Para las mujeres latinoamericanas, horror y fantasía capturan las batallas cotidianas

La escritora argentina Samanta Schweblin, autora de "Seven Empty Houses", finalista del premio National Book Award en la categoría de literatura traducida, en Seúl el 3 de octubre de 2022. (Chang W. Lee/The New York Times)
La escritora argentina Samanta Schweblin, autora de "Seven Empty Houses", finalista del premio National Book Award en la categoría de literatura traducida, en Seúl el 3 de octubre de 2022. (Chang W. Lee/The New York Times)

En un artículo de The New York Times publicado en 1960, el traductor y crítico José Vázquez Amaral dio “sorprendentes noticias literarias de México y América Central”: las escritoras iban “en marcha”.

Citó como ejemplos de escritoras que estaban a la vanguardia a Amparo Dávila y Guadalupe Dueñas, autoras mexicanas cuyos cuentos misteriosos combinaban sucesos fantásticos con experiencias cotidianas y cuestionaban las limitaciones diarias impuestas a las mujeres en esa época. Antes de pasar a “una noticia un tanto menos emocionante” acerca de las andanzas literarias de los varones, Vázquez destacó que, gracias a las mujeres, ningún otro periodo de la historia latinoamericana había visto “aparecer tantos escritores excelentes de manera tan sorpresiva y triunfante”.

Seis décadas más tarde, la genealogía literaria de Dávila y Dueñas (y qué decir de la de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y José Eustasio Rivera) sigue vigente. En México, Argentina, Ecuador y otros países más, un número notable de escritoras recurren a la fantasía, el horror y lo desconocido para inquietar a los lectores y expresar críticas sobre los problemas sociales. Varios comités de premios, dentro y fuera de América Latina, tienen los ojos puestos en ellas.

“Es algo que estamos observando en toda la región, una nueva sensibilidad”, aseveró Carmen Alemany Bay, profesora de literatura en la Universidad de Alicante, en España, quien acuñó el término “narrativa de lo inusual” para describir la corriente actual de producción literaria en la región.

“Presentan situaciones en que el lector es quien verdaderamente decide qué es posible y qué no. En eso radica la riqueza de esta literatura”, explicó Alemany Bay.

Algunas de estas autoras “inusuales” son las mexicanas Cecilia Eudave y Daniela Tarazona, la peruana Claudia Ulloa Donoso y la boliviana Giovanna Rivero, entre otras. Sus historias y técnicas son diversas: algunas son sencillamente extrañas, como en el caso de la colección de cuentos oníricos de Ulloa, de 2021, titulada “Pajarito” (el título en inglés es “Little Bird”, de la editorial Deep Vellum). Otras se adentran más a fondo en la fantasía y la combinan con formas de horror gótico tradicional: en la monumental novela de Mariana Enríquez “Nuestra parte de noche” (cuya traducción, “Our Share of Night”, pondrá a nuestro alcance Hogarth en febrero), un atormentado médium capaz de comunicarse con los muertos intenta proteger a su hijo de una oscuridad insaciable.

Quizá no sea ninguna sorpresa que las escritoras, en particular, hayan atravesado los rincones más sombríos de la ficción latinoamericana actual, ahora que aumenta la frustración en torno a las restricciones a los derechos de las mujeres y la creciente violencia de género. Por toda la región, movimientos de protesta impulsados por mujeres se han vuelto habituales en el paisaje político de años recientes.

Sin embargo, estas historias tienen más en común que coincidencias insólitas y sobresaltos en la noche, afirmó Alemany Bay. La “narrativa de lo inusual” por lo general está atenta al entorno social, explora la femineidad de manera íntima y nada convencional, y cuestiona la naturaleza de nuestras relaciones personales más cercanas, mencionó. El propósito de las escenas de la vida normal no es resaltar el efecto de lo fantástico o sobrenatural; más bien, lo irreal se utiliza para agudizar la perspectiva del lector sobre la verdad.

“Muchas de estas obras actuales que abandonan el territorio de la realidad se consideran ‘realismo mágico’, en especial si se producen en América Latina. Pero ese es un error garrafal”, señaló Alemany Bay. “Es cierto que contienen elementos mágicos, pero no se basan en la magia”.

De hecho, el éxito reciente de estas autoras ya ha ensanchado la definición de la gran literatura latinoamericana, cuyo “boom” de los años sesenta y setenta nos regaló realistas mágicos como Gabriel García Márquez. Este mes se anunció que, tras ser galardonadas en España y América Latina, la colección de cuentos de Samanta Schweblin titulada “Siete casas vacías” (“Seven Empty Houses” en inglés, cuya publicación Riverhead ha programado para el 18 de octubre) y la novela “Mandíbula” de Mónica Ojeda (que Coffee House Press lanzará con el título “Jawbone” en febrero) se encuentran entre las finalistas para recibir el premio estadounidense National Book Award en la categoría de literatura traducida.

“Siete casas vacías” es todavía menos fantasía pura que la colección previa de Schweblin, “Pájaros en la boca”. No obstante, sus historias son igual de aterradoras. El libro, escrito en la época en que Schweblin se mudó de Argentina a Berlín, en primera instancia por un tiempo y más tarde de manera permanente, gira en torno al sentido de desplazamiento: una mujer en sus años de vejez decide embalar su vida; una niña se va con un extraño; una madre y su hija irrumpen en casas de personas ricas y cambian de lugar los muebles. En todas las historias, Schweblin parece decidida a resquebrajar el sentido de permanencia del lector.

Además de asombrosa, la obra de Schweblin está impregnada de crítica social: en “Siete casas vacías” los prejuicios y las divisiones de clase son los elementos más destacados. Su novela de 2017 preseleccionada para los premios Man Booker, “Distancia de rescate” (en inglés, “Fever Dream”), ofrece una perspectiva literaria sobre la fumigación de plantíos con glifosato, pesticida asociado con defectos de nacimiento, en áreas por toda Argentina donde hay cultivos de soya, como Aviá Teraí, pueblo cercano a la frontera con Paraguay.

“La literatura es extremadamente política, pero se trata de una política que funciona mejor cuando se presenta en espacios en los que no puede existir otra política, un espacio más delicado que no requiere la precisión de decir: ‘Bueno, vamos a hablar sobre el glifosato porque alguien tiene que hacerlo’”, comentó Schweblin.

Fiel a su costumbre, la crónica social de Schweblin en “Distancia de rescate” abarca el espacio entre lo fantástico y lo cotidiano, estructurada en un diálogo entre una mujer moribunda y un niño que podría ser real o imaginario. De manera similar, “Mandíbula”, de Ojeda, presenta a una joven secuestrada por una maestra obsesiva y emplea el horror para explorar las ansiedades de la adolescencia y la femineidad en Ecuador en la época moderna.

“Siempre asociamos el miedo con la fealdad, pero creo que se relaciona sobre todo con la belleza”, explicó Ojeda en un correo electrónico. “El mayor temor que podemos experimentar es la pérdida de la belleza. Pareció natural pensar en la adolescencia desde esa perspectiva”.

Al igual que Dueñas y Dávila antes que ellas, Ojeda y otras escritoras contemporáneas de América Latina utilizan diferentes elementos para confrontar las realidades cargadas de tensión que viven las mujeres de la región. Pero, a diferencia de ellas, su forma de feminismo, en sí, representa una “evolución” de la narrativa del siglo pasado, afirmó Alemany Bay.

En Argentina, el año pasado se registraron 251 feminicidios (asesinatos de mujeres por el hecho de ser mujeres), según datos oficiales. En México, la cifra fue de 1004. En “Brujas”, publicada por la editorial Catapult en inglés con el título de “Witches” en agosto, la escritora mexicana Brenda Lozano utilizó el espacio entre lo real y lo imaginario para explorar “diferentes niveles” de violencia contra las mujeres, desde las expectativas de los roles de género hasta el abuso y el feminicidio.

La “bruja” de la novela de Lozano desafía las premisas sobre lo que deben ser las mujeres, y usa el lenguaje (y hongos silvestres) para sanar a los enfermos como la medicina moderna no puede hacerlo.

“Mi superheroína sería una mujer capaz de hacer cualquier cosa solo con sus palabras: cambiar cualquier narrativa, como un poema imposible que ve todo”, afirmó Lozano. “Quizá solo sea posible en la ficción”.

© 2022 The New York Times Company