Nahuel Guzmán, el portero que odias enfrentar, pero al que siempre quisieras en tu equipo

Nahuel Guzmán en la Final de Vuelta del Clausura 2023 entre Tigres y Chivas. (Alfredo Moya/Jam Media/Getty Images)
Nahuel Guzmán en la Final de Vuelta del Clausura 2023 entre Tigres y Chivas. (Alfredo Moya/Jam Media/Getty Images)

Nahuel Guzmán es el portero que nadie quiere enfrentar, pero que todos quieren en su equipo. Es una realidad, por irónico que resulte. ¿Quién no quisiera contar con un guardameta tan efectivo en los momentos de apremio? Guzmán podrá ser molesto, quejumbroso y no pocas veces ha hecho gala de su juego sucio. Pero su condición de guardameta decisivo no puede estar en duda para nadie que lo haya visto atajar en México durante los últimos nueve años.

Desde su llegada, en el Apertura 2014, Guzmán ha sido campeón de la Liga MX en cinco ocasiones. Y ha sido fundamental en prácticamente todos los títulos. Adicionalmente, fue campeón de la Concachampions en 2021 y jugó la final de la Copa Libertadores en 2015. No por nada fue seleccionado argentino y mundialista en Rusia 2018. Tampoco se pueden ignorar sus grotescos errores en no pocos partidos decisivos. Pero en el futbol mexicano es prácticamente imposible encontrar a jugadores de rendimiento incuestionable.

Guzmán es lo que es. El futbol sería muy aburrido sin tipos como él. ¿Alguien imaginó que haría lo que hizo en el partido contra Vancouver de la Leagues Cup? Su nivel de distracción al rival fue otra cosa. De maestro. Sí, un maestro en marrullerías. Pero de nuevo: es Nahuel Guzmán. Se metió serpentina en la boca y la sacó pacientemente para jugar con los nervios de Ranko Veselinovic. Hizo gestos de mimo, llevando la distracción a una altura que ni Emiliano Dibu Martínez ha ejercido.

Nahuel es ese portero que se tira exageradamente cuando su equipo va ganando y queda poco tiempo en el cronómetro. Es todo lo que habría soñado Carlos Salvador Bilardo, el entrenador que institucionalizó en el futbol la idea de que vale la pena ganar a cualquier precio. En México, es normal que Guzmán despierte amor y odio. Porque enfrentarlo implica aceptar todo lo insoportable que es. Su habladuría constante, su presión a los árbitros, que además suelen ser muy indulgentes con él, sus faltas de respeto, su pésima actitud de perdedor (cuando le toca perder, que han sido las menos, pero también muy estridentes).

Todos firmarían evitarlo en el camino para no lidiar con ese estrés. Pero nadie puede negarlo: todos quisieran tener en su equipo a un portero como él. Con esa personalidad para infundir miedo en el rival y, al mismo tiempo, inspirar confianza en sus compañeros. Nahuel es un defecto visto desde la barrera, pero una bendición en ojos de su familia futbolística. En Tigres, con seguridad, lo venerarán por el resto de la historia por todo lo que les ha dado. El futbol mexicano todavía experimenta un amor-odio.

Las incontables Liguillas en las que ha sido protagonista lo han convertido en villano para todos los equipos importantes de México. Pero también ha tenido sus episodios internacionales, aquellos en los que, por alguna razón, el futbol mexicano se vuelca en favor del representante nacional —aunque, de hecho, Guzmán dijo que Tigres no representaba a México—. Contra Palmeiras, en el Mundial de Clubes, todos vieron con orgullo cómo hizo tiempo en los minutos finales para cuidar el 1-0. Y todos sabían lo que iba a hacer en la tanda de penales contra Vancouver. Porque lo conocen, porque lo ha hecho antes y porque es su zona de seguridad.

Es el actor magnífico que, cuando sale en cualquier película, sabes qué esperar: magia y encanto. O que te haga enojar. Esa es la gran habilidad de Nahuel Guzmán: ponerle los nervios de punta a todos. Se le extrañará cuando se retire, pero ese día todavía no parece cercano, aunque sus facultades netamente futbolísticas estén en una etapa de natural declive. Le queda cuerda y le quedan ocurrencias. Tigres sigue vivo en la Leagues Cup y jugará contra Monterrey mañana a las 20:00 horas, tiempo del Centro de México.

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