Messi depende de Messi: el capitán de la selección y una lucha contrarreloj para jugar ante Ecuador
HOUSTON (enviado especial).- Hay dos ciudades aquí. La de los 40 grados (o más) que tritura cualquier cosa que esté sobre el asfalto y la de los enormes espacios horizontales de cemento que ofician de refugio refrigerado, ya sea un supermercado, un hotel o un simple local de telefonía. Todo es amplio, todo es lejano y chato y aparatoso en este lugar del mundo, donde también existe una especie de conurbano de pickups, casas tapiadas y otras que albergan acumuladores y sus circunstancias, o expertos en barbacoa, con ahumadores que funcionan las 24 horas y carnes que se tiernizan hasta el límite de lo posible. Todos los colores en la cuarta ciudad más grande de Estados Unidos, usina energética mundial y símbolo para quienes siempre soñaron con viajar al espacio.
La selección argentina sale cada tarde al infierno climático para ponerse a punto rumbo al encuentro de cuartos de final ante Ecuador, el jueves, en el NRG Stadium. El equipo de Scaloni ensayó en el predio del Houston Dynamo con muchas certezas en cuanto al armado del equipo y acaso la gran incógnita, que se disipará el mismo día de partido, un rato antes: ¿jugará Lionel Messi? El capitán participó activamente con sus compañeros, hizo fútbol y respondió bien. Pero... Habrá que esperar.
En el partido con Chile, el capitán de la selección puso sobre el tapete el concepto lenguaje corporal, hoy de moda el mundillo futbolero argentino, motivo incluso de burlas e ironías.
Messi se tocó el aductor, un gesto que casi pasó inadvertido para todos. Fue como si directo del músculo la señal hubiera ido directo a su cerebro. Hubo una parálisis inmediata y una dispersión total en el 10. Salió de partido instantáneamente. La mirada inexpresiva, el gesto hacia la nada. No había bronca, frustración o pena. Una sartreana sensación de vacío. Hubo media hora de un Messi fantasmal y deambulante. En el medio, la salida del campo para recibir masajes en la zona. Después volvió, como si se le hubiera activado algún chip. Tuvo un par de arranques de esos que despiertan admiración. Y de su pie zurdo, mágico, se destrabó el partido.
¿Por qué no salió como modo de preservación? ¿Pudo haber evitado algún agravamiento de la molestia si no continuaba hasta el final? Las respuestas siempre las tiene el propio Messi. Nadie más que él conoce el límite hasta el que puede forzar su cuerpo y solo él decide cuándo parar. Y, se sabe, Messi siempre quiere estar.
Pero no estuvo contra Perú. El mal menor: faltar a un compromiso en el que no había tanto en juego (Argentina ya estaba clasificada y solo una catástrofe le podía quitar el primer puesto del grupo) y preservarse para una batalla a todo o nada, la de cuartos de final. Wálter Samuel, improvisado declarante luego del triunfo ante los peruanos, debido a la suspensión de Scaloni, dio un parte del estado de situación del capitán: “Estuvo en el vestuario, lo notamos mejor. Pude hablar con él y la situación va mejorando, pero son pocos días y es prematuro. Queremos escucharlo a él y al doctor. Son cosas que escapan a nosotros”. Y en esta última frase del ayudante técnico está la clave: no es el cuerpo técnico el que decide en este caso, es el propio Messi el que definirá para qué está.
Cada director técnico que ha llegado a un equipo de Messi aprendió rápido que para llevarse bien con el 10 hay que respetar esa condición: jamás sacarlo por determinación propia, siempre consensuar con el futbolista. Lo avisó alguna vez Pep Guardiola, el que moldeó y también disfrutó al mejor Messi: “A Leo hay que hablarle poco, blindarlo en el equipo con compañeros que le hagan el trabajo más sencillo, escuchar muy bien lo poco que dice y no olvidar que no hay que sacarlo nunca del campo, ni siquiera al final para que sea ovacionado”.
Años más tarde, Mauricio Pochettino, por entonces DT de PSG, desoyó aquel consejo del entrenador catalán y reemplazó a Messi en el final de un partido. La cara del rosarino al salir lo dijo todo.
Fue Gerardo Martino, un técnico que lo conoce muy bien, el que transparentó hace poco cómo lidia con esa situación en Inter Miami, con un Messi que a los 37 años ya sufre el lógico desgaste de los partidos: “Hemos hablado con Messi por el tema de los cambios y de lo prudente que es jugar 20 minutos cuando el partido está definido. Es un jugador que le gusta estar siempre los 90 minutos, todos los partidos, y a veces se requiere algo de convencimiento, charlar con él. Yo creo que ahora lo entiende”.
La dosificación de energías es clave en esta etapa, la del tramo final de una carrera impresionante e increíblemente limpia de graves lesiones. Messi entiende que a esta altura no puede jugar todos los minutos de todos los partidos. Por eso, la presunción que flotaba en el infernal aire de Houston era que el capitán iría al banco de los suplentes frente a Ecuador y que solo se recurriría a él en el caso de una situación complicada en el desarrollo del encuentro. Si Argentina gana y está cómoda, Messi guardaría energías para las semifinales; si, como ocurrió en la primera fase, el partido no se destraba, saldría a tratar de revertir la situación.
No es un detalle su presencia, pues de ello dependerán las variantes en el ataque. Scaloni tiene siete lugares ya asignados. Dibu Martínez, lógicamente; los cuatro de fondo (Nahuel Molina, Cuti Romero, Lisandro Martínez y Nicolás Tagliafico), y los dos volantes internos (Rodrigo De Paul y Alexis Mac Allister).
¿Cuáles son las incógnitas? El volante central es una. Leandro Paredes sostuvo buenas actuaciones en los dos encuentros en los que jugó como titular, el debut, frente a Canadá, y el último compromiso, con Perú. Para el futbolista de Roma ya quedó atrás la etapa de lesiones (que lo privaron de ser protagonista en la Copa del Mundo) y la falta de continuidad que tenía en PSG. El conjunto de la capital italiana le devolvió ritmo y confianza a un gran mediocampista, y Argentina puede aprovecharlo. Si no es Paredes, Enzo Fernández podría completar el mediocampo que terminó jugando en Qatar.
En el ataque, es muy probable que Scaloni confíe en el gran momento de Lautaro Martínez, máximo artillero del torneo, en lugar de Julián Álvarez. Y por los costados, Ángel Di María y Nicolás González están en la consideración.
Todo esto, sujeto a Messi. Que a los 37 años, con el entusiasmo que jamás perdió por jugar al fútbol, trabaja a contrarreloj para recuperarse y liderar a los suyos. ¿Jugará? Solo él tiene la última palabra.