Manchester City y la maldición de sus estrellas: no juegan igual de bien cuando van a su Selección

Phil Foden en el partido entre Inglaterra y Dinamarca en la Frankfurt Arena. (DeFodi Images via Getty Images)
Phil Foden en el partido entre Inglaterra y Dinamarca en la Frankfurt Arena. (DeFodi Images via Getty Images)

El Manchester City goza de una categoría difícil de entender en el futbol, según cierta apreciación: son el mejor equipo del mundo. Al menos el que mejor juega, aun cuando la Champions League del último año la haya ganado el Real Madrid (y en el camino haya dejado fuera al City, en Semifinales). Pero la dirección técnica de Guardiola, la cual roza la excelencia año con año, y un tetracampeonato de Premier League otorgan una certeza: los Citizens dominan un estilo como casi nadie. El de posesión: atacar al rival desde el protagonismo. Con pases, muchos pases, dinamismo y variantes en el ataque.

Es un engranaje en el que resulta difícil entrar. No es para cualquiera ese sistema: hay que ser un jugador con cualidades muy especiales y, sobre todo, llenarle el ojo a Guardiola, que durante ocho años ha perfeccionado su modo de jugar hasta alcanzar la versión actual. Antes lo hizo en el Bayern Múnich y en el Barcelona. Sus credenciales están ahí: si lo tienes como entrenador, debes dar por seguro que tu equipo será ofensivo y, casi nunca, especulará (aunque el City sí lo ha hecho con Guardiola cuando así conviene a sus intereses y es mejor cuidar la portería propia).

Se trata, por lo tanto, de un sistema perfectamente aceitado. Las piezas funcionan como en un reloj suizo. Desde el portero hasta el delantero, todos saben qué hacer. Sin embargo, ese nivel de precisión ha provocado una crítica muy severa a Guardiola: restarle facultades individuales a los jugadores. Es decir, si alguien era muy bueno para regatear y lucir su gambeta, en el City debe regularlo, en el mejor de los casos, porque lo que ahí se prioriza es el rendimiento colectivo. Ha sido el caso, durante tres años, de Jack Greaslish, que en el Aston Villa gozaba de una libertad casi total y en Manchester debió adaptarse al contexto de juego.

El caso de Erling Haaland es muy particular en ese sentido. Desde siempre, el noruego fue un delantero potente, caracterizado por su poderío individual y no por ser un atacante asociativo, pero en el City se ha hecho una excepción con él: se le necesitó porque un liquidador en el área hacía falta a todo el brillo futbolístico de este equipo. A veces no anota y desentona, pero su mera presencia genera espacios y peligro para los demás.

Este problema ha generado una crítica hacia los jugadores del City y, por extensión, a Guardiola: a los seleccionados nacionales de este equipo se les señala por no rendir de igual modo en su club que con sus países. Las críticas han sido diversas: Bernardo Silva con Portugal, Phil Foden con Inglaterra, Kevin De Bruyne con Bélgica. Los tres son figuras en su club y, sin lugar a dudas, están entre los mejores jugadores a nivel mundial. No se podría poner en entredicho su calidad.

¿Qué es lo que pasa entonces? De entrada, que en las selecciones nacionales hay menos tiempo para trabajar. Y segundo, que todos estos jugadores tienen muy interiorizado el sistema del City. Por eso cuando afrontan ambientes distintos les cuesta tanto trabajo replicar ese funcionamiento. ¿Debería ser eso una justificación? En absoluto (deben dar más y eso se espera de ellos), pero sí que se tendría que matizar esa diferencia de versiones entre equipo y selección. De lo contrario, se caería en un linchamiento injusto. Conviene ser equilibrado en las valoraciones porque, en un torneo como la Euro, las dinámicas pueden cambiar en un santiamén: los jugadores que hoy parecen perdidos, con dificultad para encontrar su nivel, pueden terminar siendo las figuras totales.