Guerra en Medio Oriente: inquieta a Europa el aumento de los incidentes contra la comunidad judía
PARÍS.– Esta semana, Samuel retiró la mezuzá fijada en el umbral de la puerta de su casa ubicada en la zona este de París. La de su vecino fue incendiada cuatro días antes. Ese pequeño objeto de culto judío puede convertirlos, a él y a su familia, en blanco de agresión antisemita y el próspero empresario tiene miedo.
A comienzos de mes, Samuel fue obligado a bajar del taxi que lo conducía a la oficina por un chofer musulmán excedido por una conversación telefónica donde expresaba su inquietud sobre las amenazas que pesan sobre la comunidad israelita desde que se desató la guerra entre Israel y el Hamas. Sin embargo, temor exagerado o no, es cierto que la importación del conflicto existe. Y no solo en Francia, sino en gran parte de Europa.
Cócteles molotov lanzados contra una sinagoga en Berlín, estrellas de David pintadas en los muros en España, cruces gamadas en Niza o en Grenoble… En Europa, tanto como en Estados Unidos, las autoridades señalan un neto aumento de los incidentes contra la comunidad judía, que reclama, en todas partes, una mayor protección.
Símbolo de esa aceleración, los múltiples incidentes registrados este sábado en varias capitales europeas durante las multitudinarias manifestaciones en favor de un cese del fuego israelí en Gaza. Objetivo loable, aprovechado con frecuencia por aquellos que prefieren hacer la apología del terrorismo y del odio a Israel.
Francia, donde el conflicto israelí-palestino ha sido históricamente un tema explosivo, vive desde hace tres semanas una verdadera crisis antisemita. Desde el 7 de octubre, 719 actos antijudíos fueron señalados y casi 400 personas detenidas, indicó el 26 de octubre el ministro del Interior, Gérald Darmanin.
Según datos de sus servicios, los picos de violencia en el conflicto de Medio Oriente provocan sistemáticamente un aumento del antisemitismo en territorio francés, donde el 10% de sus 68 millones de habitantes son de confesión musulmana. Así sucede desde el año 2000 y el comienzo de la segunda intifada.
“De un centenar de actos antijudíos por año en la década de 1990, pasamos a 744 este año. O sea diez veces más”, señala el historiador Marc Knobel. Y el fenómeno se verifica cada vez: en 2004, 2014, 2015…
Violencia en aumento
Al mismo tiempo, la violencia parece aumentar. Asombrados, millones de franceses partidarios de una coexistencia pacífica entre comunidades, asistieron la semana pasada a una nutrida manifestación en la plaza de la República en favor de Hamas, que concluyó con los participantes gritando “¡Allahu Akbar!” (”¡Dios es grande!”).
Si bien esa expresión no tiene en sí misma nada de belicosa, el hecho de que se haya producido en esa plaza, símbolo de la república laica y, sobre todo, a escasos metros del Bataclán, teatro de la masacre del 13 de noviembre de 2015, donde los terroristas de Estado Islámico asesinaron a 130 personas e hirieron a 413 —enardecidos por esa misma consigna—, consiguió traumatizar un poco más a los 600.000 judíos de Francia.
Transformada en grito de adhesión por los radicales islamistas, “¡Allahu Akbar!” también acompañó el último episodio de locura terrorista en Francia, cuando un profesor de secundaria, Dominique Bernard, fue asesinado el 13 de octubre por un joven islamista de origen ruso en el norte del país. Dos días después, se cumplió el primer aniversario de una primera decapitación, la de Samuel Paty, otro profesor caído en manos de un terrorista radicalizado, por haber mostrado caricaturas del profeta a sus alumnos en una clase de libertad de expresión.
Paty, por su parte, ha decidido partir. “A cualquier parte. Probablemente aceleremos nuestros planes de instalación en Italia. Esto no es vida”, confiesa. Tanto cambió el ritmo cotidiano de su familia, que hasta han dejado de recurrir a los sistemas de delivery —como Uber, Eats o Deliveroo—, cuyos empleados son generalmente jóvenes de confesión musulmana.
Pero el mismo grito, sumado a la plegaria “¡Que Dios maldiga Israel y que maldiga a los infieles!”, se escuchó también en Gran Bretaña la semana pasada y otra vez este sábado, en sendas manifestaciones en favor de Palestina a las que asistieron decenas de miles personas. O durante los numerosos ataques a negocios de comida kosher.
“Nadie duda un segundo en mezclar todo. La causa palestina, que es perfectamente justa, con los homenajes a los terroristas de Hamas o el odio a los judíos”, señala con preocupación el abogado y ensayista Gilles-William Goldanel.
Con seis millones de musulmanes —dos millones de los cuales son inmigrantes llegados al país en 2015 y el resto provenientes en gran parte de Turquía—, Alemania constata a su vez el recrudecimiento de amenazas, insultos y ataques antisemitas. Una violencia atizada por las declaraciones decididamente antisemitas del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien la semana pasada, al abordar el conflicto entre Israel y Hamas, se refirió a los militantes del movimiento terrorista como a un “grupo de mujahidines”, es decir, de “luchadores por el islam”, cancelando además sus planes de visitar Israel.
El peor de esos actos antijudíos fue el incendio de una sinagoga hace tres semanas en Berlín. Al mismo tiempo, aun cuando casi todas hayan sido prohibidas, las manifestaciones pro-palestinas se multiplican desde el 7 de octubre.
“Es intolerable que los judíos tengan otra vez miedo en nuestro país. El antisemitismo es nuestra línea roja: no debemos tolerar ningún tipo de antisemitismo, ya sea de derecha, de izquierda, viejo o nuevo”, declaró el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, el 22 de octubre en la Puerta de Brandeburgo.
La violencia antisemita también aumenta en Bélgica, donde las familias judías se inquietan de las pintadas que aparecen todos los días en los muros de las escuelas públicas. A pesar de los llamados a un cese del fuego y a una “paz justa”, las manifestaciones programadas para este fin de semana también suscitaron indignación en círculos israelitas y en sectores políticos, después de una invitación a participar aparecida en Facebook bautizada “Solidaridad con la resistencia palestina y gloria a sus mártires”.
Ante la explosiva situación, dirigentes políticos y responsables asociativos han redoblado esfuerzos, aunque sin lograr devolver la calma a las comunidades judías europeas.
“Lo sé bien: todos los musulmanes no están de acuerdo con esa gente. Pero estaría bien contar con algunos signos visibles para justificar esa posición. Los honestos musulmanes deberían denunciar vigorosamente a Hamas. Si los dirigentes islámicos de Europa pasaran aunque más no sea una fracción de tiempo combatiendo el odio antijudío latente en sus comunidades, probablemente habría razones de esperar”, afirma el filósofo judío Jan Hartman.
Incrédulo ante la envergadura de las manifestaciones pro-palestinas y la modestia de las que denunciaron la masacre de judíos por Hamas, Hartman concluye: “Sabíamos que los judíos son víctimas del odio casi en todas partes. Pero, ¿hasta este punto? ¿Y en un momento como este? Nunca lo hubiera creído. Cada judío o judía, creyente o no, de derecha o de izquierda, debe plantearse hoy la misma pregunta: ¿Qué pasa en la cabeza de la gente que considera este momento propicio para manifestar contra Israel que, en un solo día, vio un judío de cada 10.000 ser masacrado por asesinos que reivindican sin vergüenza, desde hace años, que su organización tiene por objetivo matar la mayor cantidad posible de judíos?”.