Los chilenos que salvaron el valle del Cochamó
Durante una década, un empresario adinerado y un grupo de activistas sostuvieron un enfrentamiento que terminó con el intercambio de 63 millones de dólares.
En la zona central de Chile, cerca de la confluencia de la cordillera de los Andes con el océano Pacífico, una vasta franja de naturaleza virgen está cambiando de manos en las circunstancias más insólitas.
Roberto Hagemann, un empresario chileno propietario de 131.522 hectáreas, ha accedido vender la tierra a sus adversarios históricos, una banda de ecologistas advenedizos que pasaron años frustrando sus esfuerzos por desarrollar la propiedad.
El precio: 63 millones de dólares.
Se trata de una transacción histórica que preservará uno de los territorios de mayor importancia ecológica de Sudamérica. Conocida como Hacienda Pucheguín, la propiedad está rodeada de parques nacionales y surcada por ríos salvajes, bosques de alerces antiguos y el valle de Cochamó, una catedral de imponentes paredes de granito popular entre los escaladores de todo el mundo.
El acuerdo es también un ejemplo de conservación moderna. En un momento en que las tierras ecológicamente sensibles están amenazadas en todo el mundo, se necesita una confluencia única de recursos jurídicos, financieros y políticos —además de un poco de suerte— para protegerlas del implacable desarrollo.
“Se trata de un lugar irremplazable”, dijo Jeff Parrish, alto ejecutivo de Nature Conservancy, que asesora al grupo sin fines de lucro que dirige la compra. “Tenemos que asegurarnos de que siga siendo como la naturaleza quiso que fuera”.
El terreno que Hagemann llegó a adquirir es prácticamente virgen. En el último siglo, unos cientos de colonos establecieron pequeñas granjas en la zona y obtuvieron derechos de propiedad. En su mayor parte, sin embargo, la zona no se tocó, proporcionando un hábitat verde para los pumas, las peculiares ranas de Darwin y el huemul, un ciervo del sur de los Andes en peligro de extinción.
A finales de la década de 1990 y principios de los 2000, el gobierno chileno propuso construir carreteras en la zona. Pero los residentes locales, que se oponían al desarrollo en una zona ecológicamente sensible, derribaron la iniciativa.
Al mismo tiempo, el valle de Cochamó adquirió fama internacional entre los escaladores. Con escarpadas paredes de granito que se elevan miles de metros sobre el fondo del valle, la zona pronto recibió el apelativo del “Yosemite de Sudamérica”, en referencia a la meca de la escalada en roca de California.
En 2007, Hagemann empezó a comprar los terrenos, parcela por parcela. Sabía que el terreno estaba en manos de más de 200 familias y vio la oportunidad de unir las propiedades en una sola que pudiera utilizarse tanto para el turismo como para el desarrollo.
Junto con un socio, Hagemann, que amasó una fortuna con la minería y el sector inmobiliario, gastó decenas de millones de dólares de su propio dinero en adquirir la propiedad mediante un aluvión de transacciones.
Reunir los terrenos en una sola parcela fue una tarea compleja que ahuyentó a otros compradores. Doug y Kris Tompkins, filántropos estadounidenses que conservaron vastas extensiones de tierra en Chile yArgentina, conocían la propiedad. Pero llegaron a la conclusión de que sería demasiado difícil gestionar tantos pequeños negocios inmobiliarios.
Hagemann no se amilanó y, al final, llegó a poseer 325.000 acres, más de 131.500 hectáreas de terreno contiguo, casi completamente rodeado de parques nacionales.
Poco después de reunir la propiedad, él y sus socios propusieron construir una central hidroeléctrica en la zona. El proyecto habría supuesto la construcción de una central eléctrica en un río cercano al valle, 62 kilómetros de líneas de transmisión y una red de carreteras en lo que aún era naturaleza virgen.
“Nuestro principal objetivo era invertir capital en la naturaleza”, dijo Hagemann en un correo electrónico, “añadiendo valor al crecimiento de nuestra productividad chilena, así como al desarrollo local de la gente de Pucheguin”.
Pero Hagemann encontró resistencia desde el principio. En 2013, un guía de naturaleza llamado Rodrigo Condeza fundó una organización sin ánimo de lucro llamada Puelo Patagonia, dedicada a preservar la tierra. Permitir la construcción de una instalación hidroeléctrica, argumentó, interrumpiría un importante corredor ecológico que pasa a través de una vasta serie de parques nacionales.
Condeza empezó a conseguir apoyo público para su causa, fomentando la oposición al Hagemann y a sus planes para explotar las tierras. “Fue nuestro adversario durante muchos años”, dijo Condeza.
Condeza también llevó la lucha a los tribunales. Puelo Patagonia lideró una iniciativa comunitaria para detener el proyecto hidroeléctrico, alegando que no se habían realizado las revisiones medioambientales adecuadas. En 2017, un tribunal chileno le dio la razón, echando por tierra los planes de Hagemann para la central.
Frustrados sus esfuerzos por desarrollar el terreno, Hagemann decidió venderlo. En 2018, Christie’s listó la propiedad por 150 millones de dólares.
xpróximo propietario como lo sería una pintura de Picasso o Monet”, dijo Rick Moeser, director ejecutivo de Christie’s International Real Estate, en ese momento. “La propiedad ha sido protegida de forma responsable y podría servir como un eco-resort desarrollado con sensibilidad, una residencia privada, o esperar a su próximo guardián de la conservación”.
No se presentó ningún comprador, pero el anuncio llamó la atención de conservacionistas y escaladores de todo el mundo.
En 2022, Puelo Patagonia decidió hacer una oferta a la baja. Un abogado negoció una visita y, tras una década como adversarios, las dos partes empezaron a conversar.
Hagemann explicó que él también quería conservar la tierra, pero que quería hacerlo al mismo tiempo que creaba valor económico. El equipo de Puelo Patagonia intentó convencer a Hagemann de que debía vender la propiedad por una fracción del precio de venta.
“A raíz de este encuentro, se inició un largo proceso de conocimiento mutuo y diálogo respetuoso que nos permitió llegar a un entendimiento y respeto más allá de nuestras diferencias”, declaró Hagemann.
Poco después de iniciadas las conversaciones, Puelo Patagonia propuso comprar la propiedad por 50 millones de dólares. Aunque la organización no tenía dinero comprometido, Condeza y sus colegas creían que podrían conseguir los fondos si se aseguraba un acuerdo.
“Somos un montón de hippies”, dijo Condeza. “No teníamos nada que hacer”.
Hagemann pidió 100 millones de dólares.
Durante el año siguiente, negociaron. El hijo de Hagemann, un escalador que ha trepado las paredes del valle de Cochamó, también animó a su padre a vender la propiedad a los conservacionistas, según personas implicadas en el acuerdo.
A principios de este año, después de más de una década de enfrentamientos, las dos partes llegaron a una sorprendente resolución, acordando un precio de 63 millones de dólares.
Puelo Patagonia ya ha recaudado más de 15 millones de dólares de dos organizaciones benéficas que apoyan los esfuerzos de conservación. La mayor parte del dinero procede de la Fundación Wyss, fundada por Hansjörg Wyss, un multimillonario suizo que se ha convertido en uno de los principales donantes de causas liberales en Estados Unidos. Otro donante importante es la Fundación Freyja, dedicada a la conservación.
Hagemann ha dado al grupo dos años para recaudar el resto de los fondos. Puelo Patagonia también planea recaudar otros 15 millones de dólares que se utilizarán para construir senderos y gestionar el creciente número de turistas que visitan el valle de Cochamó. El grupo espera que al menos la mitad de las aportaciones procedan de donantes chilenos.
“Salvaguardar esta región preservará estas joyas durante generaciones”, dijo Tompkins en un correo electrónico.
Preservar la tierra protegerá un corredor ecológico que permite a los animales andar libremente a través de casi 6500 kilómetros de espacios naturales contiguos. También conectará una serie de parques nacionales de Chile y Argentina que se extienden desde los lagos que rodean Bariloche hasta el extremo sur de Sudamérica.
“Es la pieza que faltaba en el rompecabezas”, dijo Parrish. “Si se hubiera urbanizado, habría bifurcado un montón de zonas protegidas”.
Y cuando se concrete la venta, se acabarán las preocupaciones sobre el destino de una de las tierras ecológicamente más importantes de la región.
“Todos los que nos preocupamos por Cochamó teníamos mucho temor por quién iba a comprarlo”, dijo Condeza. “Pero nos unimos entre todos y dejamos de pelearnos y ahora hemos llegado a una solución para conservarlo para siempre”.
David Gelles reporta sobre el cambio climático y dirige el boletín Climate Forward del Times así como su serie de eventos. Más de David Gelles ______
c.2024 The New York Times Company