Lionel Messi, en Inter Miami 4 vs. Charlotte 0: un gol de escritorio del 10 para llegar a las semifinales de la Leagues Cup

Lionel Messi, en acción, en un partido
Lionel Messi, en acción, en un partido "terrenal" - Créditos: @HECTOR VIVAS

Qué duda cabe: Lionel Messi es feliz. Es feliz en Miami, rodeado del calor, de las playas, de los afectos y, sobre todo, de un fútbol hecho a su medida. A la medida de lo que pretende, a los 36 años. Inter Miami, esta vez, no necesitó de su magia. Fue el partido más “terrenal” de un jugador que supo ser extraordinario en buena parte de su carrera. Sin contratiempos, el equipo rosa alcanzó las semifinales de la Leagues Cup, al superar por 4 a 0 sobre Charlotte FC. El último, de Leo.

Jugó bien, como siempre. No brilló: no hizo falta. Inter Miami fue superior, de principio a fin. Ahora, espera por Philadephia, que se impuso en el minuto 120 sobre Querétaro por 2 a 1, en un final muy caliente. La próxima cita será el martes, con Leo otra vez como visitante, en busca de la final soñada. Su primera final en la nueva aventura.

A los 11 minutos, abrió el marcador de penal Joseph Martínez, por una falta creada por Dixon Arroyo. Antes y después, Inter Miami fue el dominador exclusivo del espectáculo, confirmado con un gol de primera de Robert Taylor, el mejor socio de Leo, más allá de las presencias conocidas de Jordi Alba y Busquets. Más tarde, un tanto en contra (uno más en esta liga) y Messi, siempre Messi.

Lo grita Lionel Messi, una vez más
Lo grita Lionel Messi, una vez más - Créditos: @HECTOR VIVAS

Charlotte es la franquicia más joven de la MLS: comenzó a competir el año pasado. El equipo dirigido por el italiano Carlo Lattanzio no pudo contar con Enzo Copetti, lesionado. Dispuso de algunas situaciones, pero Inter, desde hace un mes, tiene brillo propio.

Tanta expectativa genera Leo que hubo otras presencias ilustres. El DT del seleccionado argentino, Lionel Scaloni (bronceado y descansado), estuvo en el estadio de Inter Miami y los fanáticos le pidieron fotos. “Vengo como técnico y como admirador. Cuando Leo está contento hace cosas diferentes. Está bien y eso es lo más importante”, dijo el entrenador.

Leo es un animal competitivo. Se supo desde pequeño, en las primeras concentraciones de juvenil, rescatado en el fútbol catalán. No le agradaba perder ni en los amistosos encuentros de truco, detrás de escena, en el calor de la intimidad. En el fútbol-tenis, en los ensayos, en los amistosos, en los campeonatos, en los cruces eliminatorios, de cabotaje o en Mundial. Es un ferviente admirador de la adrenalina de la competencia. Desde ya, se desvive por el triunfo. Ganar, ganar, ganar.

En la final del Mundial de Qatar o en un cruce directo en una competencia de relativo valor. A los 36 años, en ese sentido, sigue siendo el mismo. Los anteriores cruces de la Leagues Cup los vivió con alma y vida. No hay secretos en su postura corporal: el grito furioso de gol en el tiro libre que selló el 4-4 ante Dallas en el tiro del final y, más tarde, en la celebración en el 5-3 decisivo, demuestran que no le da lo mismo.

Messi nació con ese gen y, con esa misma estirpe, el día que lo decida, colgará los botines. Una sospecha: la Copa América del año que viene la va a jugar con los dientes apretados, como si no existiera un mañana. Como si el Maracaná y la mágica tarde contra Francia no hubieran existido jamás. Así entiende el juego, el fútbol.

Las anteriores series las superó con su clase en Inter Miami, siempre decisivo, con tiros libres o goles de derecha. Con el seleccionado, sufrió algunas instancias decisivas (cómo olvidar aquella definición por penales contra Colombia, en Brasil o frente a Países Bajos, en Qatar), pero en tiempos recientes tuvo el impulso inspirador de su magia y su aura. Las eliminatorias, los cruces directos, en buena parte de su carrera fueron una especialidad, sobre todo, en los primeros años de profesional, cuando sumó cuatro Champions, en 2006, 2009, 2011 y 2015 (todas con Barcelona).

Sin embargo, en épocas no tan lejanas, sufrió verdaderos golpes sobre la mesa. Ocurrió por última vez en marzo de este año. Paris Saint Germain volvió a caer en los octavos de final por segundo año consecutivo. Messi buscaba la quinta con el equipo francés, pero desde 2015, pasaron ocho años y una sola vez estuvo entre los cuatro mejores: semifinales con Barcelona en 2019. Las frustraciones se completaron con cuatro eliminaciones en cuartos de final y tres en octavos de final. Esa última vez, Bayern Münich se impuso por 2-0. Fue la noche de la decisión final: ya no quería estar en un escenario incómodo, hostil. Coqueteó con Barcelona y, luego de múltiples rumores, buscó en Miami la confirmación de la teoría en la que pensamos todos y, por una y otra razón, no pateamos el tablero: la vida es una sola.

Y se decidió por el sol y la playa, la familia y los afectos y sobre todo, un modo nuevo de disfrutar de lo que más le gusta en la vida. Ocho goles en cinco partidos. Y ahora tiene una nueva obsesión: alcanzar otra final.