Carlos 'Gullit' Peña y las lamentables burlas por su alcoholismo de sus propios fans
Carlos "Gullit" Peña era un futbolista luminoso. No abundan en México los jugadores con esa clase y visión de juego. Verlo derrochar calidad con la camiseta del León deleitaba a todos los aficionados al buen futbol. Cuando filtraba un pase con esa técnica exquisita o cuando marcaba un gol imposible, se hacía difícil entender por qué un jugador tan brillante había pasado tanto tiempo en la oscuridad. Su hallazgo era estimulante desde cualquier punto de vista.
Con los Panzas Verdes consiguió un histórico ascenso en 2012 que lo elevó inmediatamente al rango de ídolo. Aunque solo tenía 22 años, el temple con el que jugaba y ese vértigo que imprimía al partido con una sola zancada hacían pensar que se trataba de un jugador mucho más maduro. Todo llegó demasiado rápido a su vida: Selección Nacional, un bicampeonato de Liga, ofertas millonarias de todos los equipos poderosos del país, fama, dinero, elogios, fotos. Todo lo que un futbolista exitoso puede desear.
Nadie podría definir el momento exacto en el que eso acabó. Algunos dicen que el punto de quiebre en su carrera fue fichar por Chivas. Otros adjudican su decadencia deportiva a los dos penales consecutivos que falló con el Rebaño (contra América y Pumas en 2016). A Carlos Alberto Peña todavía le alcanzó para ir al futbol europeo con el Rangers, en donde tuvo algunos partidos buenos que entusiasmaron a la exigente afición escocesa. Ya nada queda de ese Gullit.
Hoy todo lo que se conoce de Peña es su alcoholismo. Sus supuestos fans, que al parecer tienen como única intención grabarlo ebrio para hacerse virales en redes sociales, han tenido a bien exhibir ante millones de personas un problema que desde hace tiempo opacó la vida deportiva de aquel fino mediocampista. No es nuevo. En 2018, Cruz Azul le rescindió contrato por diversas indisciplinas relacionadas con su adicción al alcohol. Aunque se internó en una clínica de rehabilitación en ese momento, las evidencias fílmicas difundidas en los últimos meses demuestran que Peña no está bien.
Es claro que necesita ayuda y que, quizá, ya ni siquiera sabe cómo encontrarla. Los videos en los que comete desfiguros, que cada vez son más recurrentes, no evidencian su alcoholismo, porque ese problema se conoce desde hace mucho, pero sí retratan a los ventajistas que quieren sacar provecho de eso simplemente porque les parece divertido. Y también pintan de cuerpo entero a la muchedumbre de las redes que hace leña con el árbol caído. Que tire la primera piedra el que no haya hecho algo ridículo estando borracho.
¿Por qué ninguno de sus amigos futbolistas alza la voz por él? ¿La hermandad futbolística solo existe cuando las cosas están bien? Todo indica que es así, porque hoy ni ellos, sus amigos y compañeros famosísimos con los que convivió, por ejemplo en Selección Nacional, hacen algo por él. Lo que sea, pero algo. Ya poco importa que su carrera haya decaído al punto de quedarse sin equipo tras su paso por Guatemala. Detrás de ese jugador que brilló y luego se apagó hay una persona que pasa por un momento negro.
Peña no es ni el primer ni el último futbolista con problemas de alcohol. Pero precisamente por eso su caso no debería ser motivo de burlas ni de exhibicionismos deplorables. Si queremos hablar en serio de las adicciones en el deporte, en esta caso en el futbol, hay que comenzar por poner los problemas en la dimensión que les corresponde. No es divertido. No es sano para nadie.
Ya nunca sabremos hasta dónde pudo llegar. Y es lo que menos importa ahora. Porque, al menos por una vez, debemos entender que hasta ellos, los superhéroes de carne y hueso, son tan humanos como para caer en el alcoholismo. Lo increíble, en realidad, es que hasta el día de hoy no lo queramos ver. ¿Qué podemos hacer? No mucho, la verdad. Eso depende de él y de su entorno, incluidos sus amigos de otros tiempos. Quizá nos queda recordar aquellos días en los que empalmaba el balón de parte interna para colgarlo en el ángulo.