Los detectives de enfermedades intentan que la influenza aviar no afecte a todo el mundo

Pollos afuera del mercado Orussey, en Phnom Penh, Camboya, el 7 de mayo de 2024. (Thomas Cristofoletti/The New York Times).
Pollos afuera del mercado Orussey, en Phnom Penh, Camboya, el 7 de mayo de 2024. (Thomas Cristofoletti/The New York Times).

KRATIÉ, Camboya — Mientras Sreyleak Luch conducía hacia su trabajo la mañana del 8 de febrero por las concurridas y soleadas calles del delta del río Mekong, en Camboya, iba escuchando los mensajes de voz que su equipo le había enviado la noche anterior. El estado de salud de un chico de nueve años al que atendía se había deteriorado mucho y lo habían intubado, informó uno de los médicos. Luch se preguntó qué habría podido provocar que el chico empeorara tan rápido.

“Y luego pensé: el H5N1”, recordó. “Podría ser influenza aviar”.

Tan pronto como llegó al espacioso pabellón infantil de color amarillo del hospital provincial de Kratié, le preguntó al padre del niño si la familia había tenido contacto con alguna ave de corral muerta. El padre admitió que hacía algunos días habían encontrado muerto a su gallo y que la familia se lo había comido.

Luch les contó su teoría a sus colegas, cuyas respuestas oscilaron entre las dudas y la incredulidad: nunca se había reportado un caso de influenza aviar en seres humanos en esa parte de Camboya oriental. Le advirtieron que si activaba el sistema de alerta de influenza aviar, tal vez intervinieran los altos funcionarios del gobierno. Corría el riesgo de hacer el ridículo, o algo peor.

Nerviosa, pero cada vez más segura, Luch llamó al departamento de salud pública de la localidad, el cual estaba al otro lado de la calle. En unos cuantos minutos, llegó un equipo a tomar una muestra del niño, Virun Roeurn, para hacerle una prueba de laboratorio.

Para ese momento, los angustiados padres del niño ya no confiaban en ese hospital y solicitaron que lo trasladaran en ambulancia a la capital, Phnom Penh; también se llevaron el hisopo con la muestra.

Un miembro del Instituto Nacional de Investigaciones en Salud Animal y Producción extrae un hisopo de un pato durante el seguimiento en la sección de aves de corral del mercado Orussey, en Phnom Penh, Camboya, el 7 de mayo de 2024. (Thomas Cristofoletti/The New York Times).
Un miembro del Instituto Nacional de Investigaciones en Salud Animal y Producción extrae un hisopo de un pato durante el seguimiento en la sección de aves de corral del mercado Orussey, en Phnom Penh, Camboya, el 7 de mayo de 2024. (Thomas Cristofoletti/The New York Times).

Virun falleció en el trayecto. A las 8 p. m., el Laboratorio Nacional de Salud Pública de Camboya confirmó la sospecha de Luch: el chico había muerto como consecuencia de una influenza aviar muy patógena.

Luch se reprochó no haber pensado en realizarle una prueba al niño un día antes, cuando tal vez lo habría podido salvar si le hubiera dado un tratamiento contra la influenza.

Pero la alerta que activó y la actividad apremiante posterior fue una prueba de la solidez del sistema de seguimiento de enfermedades en Camboya y de su importancia para el sistema de bioseguridad a nivel global.

Es el fruto de inversiones internacionales y locales, de capacitación y educación pública. Es una muestra de cómo la labor de la primera línea en países de bajos ingresos es cada vez más indispensable para el sistema global a fin de poder detectar enfermedades zoonóticas: virus que se transmiten de animales a humanos, como en el caso del COVID-19. El objetivo es identificarlos y contenerlos a tiempo para producir las vacunas o los medicamentos suficientes para tratarlos o, bien, emprender una misión desenfrenada para desarrollar algo nuevo.

Una amenaza cada vez mayor

El H5N1 es uno de los muchos virus responsables de la influenza en las aves. Surgió en Hong Kong en 1996 y desde entonces ha evolucionado en dos versiones que han provocado brotes en aves silvestres y de corral, y ha pasado a los seres humanos en algunas ocasiones.

En 2020, un virus nuevo y especialmente mortal captó la atención de los científicos cuando se propagó por las rutas de las aves migratorias a algunas partes de África, Asia y Europa.

Para 2022, había llegado a América del Norte y Sudamérica y estaba causando la muerte de animales silvestres y domésticos, entre ellos el ganado y los mamíferos marinos.

Luego, los científicos se alarmaron cuando, en febrero de 2023, Camboya informó que dos personas habían sido contagiadas con H5N1. ¿Era esta la nueva versión del virus que había regresado a Asia y estaba matando a la gente? Durante casi una década, en ese país no se había registrado ningún caso en los seres humanos, aunque los científicos descubrieron que todo ese tiempo, el virus había estado presente en las aves.

Los análisis genéticos determinaron que el virus que estaba infectando a los camboyanos era el subtipo ya conocido, no el de América, cosa que fue un gran alivio.

En Phnom Penh, el laboratorio nacional envió la muestra de Virun al Institut Pasteur, el centro en Camboya de una red global de centros de investigación de salud pública que data de la época de la colonia francesa. Ahí, los virólogos confirmaron el diagnóstico de H5N1 y compararon esa muestra con algunas muestras de influenza del biobanco de ese instituto tomadas durante una década. Confirmaron que era el subtipo ya conocido del virus.

Veinticuatro horas después del fallecimiento de Virun, el laboratorio Pasteur publicó la secuenciación del genoma del virus que había matado al niño en las bases de datos a las cuales tienen acceso los científicos de todo el mundo. También notificó a la Organización Mundial de la Salud, misma que envió una alerta a nivel global.

En Kratié, había una nueva preocupación: el rastreo de los contactos había localizado otro caso: el hermano mayor de Virun, Virak, de 16 años. Tenía pocos síntomas, pero había pasado cuatro días aislado en el hospital hasta que diera negativo en las pruebas.

Los detectives de enfermedades tenían la esperanza de que Virak hubiera sido infectado por el mismo gallo muerto que infectó a Virun, y no por Virun. Eso significaba que la muerte de Virun era una desgracia y no el comienzo de una catástrofe global de transmisión continua de una persona a otra.

‘Mándenme un mensaje de texto’

La eficacia del sistema de vigilancia de Camboya tal vez se deba, en parte, a un hombre: Ly Sovann, un especialista en enfermedades tropicales aparentemente incansable que encabeza el Centro para el Control de Enfermedades de Camboya.

“Tengo dos teléfonos y cuatro tarjetas SIM, así que en ninguna parte del país pierdo la red y la gente siempre puede comunicarse conmigo”, señaló Sovann. “Si ven algo, alguna enfermedad respiratoria poco común, una serie de casos de diarrea, mándenme un mensaje de texto. Porque una hora, dos horas o un día pueden marcar una gran diferencia”.

Ahora se requiere que los hospitales de Camboya manden al laboratorio nacional cinco muestras al mes de pacientes con enfermedades febriles y muestras de cualquier persona que tenga alguna enfermedad respiratoria grave. El ministerio de agricultura ha impuesto requisitos parecidos para el ganado.

Las últimas noticias de Estados Unidos relacionadas con la influenza aviar en vacas lecheras ha causado alarma entre los camboyanos.

“Lo que aprendemos de Estados Unidos es que tenemos que fijarnos más en estos otros animales y realizar más pruebas”, señaló Tum Sothyra, director del Instituto Nacional de Investigaciones en Salud Animal y Producción.

El ministerio está extendiendo las pruebas a los animales que probablemente coman aves infectadas, pero espera poder obtener los fondos para realizarles pruebas también a las vacas.

La OMS recomienda sacrificar a todas las aves en un radio de un kilómetro a partir del lugar en el que se haya encontrado alguna ave que tenga H5N1, pero en Camboya solo se sacrifica a las aves de las casas y de los vecinos inmediatos cuando se ha confirmado la existencia de infecciones.

“El gobierno reconoce que el impacto económico para la población sería enorme”, comentó Makara Hak, asesor sobre salud animal en la oficina de Phnom Penh de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. “A veces siento que la gente no piensa acerca de la posible pérdida de vidas”.

Sothyra mencionó que la postura del gobierno de Camboya es que no puede dar indemnizaciones por las aves sacrificadas y que no desea alentar a la población a propagar la enfermedad para obtener una indemnización por sus aves.

Pero la falta de indemnizaciones implica que las personas se rehúsen a informar sobre las aves enfermas; y a menudo se comen a aquellas que encuentran muertas.

“Les preguntamos ‘¿Por qué se la comieron?’, y dicen: ‘Si no como, no vivo’”, comentó Hak.

Sovann afirmó que era consciente de que aún se le tenía que dar a la gente mucha educación sobre la influenza aviar, pero para que el país y el mundo siguieran siendo seguros, se necesitan más profesionales de la salud en la primera línea como Luch, que tengan la valentía suficiente como para dar la voz de alarma.

“Solo se podría hacer lo mínimo, pero quizás se salven muchas vidas”, explicó. “Se podría aplazar la siguiente pandemia”.

c.2024 The New York Times Company