El creciente riesgo de que EE.UU. abandone la lucha por la que murió Navalny en una prisión rusa

Un detenido ante el memorial de Alexei Navalny en San Petersburgo. (AP)
Un detenido ante el memorial de Alexei Navalny en San Petersburgo. (AP)

WASHINGTON.- El viernes fue un día negro para la libertad. En el este de Ucrania, las fuerzas rusas quedaron a punto de tomar la ciudad de Avdiivka tras meses de combate –lo que finalmente lograron este sábado–, y ahora el presidente Vladimir Putin está más cerca de cumplir su objetivo de anexarse otra provincia entera de Ucrania: el Donetsk. Y en una remota colonia penitenciaria, más allá del círculo polar ártico, el más prominente disidente de Rusia, Alexei Navalny, murió a los 47 años.

Escribo esto y me lleno de furia y desesperación. No porque me sorprenda la vileza del presidente ruso, algo que lamentablemente está más que confirmado, sino porque me deja pasmado y desolado que Estados Unidos, bastión de la libertad, esté a punto de abandonar la lucha contra la maldad de Putin.

Memorial por Alexei Navalny en Moscú. (AP/Alexander Zemlianichenko)
Memorial por Alexei Navalny en Moscú. (AP/Alexander Zemlianichenko) - Créditos: @Alexander Zemlianichenko

Es muy posible: los líderes de la bancada republicana en el Congreso están dando todas las señales de querer recompensar al asesino de Navalny cortando de cuajo la ayuda de Estados Unidos para las víctimas ucranianas de Putin, y por lo tanto haciendo inevitable que mucha más gente buena corra la misma suerte que el líder opositor.

Las circunstancias de la muerte de Navalny siguen siendo opacas. Pero más allá de la causa de muerte que decidan plasmar en el certificado de defunción, no quedan dudas de quién lo mató: fue asesinado por Putin.

Navalny era un incansable y temerario cruzado contra la corrupción y un paladín de la libertad. Era, por tanto, una amenaza letal para un dictador que en Rusia ha establecido la tiranía personal más absolutista desde los días de Stalin.

Alexei Navalny, en una manifestación en Moscú en febrero de 2020
Alexei Navalny, en una manifestación en Moscú en febrero de 2020

Ya había intentado matarlo una vez, en 2020, envenenándolo con un agente nervioso. Navalny sobrevivió gracias a la atención médica que recibió en Alemania. Fácilmente podría haberse quedado en Occidente con su hermosa familia, pero en enero de 2021 decidió regresar a Rusia para liderar en persona la lucha contra Putin. Y lo hizo sabiendo que al aterrizar lo meterían preso por falsos cargos. Y así fue, pero se sacrificó voluntariamente porque calculó que podía defender mejor la libertad dentro de Rusia que fuera de ella.

Algunos ucranianos criticaron a Navalny por haber coqueteado con elementos de la derecha y abrazar el ultranacionalismo ruso.

Pero si bien Navalny nunca condenó la anexión ilegal de Crimea por parte de Putin en 2014, una medida que fue muy popular entre los rusos, sí se opuso firmemente a la invasión de Ucrania en 2022. Y el año pasado reclamó el restablecimiento de las fronteras con Ucrania tal como fueron reconocidas internacionalmente en 1991, lo que implicaba la recuperación de Crimea.

Incluso con Navalny tras las rejas, sus compañeros siguieron exponiendo la escandalosa corrupción de Putin, incluida la existencia del palacio de 1300 millones de dólares que el dictador se hizo construir.

El video sobre el palacio de Putin rápidamente llegó a más de 93 millones de visualizaciones en YouTube. Imaginen la furia de Putin. Así que Navalny siguió acumulando años de condena a prisión y las condiciones de su encarcelamiento se fueron degradando. Como señala Robyn Dixon, colega de The Washington Post, “Navalny fue enviado repetidamente a celdas de castigo en solitario y en condiciones durísimas, donde estuvo confinado 27 veces por un total de más de 300 días, a menudo por infracciones tan triviales como tener desabrochado el primer botón de la camisa.”

En diciembre, Navalny fue trasladado a un antiguo gulag más allá del Círculo Polar Ártico, donde murió anteayer. Se suma así a la larga lista de mártires de la democracia rusa, que incluye a Anna Politkovskaya, Sergei Magnitsky y Boris Nemtsov, asesinados por el aborrecible régimen de Putin.

Advertencia

En 2021, el presidente Joe Biden dijo que si Navalny moría en prisión, las consecuencias “serían devastadoras para Rusia”. Sin duda tenía en mente más sanciones. Pero desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, Occidente ya ha llevado prácticamente al límite las sanciones contra Rusia. La economía rusa sintió el golpe, pero se mantiene a flote gracias a sus exportaciones de petróleo a China, Turquía y la India. Siendo realistas, no hay mucho más que Estados Unidos pueda hacer en términos de sanciones sin una mayor cooperación de parte de esos países.

Pero todavía hay dos cosas que Occidente puede hacer para ganarse la atención de Putin.

El presidente ruso, Vladimir Putin, habla ante científicos en una reunión paralela al Foro de Tecnologías del Futuro en el Centro Mundial de Comercio, el miércoles 14 de febrero de 2024, en Moscú, Rusia. (Kristina Kormilitsyna, Sputnik, foto compartida por el Kremlin vía AP)
El presidente ruso, Vladimir Putin, habla ante científicos en una reunión paralela al Foro de Tecnologías del Futuro en el Centro Mundial de Comercio, el miércoles 14 de febrero de 2024, en Moscú, Rusia. (Kristina Kormilitsyna, Sputnik, foto compartida por el Kremlin vía AP) - Créditos: @Kristina Kormilitsyna

Para empezar, puede enviar a Ucrania los alrededor de 300.000 millones de dólares en activos rusos que están congelados en Occidente, en su mayoría retenidos en una caja de compensación de Bélgica. La Unión Europea y el G-7 recientemente acordaron enviar a Ucrania las ganancias de esas tenencias rusas, que este año ascenderían a los 4000 millones de dólares. Pero sería mucho más efectivo entregarle a Ucrania el total del capital, para dejarle en claro a Putin que la agresión, literalmente, no paga…

En segundo lugar, Estados Unidos tiene que aprobar el paquete de ayuda de 60.000 millones de dólares para Ucrania que el Senado acaba de aprobar por 79 votos a votos y 29 en contra con el apoyo de republicanos y demócratas por igual, pero que está trabado en la Cámara baja. Avdiivka está cayendo porque sus defensores no tienen municiones. Sería una tragedia y un desastre si lo mismo ocurriera en otros puntos de la línea de frente, o si los ucranianos se quedaran sin municiones antiaéreas para defender sus ciudades de los drones y misiles asesinos de Putin.

La única manera de evitar la derrota de Ucrania es que Estados Unidos le suministre más ayuda. Sin embargo, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, servil al expresidente Donald Trump y sus aislacionistas de “Estados Unidos primero”, se niega a tratar la ley sobre tablas en el recinto.

La caída de esa ley sería una recompensa más para el asesino de Navalny.

Tal vez la muerte de Navalny en este momento no sea casual, y no solo porque Putin tenga decidido eliminar a todos sus opositores en vísperas de la farsesca “elección” del mes que viene. Lo que más tranquiliza a Putin es el surgimiento de una facción pro-Kremlin en la derecha norteamericana. Tucker Carlson, expresentador de Fox News y encarnación del “idiota útil”, viajó hace poco a Rusia para entrevistar bobamente a Putin y luego postear videos de propaganda sobre cuánto mejor es supuestamente la vida en Rusia que en Estados Unidos. Peor aún: Trump, que según las encuestas hoy ganaría las elecciones, hace poco dijo que no protegería a los países de la OTAN que no pagaran sus inexistentes “obligaciones”, y aseguró que alentaría a los rusos a hacer “lo que carajo quieran” con esos supuestos vagos y deudores.

Putin se siente ganador, al punto de creer que puede asesinar impunemente. Regalarle a ese dictador rapaz una sensación de impunidad e invencibilidad es extremadamente peligroso. Sin embargo, todavía podemos devolver el golpe, dándole a Ucrania los fondos y el equipamiento militar que necesita para defenderse. Solo la derrota de Putin en Ucrania nos daría la esperanza de ver el surgimiento de una Rusia mejor y más libre, el sueño por el que Navalny entregó su vida.