano. Udinese era el club con el que había acordado de palabra su transferencia. Por poco no se concretó. O, mejor dicho, por Nidia, que, sin muchos rodeos, eligió el camino más seguro para cumplir el deseo de su hijo. Se fue una tarde al Monumental, pidió una entrevista con el presidente de River, David Pintado, y no dudó: ‘Quiero que mi hijo juegue en este club. Y aquí estoy para negociar’, le dijo”, recordó LA NACION en ese momento. Estuvo cinco horas esperando que la atiendan. Hoy, a 25 años de ese pase, Pipino muestra un drástico cambio de vida: decidió abocarse a las perforaciones de pozo artesiano e instalación de bombas de agua potable en distintas construcciones a cargo de su empresa “YCuevas Perforaciones”.

Y encontró en las redes sociales un método vital para difundir su trabajo. Es por eso que cada obra que realiza la muestra y explica en sus cuentas dando a conocer cómo funciona su empresa de cara a cada emprendimiento. En Instagram, por ejemplo, desembarcó en octubre de 2020, en plena pandemia de COVID-19. A través de esos canales, además, abrió su vida, para compartir los momentos en familia y sus jornadas de golf, el deporte que de manera amateur reemplazó al fútbol en el que alcanzó la fama, con una tarde ícono en su carrera.

“Lo había soñado en la semana, había soñado que le hacía un gol a Boca. Me acuerdo que entré, que el partido se terminaba. Lucho González se la pasó a la Gata Fernández, que definió y el Pato Abbondazieri dio rebote. Ahí estaba yo. No entraba más la pelota, la gente se impacientaba. Metí el gol y el Monumental se vino abajo. Es un recuerdo maravilloso, porque hacerle un gol a Boca es lo más”, recordó tiempo después. Aquel 2-0 fue un 7 de noviembre de 2004, hace casi 20 años. A River lo dirigía Leonardo Astrada, hoy comentarista en la televisión. En las tribunas había público de ambos equipos. Parece que fue otra vida, pero no. Fue en ésta.

El gol de Cuevas a Boca

Como futbolista, el paraguayo dejó muy gratos recuerdos en su destacado paso por River, donde dio cinco vueltas olímpicas: Apertura 99 y Clausura 2000, 2002, 2003 y 2004. Además de aquel inolvidable a Boca, hizo otros 12 goles en los 103 partidos que lució la camiseta del equipo millonario. Hubo otro, en el mismo Monumental, sobre la hora y frente a Racing después de una corrida con su sello de veloz y escurridizo, que resultó vital para que River obtuviera un título y lo catapultó a afianzarse en la selección mayor de su país, con la que jugó los Mundiales de Corea-Japón 2002 y Alemania 2006. Esas jugadas son hoy solamente recuerdos. Los botines quedaron colgados junto a los trofeos que guarda en su casa desde que Pipino decidió tomar otro rumbo tras su retiro en 2013, cuando jugaba para Carapeguá, en la segunda División de Paraguay, y el DT Celso Ayala, con el que compartió su etapa en River, le comunicó que no lo tendría en cuenta. Tiempo antes, una operación de menisco y cartílago de la rodilla izquierda había limitado su continuidad.

Cuevas encontró otra vida distanciado del fútbol, trabajando en obras de construcción. Tiene un sentimiento especial: “Es la empresa de mi padre hace más de 30 años. Al principio le estaba ayudando nomás, por el tema que todos quieren agua ahora. Así que hay mucho trabajo”. Es un legado, fuera del deporte. Actualmente está en San Bernardino. De zapatos marrones, pantalón azul y chomba celeste se para frente a una cámara e invita a conocer los detalles de lo que le espera junto al equipo de trabajo. Muestra las máquinas, los materiales, los camiones, cómo son los pozos. Un Cuevas que mantiene su estampa y su verborragia, pero desde un rol casi inédito.

Nelson Cuevas junto a su mujer, Alicia Ramírez, en una foto que subió a las redes sociales en una de sus vacaciones
Nelson Cuevas junto a su mujer, Alicia Ramírez, en una foto que subió a las redes sociales en una de sus vacaciones - Créditos: @Instagram @pipinocuevas23

Desde su salida del fútbol, Cuevas se dedica a la actividad empresarial. Sin embargo, sigue de cerca lo que sucede en el mundo del deporte. Cuando el exjugador Ronaldinho fue detenido en Paraguay, Pipino fue uno de los primeros en ir a visitarlo. “Estuvimos hablando como 5 ó 6 horas. Es una situación muy complicada, muy difícil. Es una víctima de todo esto, pero a la vez cometió el delito”, comentó aquella vez. Nunca escondió nada. Incluso, compartió fotos sensuales con su pareja, la exmodelo Alicia Ramírez. Su vida privada por momentos se hizo pública, sobre todo cuando tomó exposición con sus intervenciones en programas de televisión, cantando y bailando.

Internado con dengue en dos oportunidades, se sobrepuso con la misma fe con la que encaraba en la cancha las áreas rivales. “Estoy pasando un mal momento, pero voy saliendo de a poco. Tengo las plaquetas bajas y ahora estoy con 39 grados de temperatura, pero la estamos peleando”, describió la última vez, en marzo de 2020, a sus contactos a través de un Estado en su WhatsApp, mientras estaba internado en un sanatorio. Su vida se transformó en un reality. Y pasó de tirar caños a hacer túneles (para proveer agua).