“I’m back”, la frase de Michael Jordan que cambió la historia de la NBA para siempre
WASHINGTON DC (18 de marzo de 1995) — La siguiente declaración fue emitida hoy por Michael Jordan, a través de su abogado personal y gerente comercial David B. Falk, presidente de Falk Associates Management Enterprises, Inc. (“FAME”) con sede en Washington, DC, en respuesta a las preguntas sobre sus futuros planes de carrera:
“I’m back”
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Apenas un puñado de palabras en un fax. Con eso fue suficiente para cambiarlo todo. Tan poderoso, magnético y dominante que su retorno implicó lanzar hasta el infinitivo a la NBA y convertirla en un auténtico show deportivo a nivel mundial.
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“Los Beatles y Elvis han regresado”, comentó Larry Brown, por aquel entonces entrenador de Indiana Pacers, antes del primer partido de Michael Jordan en su regreso. En el Market Square Arena, MJ apareció con el número 45 en su espalda, los Bulls cayeron en Indianápolis, pero el encuentro atrajo más audiencia televisiva que cualquier otro de temporada regular de la historia, un hecho sin precedentes. “No quería usar el 23 porque sabía que mi padre no estaba ahí para verme y sentía que era un nuevo comienzo. El 45 era mi número cuando jugaba en la secundaria”, explicó MJ. Aquella temporada usó el 45 hasta el primer partido de los playoffs ante Orlando, después sorprendió a todos volviendo a usar el 23, aunque fue multado por la NBA. “El 45 no se siente como el 23″, confesó.
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Aquel regreso con 32 años y diez días fue tan impactante como lo que sucedió el 6 de octubre de 1993, a un mes del comienzo de una nueva temporada de la NBA. En el mejor momento de su carrera y a pocas semanas de haber logrado su tercer título consecutivo con Chicago Bulls, Jordan anunciaba su retiro. “Cuando ya no siento esa motivación por el juego, es hora de retirarme del básquet”, fue la frase que utilizó su Majestad para explicar lo que parecía imposible de dimensionar.
No sólo los fanáticos y la prensa no podían entender qué estaba pasando, sino que sus compañeros tampoco lo podían creer. Incluso, su entrenador Phil Jackson, no lograba decodificar por qué Jordan decidió retirarse en el pináculo de su carrera y con apenas 30 años. Pero algunas señales estaba ahí, aunque nadie quería saber de ellas.
Poco menos de un mes después de quedarse con un nuevo anillo de la NBA, con la victoria sobre Phoenix Suns y con Charles Barkley como principal oponente, en las finales del 93, MJ recibió la noticia de que su papá había sido secuestrado. Aquel 23 de julio se sacudió su mundo perfecto y todo comenzó a temblar, ya que su padre estacionó su auto a un costado de las rutas 95 y 74 y lo sorprendieron dos delincuentes: Larry Demery y Daniel Green. El drama se materializó el 3 de agosto, cuando fue notificado que el cuerpo de James Jordan fue encontrado flotando en un riachuelo de Carolina del Sur. Una vez que el FBI descubrió su cuerpo, la autopsia confirmó que había sido ejecutado de un balazo en la zona del pecho.
Se perdió, no pudo recuperar su templanza, su foco no estaba en el juego. Entendió que la mejor forma de calmar la angustia y paliar el dolor era quitarse la camiseta número 23 de los Bulls y, una vez que superó el duelo, MJ siguió atado al recuerdo de su padre. Comprendió que la mejor forma de honrar a su progenitor era dar un cambio rotundo a su vida deportiva y, a principios de 1994, Michael Jornada firmó un contrato con los Chicago White Sox, una de las dos franquicias de béisbol de la ciudad que se desempeña en la MLB.
En su nuevo hábitat, Jordan no era Jordan. Era un simple mortal. Tras completar la pretemporada con los White Sox, el dueño de la franquicia Jerry Reinsdorf, que también era propietario de los Bulls- determinó que MJ debía ser enviado a los Birmingham Barons, la filial de la franquicia de las Grandes Ligas. Su pobre rendimiento al momento de batear en ofensiva -terminó con un porcentaje de 0,252-, desalentaron esta aventura con el béisbol, pero en ese mismo viaje deportivo reverdeció su voracidad competitiva.
El 1 de noviembre del 94 fue un punto de inflexión para Jordan. En el United Center se realizó una ceremonia en la que MJ vio cómo la famosa 23 se instaló para siempre en el techo del nuevo estadio. Además, que la organización presentó la icónica estatua en las afueras de la cancha. Señales de que era el fin, pero que a él sólo le hicieron hervir la sangre por querer volver a ser Jordan. El dueño de la historia, el jugador que iba a cambiar para la eternidad la vida de una ciudad y de toda la NBA.
En marzo del año siguiente se terminó de gestar el regreso de Jordan a Chicago. Mientras los Bulls ya eran el equipo de Pippen, el histórico ladero de MJ aprovechó las transmisiones de los partidos para mostrar la suela de sus zapatillas de la marca Air Jordan y para provocar a su compañero a regresar. La historia cuenta que todo se confirmó un día antes de la fecha elegida elegido para el anuncio. Jordan se sumó a los entrenamientos del equipo en la antesala de los playoffs y aquel famoso 18 de marzo se encargó de redactar el fax que explotó en todas las redacciones, radios y canales de TV de los Estados Unidos. Un puñado de horas después de la confirmación del retorno, Phil Jackson hizo el anuncio formal. “Hoy, Michael Jordan fue activado como un Chicago Bull”.
El retorno del Rey
Sobre el final de la temporada 94/95 Jordan sintió que le tocaron el alma, porque los Bulls caían en las semifinales de conferencia a manos de Orlando Magic y con Shaquille O’Neal en plena expansión. Nick Anderson, jugador que le había robado una pelota en una posesión clave a MJ, después de un partido declaró: “El 45 no es el mismo que el 23, no le podría haber hecho eso al 23″. Para su Majestad todo se volvió personal.
La temporada siguiente ya con el 23 brillando en todas las canchas los Bulls volverían a reinar en la NBA con otros tres títulos consecutivos frente a Seattle Supersonics, de Gary Payton y Shawn Kemp, y dos veces contra Utah Jazz, de John Stockton y Karl Malone.
La confirmación total de que había regresado el Rey y que el golpe letal para su retiro estaba vinculado a la pérdida de su padre, sucedió el 15 de junio de 1996, cuando cerró la serie ante los Supersonics y tras la conquista del anillo se desplomó en el suelo del vestuario y lloró desconsoladamente. No sólo por haber logrado su cuarto título, por haber hecho una temporada regular casi perfecta con 72-10, la mejor marca en la historia hasta el 73-9 de los Warriors en 2016, si no porque se lo dedicó a su papá. Capricho del destino: esa definición sucedió en el Día del Padre en los Estados Unidos. “Sé que me estaba viendo”, dijo Michael en la entrevista tras el partido a su amigo Ahmad Rashad. “A mi mujer e hijos, a mi madre, hermano y hermana... esto es para Papá”.
“La resurrección de Cristo aplicada al deporte”, esa fue la definición que utilizó el periodista estadounidense especializado Sam Smith, que además escribió el libro más vendido sobre la vida de Michael Jordan (”The Jordan Rules”). Es que con MJ en acción, los Bulls volvieron a conseguir un Three Peat (conquistar tres anillos de manera consecutiva), se filmó Spam Jam, se inmortalizó el “flu game” en las Finales del 97 (se habla de que comió una pizza en mal estado y eso le dio fiebre y deshidratación), se multiplicó su game-winner en las Finales del 98 sobre los Jazz para ganar su sexto y último campeonato y la NBA explotó por el aire en la incipiente era de la televisión digital y la estampida de la globalización.
En 1999, ya con los Bulls ardiendo por diferencias internas y un ego indomable de MJ, llegó el segundo retiro. Volvió entre 2001 y 2003, pero para jugar en los Washington Wizards, ya no era Jordan, sino una leyenda luchando contra el tiempo y aprovechando la montaña de dólares que producía la NBA. Pero esos son sólo detalles que no empañan la historia.
“I’m back”, con eso fue suficiente.