Místico, el ídolo mexicano que no pudo brillar en la WWE cuando tuvo todo para hacerlo

Místico como Sin Cara, su personaje en WWE, durante un evento en Durban, Sudáfrica, en julio de 2011. (Steve Haag/Gallo Images/Getty Images)
Místico como Sin Cara, su personaje en WWE, durante un evento en Durban, Sudáfrica, en julio de 2011. (Steve Haag/Gallo Images/Getty Images)

Místico fue el último luchador mexicano en alcanzar una idolatría a prueba del tiempo. En YouTube, por ejemplo, abundan compilaciones de hace más de quince años sobre sus lances impresionantes, siempre musicalizados para darle mayor dramatismo. Y hoy en TikTok un video de esos genera la misma admiración. Era un personaje diseñado con esos parámetros: ser el héroe de toda una generación. Por ese motivo, tampoco le faltaban críticas: que era un producto de la publicidad, que no tenía la pasta de ídolo auténtico.

Se podían decir mil cosas, pero había una verdad que no estaba a discusión: Místico era el rostro de la lucha libre mexicana. Desde que adoptó el personaje, en 2004, construyó todo un culto alrededor de su máscara: era técnico, en lo moral y también en su estilo de lucha, siempre preocupado por darle un espectáculo satisfactorio a los exigentes aficionados mexicanos. Supo ser un niño bien portado, porque los rudos lo detestaban. A nadie le era indiferente.

Había debutado en 1998 con el nombre de Dr. Karonte Jr. La fama tardó en llegarle, pero cuando la tuvo en sus manos, no la soltó. Primero hizo dupla con Volador Jr, luchador de recursos técnicos similares a los suyos. Luego su nombre ganó todo el peso mediático y su primer gran zarpazo llegó cuando le quitó la máscara a Black Warrior en 2006. Su llave de rendición, "La Mística", era admiraba por todos y, para dolor de cabeza de las mamás mexicanas, fue imitada en miles de hogares y escuelas primarias.

Mucha magia tenía aquella ejecución que nacía de un amarre en el brazo, procedía a hacer una tijeras sobre la cabeza del rival y concluía con un candado de sumisión que le daba, invariablemente, la victoria al Seminarista de los Ojos Blancos, como se le conocía por el aura de su personaje. Se hizo clásico verlo apostar su máscara, siempre con éxito: ante Hijo del Diablo, Sepulturero, Skayde, a quienes él desenmascaró; o frente a Negro Casas y Misterioso, a los que rapó.

Aparecía en comerciales, en videos musicales, en novelas, en posters, los niños y los adultos agotaban su máscara. Era la joya de la corona. Pero había un pendiente, un sueño: ir a la WWE, la empresa número uno a nivel mundial. Ahí estaba Rey Misterio, con quien se le comparaba de algún modo: carismáticos, con capuchas similares, voladores. El universo luchístico tenía que juntarlos y así fue. En 2011, Místico dejó de ser Místico para convertirse en Sin Cara, el fichaje estelar de la familia McMahon.

Fue impulsado por el mismísimo John Cena, quien lo apadrinó en su debut en una lucha contra The Miz y Alex Riley. Era perfecto: lo querían como protagonista. Sin embargo, pronto Sin Cara afrontó dos problemas: uno, que no sabía inglés, requisito fundamental en una empresa que sustenta su entretenimiento en los "promos" que hacen los luchadores: esos discursos en los que enamoran o enardecen al público; dos, empezó a tener errores muy marcados dentro del ring (botches, en ese argot).

Una parte era responsabilidad suya: errores en caídas, falta de cálculo para hacer una llave, pero también parecía que la suerte le daba la espalda: una lesión de dedo después de hacer un tope sobre Alberto del Río, enredarse en las cuerdas y caer mal, provocándose una lesión de rodilla. En tres años, Sin Cara pasó de ser una promesa a un luchador terciario. Su papel se diluyó entre errores y la intrascendencia propia de quien no puede crear rivalidades verbalmente. Su etapa en WWE llegó a su fin en 2014. Y empezó un peregrinaje de personajes, con Myzteziz y Carístico, hasta volver a ocupar la máscara de Místico en 2021.

Su paso por WWE fue un sueño. No se olvidó que le quitó la máscara a Sin Cara Negro en el Palacio de los Deportes. No se dejó de pensar en lo que pudo ser: el mundo merecía conocer al ídolo que encendió tantas funciones irrepetibles en México. Él acusó racismo por parte de directivos —igual que había hecho Alberto del Río—. Sin Cara o Místico, un mismo luchador que no encontró fortuna emulada en WWE. Y, a pesar de todo, resulta imposible olvidarlo.