Mientras disminuye la crisis del COVID-19 en Brasil, Bolsonaro obtiene un repunte de popularidad

Un hombre con cubrebocas trota en el parque de Ibirapuera en São Paulo el primer día de su reapertura, el 13 de julio de 2020. (Victor Moriyama/The New York Times)
Un hombre con cubrebocas trota en el parque de Ibirapuera en São Paulo el primer día de su reapertura, el 13 de julio de 2020. (Victor Moriyama/The New York Times)

RÍO DE JANEIRO — El presidente Jair Bolsonaro parecía estar una misión política suicida durante las primeras semanas de la crisis del coronavirus en Brasil.

Cuando la cifra diaria de muertos convirtió a Brasil en uno de los epicentros de la pandemia, Bolsonaro desestimó abiertamente a los fallecidos como algo inevitable y arremetió en contra del distanciamiento social. Un juez le ordenó al presidente que utilizara un cubrebocas, una medida que Bolsonaro se mostró reacio a cumplir, alegando que su “formación atlética” le garantizaría una pronta recuperación.

Con la economía en picada, el presidente de extrema derecha empezó a librar batallas contra el Congreso, gobernadores poderosos e incluso algunos de sus ministros más populares.

El entierro de una persona que murió de coronavirus en São Paulo, el 7 de julio de 2020. (Victor Moriyama/The New York Times)
El entierro de una persona que murió de coronavirus en São Paulo, el 7 de julio de 2020. (Victor Moriyama/The New York Times)

Su actitud arrogante generó rumores de juicios políticos de destitución, un colapso institucional e incluso un futuro enjuiciamiento en La Haya.

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Ahora que la cantidad de casos y la cifra de muertos son mucho menores en Brasil, en comparación con el punto máximo que alcanzó en julio, la popularidad de Bolsonaro está empezando a repuntar. Sin embargo, la mejora de la pandemia se debió en gran parte a que los brasileños no siguieron su ejemplo.

La posición fortalecida de Bolsonaro entre el electorado contrasta con la de otros líderes en la región que acataron el consenso científico sobre las cuarentenas, el distanciamiento social y los cubrebocas, y han visto un declive en su popularidad.

Bolsonaro, sintiéndose envalentonado, criticó a la prensa la semana pasada por seguir centrándose en la pandemia, que ha matado a más de 163.000 personas en Brasil.

“Lamento las muertes, pero ya hay que acabar con esto”, dijo un exasperado Bolsonaro durante un evento en el palacio presidencial el 10 de noviembre. “Tenemos que dejar de ser un país de maricas”.

Lejos de enfrentar un juicio político, Bolsonaro —quien siempre ha sido una figura profundamente polémica en Brasil— tiene en la actualidad los índices de aprobación más altos desde que asumió la presidencia en enero de 2019. Si bien cerca de un tercio del electorado de Brasil se puso de su lado en mayo, esa cifra aumentó al 40 por ciento en septiembre.

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En comparación, en la vecina Argentina, el presidente Alberto Fernández, quien impuso una de las cuarentenas más estrictas del mundo, vio caer su índice de aprobación del 57 en marzo al 37 por ciento el mes pasado. El presidente Sebastián Piñera de Chile e Iván Duque de Colombia también han tenido caídas en sus índices de aprobación tras pequeños impulsos de apoyo al principio de la pandemia.

La creciente fortuna política de Bolsonaro se produjo mientras los brasileños se adherían a los lineamientos del uso de cubrebocas y a las medidas de cuarentena —a pesar de la abierta hostilidad del mandatario hacia ellas— que redujeron la gravedad del virus. El clima más cálido, que permitió a las personas pasar menos tiempo en espacios cerrados, redujo aún más el contagio.

Los efectos de los cierres de negocios y las cuarentenas fueron amortiguados por un generoso programa de asistencia monetaria aprobado por el Congreso. Bolsonaro también se ha atribuido el mérito de ese resultado, a pesar de que en un principio estuvo a favor de que las donaciones fueran mucho menores.

Jairo Nicolau, un politólogo que publicó hace poco un libro sobre el giro político de Brasil hacia la derecha, afirmó que Bolsonaro parecía estar irremediablemente aislado cuando el virus comenzó a propagarse por el país en marzo.

Pero sus instintos y tácticas políticas a menudo han sido subestimados, alegó Nicolau. Y al igual que el presidente Donald Trump, dijo, Bolsonaro ha logrado eludir a los principales medios de comunicación para comunicarse con su base de partidarios.

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“Bolsonaro tiene un electorado muy leal, bastante similar al de Trump, y ha forjado un fuerte vínculo emocional con ellos”, afirmó. “No creo que Bolsonaro sea un gran estratega, pero ha demostrado tener un tipo de inteligencia, una capacidad para capturar el estado de ánimo de las personas en un momento dado y usarlo a su favor. No es tonto”.

El despacho de Bolsonaro no respondió a las preguntas para este artículo. En una entrevista reciente, el vicepresidente Hamilton Mourão dijo que el gobierno podría haber hecho un mejor trabajo al proporcionar lineamientos sobre medidas de prevención al inicio de la pandemia. Sin embargo, argumentó que muchas de las críticas recibidas por el gobierno por su manejo de la pandemia fueron “politizadas” y que algunas de las predicciones más extremas no se cumplieron.

“El sistema de salud fue capaz de lidiar con la situación de manera eficiente”, dijo. “Se temía que las personas terminaran muriendo en los pasillos de los hospitales y en las calles, y eso nunca sucedió”.

Los expertos dijeron que la sorpresiva fuerza política de Bolsonaro podría ser temporal. En las elecciones municipales celebradas el 15 de noviembre, varios de los candidatos a los que apoyó tuvieron malos resultados. Bolsonaro enfrenta enormes desafíos, como una investigación por corrupción dirigida a uno de sus hijos y otros familiares, el inminente fin de los pagos en efectivo que han mantenido a los brasileños a flote mientras la economía se contrae, y la pandemia que sigue matando a cientos de brasileños por día.

Fátima Marinho, investigadora de salud pública de Vital Strategies, una organización mundial de salud pública, dijo que si bien Brasil había evitado hasta el momento una nueva oleada de casos, algunos repuntes en ciertos estados eran motivo de preocupación.

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“Todos los modelos apuntan a una reducción”, dijo Marinho. “Pero estamos previendo problemas en ciertos casos, pues comenzamos a ver señales muy concretas” de un resurgimiento.

Ansioso por cambiar de tema, Bolsonaro centró su atención esta semana en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. El mandatario, que apoyó abiertamente a Trump, a quien idolatra, es uno de los pocos líderes de la región que no ha felicitado al presidente electo Joe Biden ni ha reconocido su triunfo.

El presidente brasileño y Biden han intercambiado críticas sobre la política ambiental de Brasil y el futuro de la Amazonía, la cual ha experimentado un aumento de deforestación bajo el mandato de Bolsonaro. Durante un debate, Biden advirtió que Brasil enfrentaría consecuencias económicas si no frenaba la destrucción de la selva tropical. Su plan de campaña ambiental prometió “nombrar y avergonzar a los bandidos del cambio climático”.

Bolsonaro ha mostrado poco interés en lograr un tono más cordial con el nuevo presidente de Estados Unidos. Durante un discurso, dijo que su país le daría una oportunidad a la diplomacia para defenderse de los planes estadounidenses con la Amazonía. Pero si eso fallaba, dijo, Brasil respondería con “pólvora”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company