El decatleta que tomó las armas

LETYCHIV, Ucrania — Durante un día de descanso de la guerra en Ucrania, Volodímir Androshchuk salió a comprar sushi. En un auto barato recién comprado, llevó al líder de su pelotón a un supermercado cerca del frente este. Comieron en una casa segura y compartieron una pequeña botella de coñac.

“Estábamos tan felices que fue increíble”, relató el líder del pelotón, Volodímir Dziubynsky.

No obstante, más tarde esa misma noche, el 24 de enero de 2023, Androshchuk sonaba preocupado por teléfono, según relataron su novia y su hermana. Tanto él como Dziubynsky eran integrantes de la Brigada de Asalto Aéreo 95, un grupo élite en Ucrania. La misión del día siguiente contra fuerzas rusas, según compartió en conversaciones cifradas, se realizaría en un terreno sin árboles en el que casi no había ningún espacio para tomar cubierta.

Androshchuk, de 22 años, todavía no había alcanzado la edad mínima de reclutamiento, que entonces eran 27 años. Había entrenado para convertirse en deportista, no en soldado, y competir en el decatlón, una contienda de 10 eventos que incluyen carrera, salto y lanzamiento. Su meta era representar a Ucrania en los Juegos Olímpicos de 2024 en París o los de 2028 en Los Ángeles.

“Era su sueño”, recordó Oleksiy Kasyanov, de 38 años, secretario general de la federación de atletismo de Ucrania y antiguo entrenador del equipo nacional de decatlón.

Sin embargo, para cuando Rusia invadió a Ucrania el 24 de febrero de 2022, las lesiones sufridas prácticamente habían dejado a Androshchuk fuera de la competencia. Así que se ofreció como voluntario para representar a su país enfundado en la ropa de camuflaje de una unidad de campo de batalla, ya no en los colores azul y amarillo del uniforme nacional de un deportista.

Su reclutamiento fue positivo para el ejército del país, pero un riesgo para su vida deportiva: alrededor de 500 entrenadores y atletas ucranianos de primer nivel en activo y retirados han perdido la vida durante la guerra, según el comité olímpico y el Ministerio de Deportes del país. Ese número equivale a casi uno de cada seis de las 3000 figuras deportivas que han tomado las armas, algunas de las cuales, como Androshchuk, fueron enviadas a la línea del frente con solo un mes de entrenamiento.

Entre los muertos se cuentan 50 atletas y entrenadores que eran ciudadanos regulares y murieron en bombardeos aéreos o fueron asesinados en otra situación en que estaban indefensos. Sus muertes se investigan en este momento como posibles crímenes de guerra, según informó el fiscal general adjunto de Ucrania en una conferencia de prensa a finales de junio en Kiev, la capital.

El equipo olímpico de Ucrania para 2024 llevará un espíritu de desafío y resiliencia a los Juegos de París que inician el viernes y la esperanza de ganar entre 15 y 20 medallas. Yaroslava Mahuchikh, de 22 años, favorita para ganar la medalla de oro en el salto de altura, comentó que es importante “mostrarle al mundo que seguimos luchando en todos los frentes, que Ucrania no está derrotada”.

Pero historias como la de Androshchuk (de atletas prometedores que han ido a la guerra) serán un recordatorio de lo que ha sacrificado el movimiento olímpico de Ucrania.

“Quieres descansar un poco, pero escuchas la alarma de ataque aéreo todo el tiempo y a diario lees noticias sobre la muerte de una persona y otra más”, explicó Olha Golodna, de 32 años, quien ha competido dos veces en los Juegos Olímpicos en lanzamiento de bala. “No hay ni una sola persona en Ucrania que no haya perdido a alguien cercano”.

‘Chico de oro’

En Suslivtsi, un pueblito con campos de trigo, soya y cebada en la zona occidente de Ucrania, es un ritual mencionar el nombre de Androshchuk durante las clases de educación física al aire libre en su escuela en su tierra natal, aseveró Tetiana Prus, de 65 años, directora de la escuela.

Sobre Androshchuk, dijo que era “un chico de oro. Un excelente estudiante, que siempre obtenía el primer lugar en las competencias deportivas”.

Estaba en sexto grado cuando un entrenador local se percató de lo rápido que se movía y lo envió a entrenar al pueblo cercano de Letychiv. El modesto estadio de ese lugar tiene una pista de ceniza y una caja de arena para el salto de longitud. Intrigado, Androshchuk también empezó a practicar lanzamiento de bala y jabalina. Se cambió a una escuela deportiva cerca de Kiev y comenzó a brillar en el decatlón.

Sus resultados eran prometedores. En 2018 y 2019 ganó los campeonatos juveniles nacionales en ese evento, y en 2020 terminó en sexto lugar en una competencia juvenil europea de una versión condensada del decatlón llamada heptatlón.

Por desgracia, Androshchuk se lesionó la espalda por una caída extraña durante un salto con garrocha en 2020. Comenzó a dormir con una pelota o una botella debajo de la espalda para intentar aliviar el dolor. Algunas veces dormía en el piso. Redujo su participación de 10 eventos a uno, e intentó convertirse en uno de los mejores lanzadores de jabalina de Ucrania.

Cuatro meses después del inicio de la guerra, Androshchuk empezó a salir con Alina Zhuravska, que en esa época tenía 17 años. A la chica le gustaba su actitud relajada, aunque algunas veces estaba tan calmado que la hacía enojar. “Algunas veces quieres que un hombre azote la mano en la mesa”, dijo en una entrevista.

También notó que parecía perdido e insatisfecho con su trabajo en el taller de carpintería de una fábrica de muebles mientras seguía tratando de entrenar para ser un atleta. Sentía mucho orgullo de los logros deportivos de sus amigos, pero se sentía desanimado porque su espalda le impedía competir al nivel más alto. Donó su jabalina y su disco a la escuela para deportistas juveniles de Letychiv.

Voluntario para el combate

Androshchuk había considerado la posibilidad de integrarse a las fuerzas armadas de Ucrania al inicio de la guerra, pero su familia lo disuadió. Incluso intentaron esconder sus documentos, según Zhuravska, quien habló a través de un intérprete, como la mayoría de los entrevistados para este artículo. También se enteró de que un tiempo después Androshchuk llevó sus medallas a un centro de reclutamiento militar y dijo: “Soy un buen corredor. Deberían aceptarme”. Y el mismo Androshchuk le confió que un médico le ayudó y autorizó su examen médico a pesar de sus problemas con la espalda.

Artur Felfner, quien representará a Ucrania en lanzamiento de jabalina en los Juegos Olímpicos de París, pasó cinco días con Androshchuk en Letychiv a mediados de septiembre de 2022. Hay fotografías en las que se les ve sonrientes, pasándola bien. No obstante, Felfner, de 20 años, recuerda que Androshchuk mencionó que “no estaba aportando valor” en la vida civil. Planeaba unirse al ejército. “Al menos ahí tendré algún valor”.

Esta actitud es un reflejo del carácter de Androshchuk, según las personas que lo conocían. Era amable, divertido y tenía un sentido de justicia que no le permitía burlarse de los atletas menos talentosos. Pero cuando tomaba una decisión, procedía sin dar marcha atrás.

“Se entusiasmaba con gran facilidad”, señaló su hermana, Liudmyla Androshchuk, que ahora tiene 27 años. “Siempre estaba buscando alguna actividad extrema con gran descarga de adrenalina”.

Pero Volodímir Androshchuk no le comunicó sus planes a su novia sino hasta el día anterior a enlistarse a mediados de octubre de 2022.

Zhuravska rompió en llanto. Su padre, Vitaly, y su hermano, Vadym, habían muerto en combate en la guerra y se había prometido no involucrarse con ningún soldado ni arriesgarse a perder a alguien más que fuera cercano. Ahora, su novio había decidido incorporarse a la Brigada de Asalto Aéreo 95, el mismo grupo en que su hermano había perdido la vida.

Androshchuk le aseguró que no iría al frente de batalla. La chica intentó convencerse de que todo estaría bien.

Liudmyla Androshchuk recuerda una historia similar con la frase “no te preocupes”. Pero un mes después, su hermano combatía con el segundo batallón de la sexta compañía de la Brigada 95. “No tuvo suficiente entrenamiento”, se lamentó. “Pero Volodímir decía que podías aprender más en combate que en el campo de entrenamiento”.

Una misión catastrófica

Volodímir Androshchuk era lanzador de granadas, pero aprendió a manejar varias armas. Su complexión atlética esbelta se había robustecido. Llevaba barba. Además, encontró un camarada que compartía sus antecedentes atléticos: Volodímir Dziubynsky, que entonces tenía 26 años y había sido miembro del equipo nacional de remo de Ucrania.

Se conocieron durante el entrenamiento en octubre de 2022 y se incorporaron a la misma brigada y grupo de asalto. Dziubynsky se convirtió en líder de pelotón y relató que Androshchuk era el segundo al mando. Su entrenamiento atlético los hacía resilientes y confiables para pelear con las fuerzas rusas en poblados, bosques y campos, afirmó Dziubynsky. Eran hombres altos y fuertes que podían cargar a los muertos y heridos del campo de batalla y compartían todo, explicó Dziubynsky, incluso un paquete de ropa interior nueva que Androshchuk recibió.

“Realizaba cada tarea como si fuera la última vez, como un atleta”, indicó Dziubynsky. “Por azares del destino, siempre tuvimos suerte”.

Después de una batalla el 10 de enero de 2023, su cumpleaños número 22, Androshchuk les dijo en tono sombrío a su hermana y su novia que había estado “sumido en sangre hasta los codos”.

Dos semanas después, el día que fue a comer sushi, le envió una serie de videos a su hermana; aparecía en varios de ellos con uniforme completo de batalla, incluido un pasamontañas con el rostro de un esqueleto. En otra, en ropa de calle, Androshchuk escribió de broma: “Soy yo, tan guapo con esta barba corta”. Sin embargo, esa noche compartió que estaba preocupado por la misión del día siguiente.

Temprano el 25 de enero de 2023, Androshchuk respondió un mensaje de voz de Zhuravska, su novia. Habían hablado en las últimas semanas sobre tener familia. La madre de Zhuravska le había comprado un anillo y Androshchuk propuso que lo usara como anillo de compromiso. Tenía un periodo de descanso en febrero. “Te amo, chiquita”, le respondió, en parte, con emojis de corazón. “Espero que sea pronto”. Envió el mensaje a las 3:04 a. m.

Era la hora en que Androshchuk solía levantarse y prepararse para la misión del día. Ese día, según relató Dziubynsky, planeaban atacar a soldados rusos entre las ciudades del este de Yampolivka y Kreminna. Explicó que el objetivo era que 25 miembros del equipo de asalto de la Brigada 95 fueran a gatas 300 metros hasta una colina y luego cubrieran otros 150 metros para atacar las posiciones del enemigo.

A las 6 a. m., el equipo de asalto llegó a la posición designada y comenzó a desplazarse a pie. Pero los rusos habían capturado dos trincheras ucranianas durante la noche. Los ucranianos se sorprendieron cuando vieron que los atacaban entre 40 y 50 personas. Empezaron a disparar los francotiradores y las ametralladoras.

“Fue casi como si alguien les hubiera avisado lo que íbamos a hacer”, señaló Dziubynsky.

El primer combate duró tres horas. A los ucranianos se les acabaron las municiones y tuvieron que reabastecer sus existencias. Se envió un tanque delante de ellos para darles apoyo, pero a Dziubynsky le pareció un error porque el equipo de asalto recibió fuego de morteros, tanques, granadas impulsadas por cohetes, armas antitanque y drones que soltaron granadas.

“Cuando los rusos escucharon el tanque, comenzaron a disparar con todo lo que tenían”, dijo.

Aturdido después de una explosión, Dziubynsky salió de su trinchera y encontró a Androshchuk tirado sobre un camarada con sangre en la mejilla y la sien. Lo habían alcanzado fragmentos de un cohete antitanques. Murió menos de tres meses después de haberse unido a la Brigada 95; la causa, según un médico militar, fue “traumatismo explosivo”.

“Me puse a llorar aunque sabía que no debía hacerlo”, relató Dziubynsky.

Indicó que, de los 25 miembros del equipo de asalto, cuatro murieron y nueve resultaron heridos. Llegaron los refuerzos y empezaron a evacuar a los heridos. Androshchuk y él habían hecho una promesa. Si uno de ellos moría, el otro lo llevaría a casa con su familia.

‘El tiempo juega con tu mente’

Se celebró un funeral ortodoxo en un día nevado en Letychiv. Enterraron a Volodímir Androshchuk en uniforme militar de camuflaje. Se le colocó en la frente un listón amarillo como símbolo de la Santísima Trinidad. Su madre, Valentyna, y su hermana, Liudmyla, sostenían velas delgadas y lloraban.

A Androshchuk se le otorgó de manera póstuma una medalla al valor. La bandera de la Brigada 95 ondea en el lugar de su tumba. En su antigua escuela en Suslivtsi, los estudiantes siempre tienen flores frescas en un florero debajo de una placa colocada en su honor.

Zhuravska lleva un brazalete con una V cirílica como símbolo del nombre del padre, el hermano y el novio que perdió: Vitaly, Vadym y Volodímir. Comentó que su psicólogo le recomendó dejar de usar el anillo de compromiso preliminar que le había dado su madre. Zhuravska quería convertirse en paramédica del ejército y se graduó hace poco de la escuela de enfermería a los 19 años, pero ahora quiere buscar un empleo más seguro en el que no corra el riesgo de dejar sola a su madre. Le gustaría abrir un salón de belleza.

“A veces no lo creo”, dijo, sentada fuera de un café una mañana soleada de junio en Khmelnytskyi, en el oeste de Ucrania. “El tiempo juega con tu mente. Parece que los viste apenas ayer. No sé cómo lo sobreviví. Es por ellos y su recuerdo”.

c.2024 The New York Times Company