Esposa, protectora y, ahora, heredera de su legado político: Yulia Navalnaya llama a los rusos a unírsele

Yulia Navalnaya, que porta una mascarilla, camina entre reporteros y simpatizantes en el Aeropuerto Internacional de Sheremétievo en Moscú, el 17 de enero de 2021, poco después del arresto en la terminal aérea de su esposo, el líder de la oposición rusa Alexéi Navalny. (Sergey Ponomarev/The New York Times)
Yulia Navalnaya, que porta una mascarilla, camina entre reporteros y simpatizantes en el Aeropuerto Internacional de Sheremétievo en Moscú, el 17 de enero de 2021, poco después del arresto en la terminal aérea de su esposo, el líder de la oposición rusa Alexéi Navalny. (Sergey Ponomarev/The New York Times)

Era agosto de 2020, Yulia Navalnaya, la esposa del líder opositor más famoso de Rusia, daba grandes zancadas por los pasillos dañados y sombríos de un hospital provincial ruso en busca de la habitación donde su esposo yacía en coma.

Alexéi Navalny había colapsado tras recibir lo que después investigadores médicos alemanes declararían como una dosis casi fatal de la neurotoxina Novichok, y su esposa, a quien policías amenazantes le impediían moverse por el hospital, volteó hacia la cámara de un celular en manos de una persona miembro de su equipo.

Con voz tranquila en un momento impactante que posteriormente se incluyó en un documental ganador del premio Oscar, “Navalny”, Navalnaya manifestó: “Exigimos la liberación inmediata de Alexéi, porque en este instante en este hospital hay más policías y agentes del gobierno que médicos”.

Hubo otro suceso similar el lunes, cuando bajo circunstancias incluso más trágicas, Navalnaya habló ante una cámara tres días después de que el gobierno ruso anunció que su marido había muerto en una brutal colonia penal de máxima seguridad en el Ártico. Su viuda culpó al presidente Vladimir Putin por la muerte y anunció que ella asumiría la causa de su esposo y exhortó a los rusos a unírsele.

En un discurso breve y pregrabado publicado en redes sociales, Navalnaya mencionó: “Al matar a Alexéi, Putin mató la mitad de mí, la mitad de mi corazón y la mitad de mi alma. Pero me queda otra mitad y me está diciendo que no tengo derecho a rendirme”.

Durante más de dos décadas, Navalnaya había evitado asumir cualquier papel político en público, ya que alegaba que su propósito en la vida era apoyar a su esposo y proteger a sus dos hijos. En 2021, en una de las pocas entrevistas que ha concedido, Navalnaya declaró a la edición rusa de la revista Harper’s Bazaar: “Considero que mi labor es que nada cambie en nuestra familia: los niños sean niños y el hogar sea un hogar”.

Yulia Navalnaya, al centro, rodeada de sus hijos, acepta el premio Oscar a mejor documental por “Navalny” en la edición 95 de los Premios Oscar en Los Ángeles, el 12 de marzo de 2023. (Todd Heisler/The New York Times)
Yulia Navalnaya, al centro, rodeada de sus hijos, acepta el premio Oscar a mejor documental por “Navalny” en la edición 95 de los Premios Oscar en Los Ángeles, el 12 de marzo de 2023. (Todd Heisler/The New York Times)

Eso cambió el lunes.

Navalnaya enfrenta el gran reto de intentar poner de nuevo en marcha un desmotivado movimiento de oposición desde el extranjero, ya que cientos de miles de sus simpatizantes han sido orillados al exilio por un Kremlin cada vez más represivo que ha respondido a cualquier crítica a su invasión de Ucrania (que inició hace dos años) con duras sentencias de cárcel. El movimiento político y la fundación de su esposo, que expusieron la corrupción en las altas esferas, fueron declaradas organizaciones extremistas en 2021 y se les prohibió operar en Rusia.

Aunque no desestiman las dificultades, sus amigos y asociados creen que Navalnaya, de 47 años, tiene una oportunidad de triunfar gracias a lo que llaman su combinación de inteligencia, porte, determinación férrea, resiliencia, pragmatismo y carisma.

También es (de manera inusual) una figura femenina prominente en un país en el que las mujeres reconocidas en la política son poco comunes, a pesar de sus muchos logros en otros campos. Analistas afirman que, aparte de la amplia autoridad moral que ha adquirido tras la muerte de su marido, Navalnaya podría beneficiarse de una brecha generacional en Rusia, donde los rusos más jóvenes y postsoviéticos aceptan más la equidad de género.

Tan pronto como Navalnaya hizo su declaración el lunes, la maquinaria propagandística estatal rusa se puso en acción, por lo que trató de mostrarla como una herramienta de las agencias de inteligencia de Occidente y alguien que frecuentaba complejos turísticos y fiestas de celebridades.

Navalnaya nació en Moscú en una familia de clase media (su madre trabajaba para un ministerio gubernamental y su padre era empleado de un instituto de investigación). Sus padres se divorciaron al poco tiempo y su padre murió cuando ella tenía 18 años. Navalnaya completó una licenciatura en Relaciones Internacionales y, luego, trabajó brevemente en un banco antes de conocer a Navalny en 1998 y casarse con él en 2000. Ambos eran cristianos ortodoxos rusos.

Una hija, Daria, que ahora estudia en California, nació en 2001 y un hijo, Zakhar, en 2008, quien asiste a la escuela en Alemania, donde vive Navalnaya.

Aunque no era abiertamente política, Navalnaya siempre apareció al lado de su esposo. Ella estuvo con él en manifestaciones y durante sus numerosos procesos judiciales y sentencias de cárcel. Navalnaya estuvo con él de nuevo durante su campaña para alcalde de Moscú en 2013, y en 2017, cuando un ataque con un tinte químico verde casi lo deja ciego de un ojo.

En 2020, cuando Navalny fue envenenado, Navalnaya exigió de manera pública a Putin que su marido fuera evacuado en ambulancia aérea a Alemania y, durante sus 18 días en coma, ella permaneció a su lado, habló con él y reprodujo sus canciones favoritas como “Perfect Day” de Duran Duran. Tras recuperar el conocimiento, Navalny escribió en redes sociales: “Yulia, me salvaste”.

Navalnaya sobrevivió un intento de envenenamiento en Kaliningrado un par de meses antes que seguramente estaba dirigido a él, según aseguran sus amigos, pero ella no siguió pensando en ello.

Navalnaya ha sido comparada con otras mujeres que han tomado la estafeta de la batalla política de sus maridos asesinados o encarcelados. Entre ellas se encuentran Corazón Aquino, cuyo marido fue asesinado a tiros cuando bajaba del avión en Filipinas en 1983 al regresar de su exilio; luego, derrotó al entonces presidente Ferdinand Marcos. También está Sviatlana Tsikhanouskaya, quien lideró la oposición en las elecciones presidenciales de 2020 en Bielorrusia, país vecino de Rusia, después de que su marido fuera encarcelado. Ella misma se vio obligada al exilio.

Al final, los analistas indican que una “persona normal” con autoridad moral podría tener éxito donde alguien dedicado a la política no podría.

Serguéi Guriev, un amigo de la familia y un destacado economista ruso que es director académico del Instituto de Estudios Políticos de París, opinó: “Ella quiere terminar la tarea que Alexéi trágicamente dejó incompleta: hacer de Rusia un país libre, democrático, pacífico y próspero. Ella también va a demostrarle a Putin que eliminar a Alexéi no acabará con su causa”.

c.2024 The New York Times Company