La Polar: No, dejar propina no es obligatorio y debemos dejar de fingir que lo es

La Polar y el asesinato cometido en su interior volvieron al debate el tema de las propinas obligatorias. (Getty Images)
La Polar y el asesinato cometido en su interior volvieron al debate el tema de las propinas obligatorias. (Getty Images)

Que la propina es opcional se ha dicho mil veces. La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) se ha cansado de aclararlo: cada quien es libre de decidir si deja propina y cuánto deja. Nadie más. No deberían existir esos cargos obligatorios que muchos restaurantes incluyen al final de cada cuenta. Según reportó El Universal, tomando como fuente una carpeta de investigación, fue un cargo excesivo (del 50%) el motivo que desencadenó el asesinato a un comensal en La Polar.

Las imágenes ya están en todos lados y no podría ser diferente: ¿en qué pensaron cuando sacaron el cuerpo ante la mirada de la gente que pasaba por los alrededores? Pero si de por sí todo era indignante, el motivo del homicidio lo vuelto todavía peor: presuntamente, el consumidor se negó a pagar la propina y la respuesta fue una golpiza. Si tenían problemas ajenos a la relación cliente-establecimiento, como se relató en la citada carpeta, no puede desestimarse el factor propina excesiva como detonador de una tragedia que debería avergonzar a todos los restaurantes que ejercen prácticas similares.

Supongamos que una persona decide no pagar propina. ¿A qué se exponte? ¿A ser agredido hasta límites lamentables? A nivel público, nunca se había llegado a lo que pasó en La Polar, pero se cuentan por decenas las quejas por cobros injustificados, excesivos y hasta inventados. Y no solo eso: también se han leído testimonios que describen las presiones, prácticamente rayanas en métodos gansteriles, para presionar a quien no quiere pagar. ¿Qué hacer en una situación así, al límite? Visto de ese modo, aceptar el abuso ni siquiera es un fastidio, sino hasta un salvavidas.

Vivimos en el eterno mundo al revés. Son los consumidores quienes deberían denunciar (ante la Profeco) a todos los establecimientos que cobran propina de manera obligatoria (la incluyen directamente en la cuenta para que no haya pierde; pagas o pagas). Pero no sólo no pasa eso: los abusos son vistos por los abusivos como algo normal, como algo justo y necesario. Y la condena social no puede evitarse: se ve con los ojos entrecerrados a quien se niega a pagar propina.

Porque no hay manera de negarlo: se ha aceptado como una convención social, como un pacto, que siempre se debe pagar propina hasta por una cuestión aspiracioncita, porque cómo vas a regatear ahí, si te van a decir que no seas codo, que es una regla no escrita. Esa convención social mantiene viva la deplorable costumbre de hacer sentir culpable a quien debería señalar, con todos las luces, a quien está cometiendo una ilegalidad.

La propina obligatoria de facto también ha servido para que muchos empleadores se deslinden de los bajos sueldos que ofrecen: como no quieren brindar sueldos verdaderamente competitivos, optan por darles a sus empleados la salida de ganar dinero (muchas veces más que el propio salario base) a través de las propinas. Y ahí entran elementos que no se pueden medir, como la empatía —ganan mejor quienes mejor atienden—. Pero de eso debería tratarse esto: dar propina sólo cuando el consumidor quiera hacerlo. Por enésima vez hay que recordar que es voluntario. Y sí, los empleadores deberían ofrecer mejores sueldos, y es a ellos a quienes deberían reclamar los meseros cuando no se llevan una propina: la obligación es de quien le ha contratado y no del consumidor.

No podemos pretender que es normal pagar propina de manera obligatoria. No tenía que pasar lo que pasó en La Polar para decirlo. No tiene que haber mil quejas en redes para dejar de callar y legitimar a quien es capaz de todo para que la propina obligatoria se vuelva eterna.

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