Juan Román Riquelme, el ídolo que arrasó con cada uno de los rivales que amenazaron con arrebatarle el poder en Boca: Tevez, Macri, Palermo, Maradona y hasta Milei

Juan Román Riquelme, rodeado de una multitud, como más le gusta
Juan Román Riquelme, rodeado de una multitud, como más le gusta - Créditos: @Marcelo Endelli

Juan Román Riquelme, el ídolo más grande, el presidente reciente, representa el cuadro perfecto de Boca. Tallado con letras de molde, con el genuino respaldo de los hinchas (fanáticos disfrazados de socios) que siguen enamorados de su figura de crack, les ganó a todos.

El día después de la paliza electoral, ese es el mejor mensaje que desnuda a la sociedad xeneize: nadie puede discutirle el poder al antiguo número 10. El sentimiento (y otros atributos irrefutables) les ganaron por goleada a todo lo demás. A algunas certezas de la historia, a otros ídolos, a la política nacional, a las desventuras futboleras, hasta a las incomodidades de un templo pequeño, incómodo frente a tamaña pasión. El ídolo arrasó contra todo. Contra todos.

Ahora, Boca espera para los próximos días por la asunción del flamante presidente, que ultima detalles para el arribo de Diego Martínez como la nueva y arriesgada apuesta en la conducción; el DT, de todos modos, debe resolver algunos asuntos contractuales de su salida de Huracán.

Riquelme, a puro grito
Riquelme, a puro grito - Créditos: @Gustavo Garello

Riquelme es el presidente más votado de la historia del fútbol argentino; los números oficiales le dieron el triunfo por 30.318 sufragios contra 15.949 (consiguió el 65.3% de los votos, mientras que la oposición liderada por Andrés Ibarra, acompañado por Mauricio Macri, sacó el 34.4%). En la medianoche del domingo, cerca de diez mil hinchas corearon su nombre en el playón que da a las vías, un canto de amor y de guerra.

El dirigente, de 45 años, se refugió junto con su familia, algunos allegados y el grupo de ex futbolistas que trabajan en el Predio de Ezeiza, para disfrutar de un asado en los quinchos ubicados en Casa Amarilla.

Lo había anticipado cuando puso su voto, a las 15.15 de un domingo gris y lluvioso, largas horas después del temporal. A falta de tres horas para el cierre de los comicios, el club (que muchas veces utilizó las redes oficiales con cierta simpatía) informó que habían votado 32.000 socios. El recuento final reveló que 46.402 socios emitieron el sufragio, lo que rompió el récord que el propio Boca había logrado en 2019, cuando 38.363 votaron en las elecciones en las que se impuso Jorge Amor Ameal (ahora, vicepresidente), con Mario Pergolini como vicepresidente primero (duró un suspiro) y Juan Román Riquelme como vice segundo.

El abrazo entre Riquelme y Palermo en la Copa 2007: Boca venció a Gremio en la final
El abrazo entre Riquelme y Palermo en la Copa 2007: Boca venció a Gremio en la final

Decía el ídolo por esos minutos: “Nos quedan tres horas, tenemos la ilusión de que los hinchas se sigan acercando a la cancha para votar y a disfrutar de la fiesta de todos los simpatizantes, que esto es maravilloso. Que pise el campo de juego, como lo hicieron todas nuestras estrellas. Vamos a ganar, me imagino festejando y comiendo asado”, advertía, luego de pasar por las urnas.

“Veremos si es posible superar la cifra de votantes de hace cuatro años. Nos han puesto muchas trabas para votar, pero está siendo una fiesta. Ojalá que la gente agarre su auto y venga a votar”, decía el candidato, pleno de una confianza que se agigantó con el transcurrir de las horas. Ganó en todos lados, aquí y allá. En varones, en mujeres. Con una excepción: los vitalicios. La única categoría en la que Andrés Ibarra y Mauricio Macri se impusieron y con amplitud. De 2880 casos, 1767 (el 61.3%) se inclinaron por la oposición.

Ibarra y Macri quedaron lejos
Ibarra y Macri quedaron lejos

Resulta un ítem que seguramente quede en el olvido. Porque el concepto global es otro: nadie le hizo sombra, luego de un gobierno de cuatro años con luces y oscuridades, con algunas vueltas olímpicas futboleras domésticas, el impulso al fútbol femenino, jóvenes promesas de enorme calidad nacidos en su casa, sospechas de corrupción y el canje de entradas a la Bombonera como un asunto sin solución.

La séptima Copa Libertadores se mantiene como una obsesión extendida: no pudo conseguir lo que más desea y que les reclamó a otros en los largos años como hincha y ex jugador. Haber jugado la final en el último tramo de su primer período de gobierno se presenta como una suerte de recompensa menor: luego de un fallido año futbolero, no jugará la próxima. Su destino será la Copa Sudamericana. Al hincha (al socio de Boca) le fastidió un tiempo, pero no lo hizo cambiar el destino. Siempre fue Riquelme al gobierno y Román al poder.

“Le pido al hincha que nos dé 8 años para ver si podemos conseguir todo lo que deseamos: armar un equipo competitivo, que los hinchas vayan contentos con los hijos a la cancha y que volvamos a ser un club de fútbol. De chiquito somos hinchas del Club Atlético Boca Juniors, no de ningún partido”, suele decir.

Carlos Tevez, de Boca Juniors de Argentina, controla el balón en un partido de la Copa Libertadores ante The Strongest de Bolivia, el miércoles 26 de mayo de 2021, en Buenos Aires  (Juan Mabromata/Pool via AP)
Carlos Tevez, de Boca Juniors de Argentina, controla el balón en un partido de la Copa Libertadores ante The Strongest de Bolivia, el miércoles 26 de mayo de 2021, en Buenos Aires (Juan Mabromata/Pool via AP)

Le ganó, principalmente, a Mauricio Macri, considerado por los expertos (y no solo por los enormes triunfos futboleros, con el punto máximo la final con Real Madrid) como el mejor presidente de la historia xeneize. Más allá de las desventuras en la Justicia y la (falsa) dicotomía asociación civil-sociedades anónimas, le tiró la número 10 sobre su espalda y el aparato político. En la misma vía, se llevó puesto a un ídolo, a Martín Palermo, el DT de Platense, finalista de la Copa de la Liga, suerte de enemigo íntimo en los viejos tiempos de gloria. El Titán, máximo goleador en la historia xeneize, nunca se había jugado en lo político y quedó encuadrado en la derrota. Seguramente, no será entrenador de Boca durante los próximos cuatro años.

A las 10.09, Javier Milei, el presidente de la Nación, llegó a la Bombonera con toda su comitiva e ingresó al predio por el acceso de Pinzón y Aristóbulo del Valle. Acompañado por un fuerte dispositivo de seguridad se dirigió a la carpa 1 y votó en la mesa 19. Cuando se retiró fue silbado e insultado por un grupo de fanáticos de Riquelme que estaban esperando por votar. Más allá del profundo cambio de era en nuestro país, Riquelme se impuso sobre la política nacional y sobre un presidente que lleva pocos días en el poder, con el crédito abierto.

Javier Milei votó en las elecciones de Boca
Javier Milei votó en las elecciones de Boca - Créditos: @Gustavo Garello

Su aura también sobrevoló la Bombonera, que hace años que queda chica. El proyecto de la oposición de un escenario para 105.000 lugares, los problemas para el ingreso de una cancha para 57.000 y las demorados avances para aumentar su capacidad (con los inconvenientes de las zonas linderas)... nada de ello pudo derribarlo.

A Carlos Tevez, que debió irse del club y, luego de un período de incertidumbre personal, se retiró del fútbol y se convirtió en DT. Se fueron abrazados en los pasillos de la Bombonera, pero algo no andaba bien entre ellos. A Guillermo Barros Schelotto (una debilidad de Macri), que busca tener revancha en Boca, a donde quiere volver pero sabe que ahora no está en la línea de largada; no se jugó públicamente por la oposición porque intuía que ese riesgo iba a ser inútil. Hasta el recuerdo de Diego Maradona: pocos se olvidan de los viejos contrapuntos por compartir el amor de los hinchas y alguna historia de selección.

“Tenemos las elecciones más simples de la historia: el hincha puede elegir entre seguir siendo un club o que te arranquen el corazón. Porque esa es la verdad. Estos señores (por la oposición) se lo van a vender a tres extranjeros, no seremos más parte ni dueños del club”.

Ese hincha, fiel a las danzas del Torero, votó con el corazón en la mano.