Elogiado por Javier Milei: ¿se puede replicar en la Argentina el modelo económico que cambió a Irlanda?
¿Puede ser Irlanda un modelo económico para la Argentina, como propone el presidente electo, Javier Milei? Los manuales dicen que la mejor manera de evaluar la economía de un país es mirar el aumento de su PBI o el ingreso per cápita de sus habitantes. Eso es correcto... salvo en el caso de Irlanda. El “tigre celta” llegó a tener en 2015 un crecimiento del 26% de su PBI -el más alto de la posguerra en Europa-, y ese índice dividido per cápita alcanza hoy 128.400 dólares anuales, un monto superior al de Estados Unidos (80.780). ¿Pero es realmente una potencia económica? ¿Es replicable su experiencia?
En una entrevista con el Financial Times, en agosto pasado, Milei elogió el modelo irlandés. “Ellos hicieron reformas y su PBI por habitante se ha más que sextuplicado en los últimos 30 años; me gustaría que la Argentina se parezca a Irlanda”, dijo. Y en su discurso triunfal, insistió: “Venimos a hacer lo mismo que hicieron países como Irlanda hace no tanto tiempo”.
No se puede explicar el fenómeno de Irlanda sin el cambio dramático que significó a partir de 2003 la decisión del gobierno de bajar del 40% al 12,5% la tasa de impuestos corporativos. El efecto fue inmediato. Más de 1500 multinacionales, entre ellas la mayoría de las principales tecnológicas (Facebook, Google, Amazon o Tik Tok, entre otras), farmacéuticas y empresas de arrendamiento de aviones, decidieron radicar en el país celta sus operaciones europeas.
Solo el hecho del traslado de los activos de propiedad intelectual al domicilio irlandés de estas compañías, que en muchos casos tienen un valor muy superior al PBI de la Argentina, provocó una distorsión brutal de todos los índices macroeconómicos. De hecho, desde hace algunos años, para saber la situación real de la economía, la Oficina de Estadísticas de Irlanda se vio obligada a empezar a utilizar un índice alternativo al PBI, el Ingreso Nacional Bruto Modificado (GNI*, en inglés), que resta al PBI las variaciones por Propiedad Intelectual, Arrendamiento de Aeronaves y la renta neta de Compañías Públicas extranjeras redomiciliadas en Irlanda.
Así, en tren de comparar la Argentina con Irlanda, hoy son dos países con un PBI similar de alrededor de 500.000 millones de dólares, pero el GNI* irlandés del año pasado fue poco más de la mitad de esa suma. La gran diferencia es que en la Argentina viven casi 46 millones de personas y la población de Irlanda apenas supera los 5 millones. Por eso su gigantesco PBI per cápita.
“La economía argentina tiene unos pocos puntos en común con la historia de Irlanda”, comentó a LA NACION Lucila Bonilla, economista para mercados emergentes de la consultora Oxford Economics, con sede en Londres. “Los dos países son históricamente agrícolas. A fines de los 70, la agricultura representaba entre el 15 y el 20% del PBI de Irlanda y, en el caso argentino, el 24% del PBI proviene hoy del campo. Por otra parte, los dos tienen buenos niveles de educación y una fuerza laboral calificada”, agregó Bonilla.
A comienzos de este siglo Irlanda tenía también un enorme déficit fiscal, del 4,6% de su PBI.
Pero mientras la Argentina fue perdiendo competitividad, Irlanda se hizo cada vez más atractiva para las empresas de todo el mundo. Ya no tiene déficit fiscal y atraviesa la envidiable problemática de debatir qué hacer con el superávit que el año pasado fue de casi 11.000 millones de dólares.
Ricardo Amaro, economista para Irlanda de la Oxford Economics, señaló a LA NACION varios hitos en este proceso.
“El modelo de crecimiento irlandés comenzó a despegar después de su ingreso a la entonces Comunidad Económica Europea en 1973 y luego, con la creación de la Unión Europea 20 años más tarde, el país se vio obligado a cumplir con los parámetros de ordenamiento macroeconómico fijados por la alianza y fue ganando impulso con un enfoque cada vez más globalizado.”, explicó.
“Hoy día, a pesar de las grandes distorsiones en las cuentas nacionales provocadas por las multinacionales, es innegable que estas empresas han tenido un impacto tangible en toda la economía irlandesa, y particularmente en el empleo y las finanzas públicas. Pero para atraer inversiones fue clave un acuerdo amplio y duradero de todo el espectro político sobre la importancia de una tasa impositiva relativamente baja para las empresas. Si Milei lograra bajar los impuestos corporativos, pero no se despeja el riesgo de que en un gobierno siguiente esa reforma se desande, las inversiones no se concretarán”, agregó Amaro.
La experiencia de un argentino
El argentino Omar Darouiche Montenegro, de 39 años, pudo experimentar en carne propia los beneficios de esa transformación económica, en un rubro diferente de las tecnológicas. Hace 15 años llegó a Dublín con 50 euros en el bolsillo y el título de ingeniero industrial de la UTN Córdoba bajo el brazo. Pero su primer trabajo fue como lavacopas en un hotel de esa capital. Hoy es ciudadano irlandés y dueño de una empresa fabricante de máquinas expendedoras (Vending-Machines.ie), con 20 empleados, que exporta a toda Europa y está incursionando en los países árabes.
“Por mi trabajo en el hotel, veía que uno de los problemas más frecuentes de los pasajeros internacionales era conseguir una ficha adaptadora que sirviera para los artefactos electrónicos de otro país. Por eso, diseñé una máquina expendedora con fichas para los diferentes tipos de enchufes. En un año, 150 hoteles de la isla me habían comprado la maquinita”, contó Darouiche Montenegro a LA NACION.
Luego, como ya tenía el know how del negocio, sus clientes comenzaron a pedirle máquinas expendedoras para otros productos, y fue extendiendo su clientela al resto de Europa y a Medio Oriente. “Mientras en países como España yo tendría que pagar alrededor del 30% de impuestos, en Irlanda el Estado se queda solo con el 12,5% de mis ganancias. Las empresas pagamos incluso menos porcentaje de impuestos que los empleados irlandeses, que tienen un descuento de alrededor del 40% sobre su salario”, explicó. “El Estado irlandés dice: ‘Yo te reduzco los impuestos a cambio de que vos generes empleo’”, agregó Darouiche Montenegro.
Pero mientras las compañías internacionales representan aproximadamente el 52% del PBI, solo generan el 15% de los puestos de trabajo. Por eso, la polémica vuelve a ser si el gran motor que tiene hoy el “tigre celta” -las tecnológicas, farmacéuticas y arrendatarias de aviones- redunda en beneficios que alcancen realmente a todos los trabajadores.
“La presencia de las tecnológicas se ‘derrama’ en beneficios que se ven en todas las áreas y por todas las ciudades”, aseguró el empresario argentino. “Empecemos porque el sueldo promedio de más de 5000 empleados que trabajan en Google Irlanda ronda los 110.000 euros anuales. Y los avances que van trayendo esas compañías se vuelcan también en áreas que van desde la tecnologización de la agricultura hasta las ciencias y la educación”.
De todas maneras, el exembajador argentino en la UE Diego Guelar señaló a LA NACION que no considera mayormente aplicable la experiencia irlandesa. “No se puede comparar un país pequeño, del tamaño de la provincia de Corrientes, con cinco millones de habitantes, con la República Argentina. Nuestra economía tiene el potencial de ser mucho más diversificada, por ejemplo con el desarrollo minero, energético y tecnología agraria. Nuestros parámetros de comparación son más similares a Canadá, Australia, o incluso Estados Unidos que a Irlanda”, advirtió.
“Además -agregó Guelar- no se puede negar que Irlanda se transformó en lo que es porque es parte de la Unión Europea. Con su ingreso a la zona euro, por un lado fue obligada a ajustar su macroeconomía a los parámetros comunitarios, y por otro, recibió muchos fondos de ayuda. Sin estos ajustes y sin estos aportes le hubiera sido imposible llegar adonde está hoy. Por eso no considero que sea un experiencia totalmente aplicable. La única enseñanza es: si uno ordena su economía y hace las cosas bien, lógicamente la Argentina volverá a crecer”, concluyó Guelar.