"Queremos despedirnos de ustedes, que fueron nuestro bien más preciado en el mundo": los niños del Kindertransport que huyeron de los nazis y se refugiaron en Reino Unido

Niños refugiados judíos llegando a Londres en 1939.
Niños refugiados judíos llegando a Londres en 1939.

La voz de Adolf Hitler se ha quedado para siempre "bloqueada" en la memoria de John Fieldsend, antiguo refugiado del Kindertransport de 92 años, que llegó a Inglaterra en 1939.

Los altavoces en las calles de Dresde, donde su familia vivía en Alemania, hicieron ineludibles las diatribas de Hitler sobre los judíos, incluso desde casa.

A la edad de 5 años, la vida de John empezó a cambiar. Amigos que conocía desde hacía años de repente se tornaron contra él, volviéndose violentos y llamando a su familia "sucios judíos".

Cuando se hizo un corte en la cabeza con un radiador en casa, John fue llevado al médico, quien le aseguró que necesitaba puntos, pero le dijo: "yo no coso a judíos".

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Sus padres supieron que tenían que marcharse, así que se dirigieron a la casa de los abuelos de John en Checoslovaquia.

La familia volvió a estar segura hasta que Hitler invadió el país en marzo de 1939, cuando la vida de John dio otro vuelco.

En el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, refugiados del Kindertransport que hicieron de Inglaterra su hogar han compartido sus historias con la BBC.

El Kindertransport (en alemán "transporte de niños") fue un programa de rescate que, entre 1938 y 1940, llevó a Gran Bretaña a unos 10.000 niños refugiados, en su mayoría judíos, procedentes de la Alemania nazi.

John fue uno de los 669 niños que escaparon de Checoslovaquia sin sus padres gracias a los trenes organizados por el corredor de bolsa británico Nicholas Winton, una historia que recientemente fue llevada a la gran pantalla.

John Fieldsend.
John Fieldsend nunca volvió a ver a sus padres.

A los 7 años, John recuerda el "desconcierto" que sintió cuando lo llevaron a la estación de tren con su hermano Arthur y vio a sus padres despedirse.

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"Creo que el momento de la verdad llegó cuando mi madre se quitó el reloj, me lo pasó por la ventanilla y me dijo: 'esto es para que nos recuerdes'", relata.

Al llegar a Inglaterra, John y su hermano finalmente fueron separados y vivieron con diferentes familias de acogida en Sheffield.

"Mi primer recuerdo fue ver una fogata de carbón", afirma. "En el continente sólo había estufas de combustión cerradas. ¡Pensé que la casa estaba en llamas!".

Describe a sus padres de acogida como personas "simplemente encantadoras... muy cariñosas", con los que vivió hasta que se casó en 1961.

John, ahora vicario anglicano jubilado, padre de tres hijos y abuelo de siete, vive en Oxford y trabaja con el Holocaust Educational Trust (Fondo para la Educación sobre el Holocausto) para compartir su testimonio.

John Fieldsend (derecha) con su hermano Arthur (izquierda) y John, el hijo de sus padres de acogida.
John Fieldsend (derecha) con su hermano Arthur (izquierda) y John, el hijo de sus padres de acogida.

En 1942 dejó de tener noticias de sus padres en Checoslovaquia.

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Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, la Cruz Roja entregó a John un paquete que contenía álbumes de fotografías y una carta de despedida escrita por sus padres antes de su internamiento en un campo de concentración en Polonia.

Es una carta que John todavía conserva hasta el día de hoy; las palabras conservan la ardiente intensidad de la tragedia de una familia.

Arthur, el hermano de John, con sus padres Trude y Curt Feige.
Arthur, el hermano de John, con sus padres, Trude y Curt Feige.
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La última carta

Queridos chicos:

De madre:

Cuando reciban esta carta, la guerra habrá terminado, porque nuestro amigo mensajero no podrá enviarla antes. Queremos despedirnos de ustedes, que fueron nuestro bien más preciado en el mundo, y solo por poco tiempo pudimos conservarlos.

El destino no nos abandona desde hace meses. En enero de 1942, los Weiler fueron capturados; todavía no sabemos dónde están y si todavía están vivos. En junio, la abuela Betty. En septiembre, tía Marion, tío Will y Paul. En octubre, sus abuelos Steiner. En noviembre, su bisabuela de 90 años y los Berman. En diciembre será nuestro turno.

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Por tanto, ha llegado el momento de que nos encomendemos a ustedes y les pidamos que se conviertan en hombres buenos y piensen en los años que fuimos felices juntos. Nos adentramos en lo desconocido; no se sabe nada de los que ya han sido capturados.

Agradezcan a quienes les han impedido correr un destino similar. Se llevaron un pedazo del corazón de sus pobres padres cuando decidimos entregarles. Den nuestro agradecimiento y gratitud a todos los que son buenos con ustedes.

De padre:

Su querida madre les ha hablado del duro destino de todos nuestros seres queridos. Nosotros tampoco nos salvaremos y nos adentraremos valientemente en lo desconocido, con la esperanza de volver a verles cuando Dios quiera. No nos olviden y sean buenos.

Yo también agradezco a todas las buenas personas que los han aceptado tan noblemente.

Firmado,

Curt y Trude Feige, 1943

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No sólo una comunidad de víctimas

Para John, el Holocausto debe seguir siendo recordado, incluso entre las muchas cosas terribles que suceden en el mundo.

"Una cosa de la que nosotros, como comunidad judía, debemos ser conscientes es que no debemos presentarnos como una comunidad de pobres víctimas", añade.

"Tenemos mucho más que aportar de manera positiva que eso. No somos sólo una comunidad de víctimas".

Para Karen Pollock, directora ejecutiva del Holocaust Educational Trust, el aumento del antisemitismo significa que "es más importante que nunca recordar a los seis millones de víctimas judías y recordarnos que el racismo antijudío no comenzó ni terminó con el Holocausto".

Pero en 2024, ¿está Reino Unido tan abierto a los refugiados como cuando llegó John?

"Es difícil", asegura el anciano. "Tengo que decir que, ahora mismo, creo que no lo está. En 1939, Gran Bretaña era un lugar acogedor, pero requirió el duro trabajo de personas como Nicholas Winton".

Ruth Schwiening.
Ruth Schwiening muestra sus obras realizadas con cristal sobre las cuatro estaciones.

Ruth Schwiening, de 88 años, no recuerda nada del Kindertransport.

En 1939, a la edad de 3 años, viajó desde un orfanato en Berlín a Londres.

Su padre había sido encarcelado en el campo de concentración de Dachau en Alemania, y su madre se quedó a cargo de buscar una manera de salir del país para el resto de la familia.

"Conocí a bastantes amigos que sí que lo recordaban, y creo que casi destruyó sus vidas", asegura.

"Cuando te haces mayor, piensas en el pasado y tratas de recordar lo que pasó, y eres casi devorado por el pasado, más que por el presente", señala Schwiening.

Hubo una organización que se dedicó a contactar a personas cuyos maridos estaban en campos de concentración para ofrecerles la ruta Kindertransport.

Se pusieron en contacto con Hilde, la madre de Ruth, pero le dijeron que sólo podían llevarse a un hijo.

"Podemos llevarnos a la niña porque es más fácil encontrar casas de acogida para las niñas que para los niños", asegura que le dijeron a su madre.

"A menudo hago la pregunta cuando doy charlas: ¿qué habrías hecho? ¿Sabiendo, tal vez, que nunca volverás a ver a la niña?", relata Ruth.

Documento de viaje.
Los documentos de viaje británicos de Ruth Schwiening muestran que su transporte fue organizado por el Comté de Ayuda Mutua para la Infancia.

Los padres de acogida de Ruth fueron el señor y la señora Hart, una familia judía de clase media de Londres que tenía una hija, Geraldine.

Ruth recuerda ser feliz con sus padres de acogida y tener una sensación de seguridad "probablemente [por] primera vez".

Pero un día de marzo de 1940, ante el asombro de todos, apareció en la puerta Hilde, la madre de Ruth.

A sus padres de acogida les habían dicho que su madre y su padre estaban en un campo de concentración y que era muy poco probable que sobrevivieran.

"Pequeña Ruth, dame un beso", le dijo Hilde a su hija.

Pero Ruth se había olvidado de su madre. "Al parecer la miré y le dije: 'mi mamá dice que no debo besar a extraños'".

Toda la ropa y los juguetes de Ruth fueron empaquetados en una caja grande y ella se reunió con toda su familia, que se había establecido en Nuneaton, Warwickshire, en el centro de Inglaterra.

Hilde con sus hijos mellizos Ruth y Michael.
Hilde con sus hijos mellizos Ruth y Michael.

En 1940, los horrores de la Segunda Guerra Mundial siguieron pasando factura a Hilde.

Durante el verano y el otoño de ese año, Reino Unido libró una importante campaña aérea contra Alemania conocida como la Batalla de Inglaterra, para impedir la invasión planeada por los nazis.

Lothar, el padre de Ruth, había sido llevado a un campo de internamiento en la Isla de Man para "extranjeros enemigos", y Hilde temía que, si la invasión tenía éxito, pudiera suponer una sentencia de muerte para su familia.

Hilde les dijo a Ruth y a sus dos hermanos que "si los alemanes vienen a buscarnos, o lo intentan, arriba hay veneno. Yo tomaré el veneno y se lo daré a ustedes también".

La lección más importante que las generaciones futuras deberían aprender de los sobrevivientes del Holocausto, dice Ruth, es "no juzgar a las personas por su religión, por su color o por su raza. Reconocer [sus] prejuicios".

"Tan pronto como reconocemos un prejuicio, podemos aprender y tratar de superarlo, hacernos más solidarios y comprensivos", afirma.

Ruth también cree que la cálida bienvenida que recibió como refugiada no sería tan cálida hoy.

"¿Qué estamos haciendo enviando a gente a Ruanda? ¿Qué estamos haciendo aislando a la gente en cruceros? Que en realidad no son más que prisiones", asegura, en referencia al plan de Reino Unido de enviar solicitantes de asilo a Ruanda y al alojamiento de migrantes en barcazas.

"No puedo entenderlo. Como país, podríamos hacer mucho más".

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