La mochila escolar que une a la sociedad japonesa

Probando una randoseru en la sala de muestras de Tsuchiya Kaban. Aunque las mochilas son costosas, están hechas para durar toda la primaria. (Noriko Hayashi/The New York Times)
Probando una randoseru en la sala de muestras de Tsuchiya Kaban. Aunque las mochilas son costosas, están hechas para durar toda la primaria. (Noriko Hayashi/The New York Times)

La mochila escolar que une a la sociedad japonesa


En Japón, las expectativas culturales son constantemente inculcadas a los niños en la escuela y en casa, y la presión de grupo tiene tanta influencia como cualquier autoridad o ley. Al menos en apariencia, esto puede contribuir al buen funcionamiento de la sociedad japonesa.

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Durante la pandemia, por ejemplo, el gobierno nunca ordenó el uso de mascarillas ni el cierre de locales, pero la mayoría de los ciudadanos llevaban la cara cubierta en público y se abstuvieron de salir a lugares concurridos. Los japoneses tienden a guardar silencio mientras hacen fila, obedecen las señales de tráfico y limpian lo que ensucian durante los eventos deportivos y de otro tipo; han sido entrenados para ello desde la guardería.

Llevar la voluminosa randoseru a la escuela “ni siquiera es una norma impuesta por nadie, pero es una norma que todos cumplen juntos”, afirmó Shoko Fukushima, profesora asociada de administración educativa en el Instituto Tecnológico de Chiba.

Esta primavera, el primer día de clases —el curso escolar japonés comienza en abril—, multitudes de ansiosos alumnos de primer grado y sus padres asistieron a una ceremonia de ingreso en la escuela primaria Kitasuna, en el barrio de Koto, al este de Tokio.

En la actualidad, las randoserus incluyen detalles distintivos, como bordados de personajes de dibujos animados, animales o flores. (Noriko Hayashi/The New York Times)
En la actualidad, las randoserus incluyen detalles distintivos, como bordados de personajes de dibujos animados, animales o flores. (Noriko Hayashi/The New York Times)

Buscando capturar un momento icónico que se repite a través de generaciones de álbumes de fotos familiares japoneses, los niños, casi todos ellos portando randoserus, se alinearon con sus padres para posar frente a la puerta de la escuela.

“Una inmensa mayoría de los niños usa randoserus, y nuestra generación usaba randoserus”, comenta Sarii Akimoto, cuyo hijo, Kotaro, de 6 años, había elegido una mochila beige. “Entonces, pensamos que sería lindo”.

En el pasado, la uniformidad solía ser aún más marcada: los niños llevaban randoserus negras y las niñas rojas. Sin embargo, en años recientes, el creciente debate sobre la diversidad y la individualidad ha motivado a las tiendas a ofrecer las mochilas en un arcoiris de colores y con algunos detalles distintivos, como bordados de personajes de dibujos animados, animales o flores, o forros interiores de diferentes tejidos.

Aun así, la mayoría de los niños siguen usando randoserus negras. Por otro lado, entre las niñas el color lavanda ha superado al rojo en popularidad, explica la Asociación Randoseru. Fuera de las variaciones de color y de que ahora tienen una mayor capacidad para llevar más libros y tabletas digitales, la forma y la estructura de las mochilas se han mantenido notablemente constantes a lo largo de las décadas.

El estatus casi totémico de la randoseru se remonta al siglo XIX, durante la era Meiji, cuando Japón dejó de ser un reino feudal aislado para convertirse en una nación moderna con una nueva relación con el mundo exterior. El sistema educativo ayudó a unificar una red de feudos independientes con sus propias costumbres en una sola nación con una cultura compartida.

Las escuelas inculcaron la idea de que “todo el mundo es igual, todo el mundo es familia”, explicó Ittoku Tomano, profesor asociado de filosofía y educación en la Universidad de Kumamoto.

En 1885, Gakushuin, la escuela que educa a la familia imperial de Japón, designó como mochila oficial un modelo de manos libres parecido a una mochila militar holandesa conocida como ransel. A partir de ahí, cuentan los historiadores, la randoseru se convirtió rápidamente en el símbolo omnipresente de la identidad infantil de Japón.

Las raíces militares de la randoseru van a tono con los métodos educativos japoneses. Los alumnos aprenden a marchar al compás de los demás, entrenando tanto en el patio como en el aula. El sistema escolar no solo ayudó a construir una identidad nacional; antes y durante la Segunda Guerra Mundial, también preparó a los estudiantes para la movilización militar.

Tras la guerra, el país volvió a movilizarse, esta vez para reconstruir una economía con trabajadores obedientes y sumisos. Reconociendo la fuerte solidaridad que la randoseru simbolizaba, algunas empresas grandes regalaban las mochilas a los hijos de sus empleados.

Esta costumbre sigue vigente. En una ceremonia celebrada a principios de este año en la sede central de Sony en Tokio, Hiroki Totoki, presidente de la empresa, habló ante un grupo de 250 alumnos de primer curso.

Totoki describió la ceremonia de entrega de randoserus —la 66ª de la empresa— como “un vínculo importante que une a las familias”. Tras sus palabras, los empleados de Sony repartieron las mochilas, todas ellas con el logotipo de la empresa grabado en relieve.

Los abuelos suelen comprar la randoseru como regalo conmemorativo. Las versiones de cuero pueden ser bastante caras, con un precio medio de unos 60.000 yenes, o 380 dólares.

La compra de la randoseru es un ritual que puede comenzar hasta un año antes de que el niño ingrese al primer grado.

En Tsuchiya Kaban, una fábrica de randoserus de casi 60 años de antigüedad ubicada en el este de Tokio, las familias hacen citas para que sus hijos se prueben modelos de diferentes colores en una sala de muestras antes de hacer sus pedidos, que luego se procesan en la fábrica anexa. Cada mochila es ensamblada con seis piezas principales y tarda alrededor de un mes en montarse.

Shinichiro Ito, quien esta primavera fue a comprar una con su esposa y su hija de 5 años, Shiori, comentó que nunca se plantearon alguna alternativa a la randoseru.

“Sigue siendo la imagen que te viene a la cabeza cuando piensas en una mochila de primaria”, explicó Ito. Shiori consideró modelos de varios colores, como azul claro y rosa empolvado, antes de decidirse por una randoseru de cuero gris que costó más de 500 dólares.

Cada mochila de Tsuchiya Kaban tiene una garantía de seis años, partiendo del supuesto de que la mayoría de los estudiantes utilizarán la suya durante toda la primaria. Una vez que se gradúan, algunos niños convierten sus mochilas usadas en carteras o estuches para billetes de tren.

En años recientes, algunos padres y defensores de los niños se han quejado de que las bolsas son demasiado pesadas para los más pequeños. Una randoseru puede cubrir medio cuerpo de un niño promedio de primer curso. Incluso estando vacía, en promedio pesan poco más de un kilo.

La mayoría de las escuelas no disponen de casilleros personales para los alumnos ni de mucho espacio de almacenamiento en los pupitres, por lo que los estudiantes suelen llevar libros de texto y material escolar de la escuela a la casa y de vuelta. Y en una cultura que valora mucho el trabajo duro, la paciencia, la perseverancia y la resistencia, el movimiento para aliviar a los niños de la carga de la randoseru no ha llegado muy lejos.

“Los que no tienen corazón dicen que ‘los niños de hoy son débiles; en nuestros tiempos cargábamos esas pesadas bolsas’”, comentó Fukushima una profesora.

Algunos fabricantes han desarrollado alternativas que conservan la forma de la randoseru pero utilizan materiales más ligeros, como el nailon. Sin embargo, su aceptación ha sido más bien lenta.

Una mañana reciente, Kotaro Akimoto, alumno de primer grado, salió hacia la escuela con una mochila que pesaba casi tres kilos; aproximadamente una séptima parte de su peso corporal. En el trayecto de 10 minutos a la escuela, se unió a otros compañeros y alumnos mayores. Todos llevaban randoserus.

En la clase de Kotaro, Megumi Omata, su maestra, había colocado un diagrama con las tareas matutinas, con dibujos que representaban el orden en que debían proceder los alumnos. Una ilustración de una randoseru indicaba el momento de guardar las mochilas en los casilleros.

Al final del día, Kaho Minami, de 11 años, una alumna de sexto grado con una randoseru color rojo intenso con flores bordadas que había llevado desde que inició la primaria, dijo que nunca había deseado tener otro tipo de mochila. “Porque todo el mundo usa una randoseru”, dijo, “creo que es algo bueno”.

Hisako Ueno y Kiuko Notoya colaboraron con reportería.


Motoko Rich
es reportera en Tokio y dirige la cobertura de Japón para el Times. Más de Motoko Rich

Hisako Ueno y Kiuko Notoya colaboraron con reportería.

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