Desde cambiar el ánimo hasta perfumar un vuelo de Messi: el increíble poder que tienen las “narices” creadoras de aromas

Fueguia 1833, laboratorio de perfumes de Julián Bedel en el barrio de Palermo
Fueguia 1833, laboratorio de perfumes de Julián Bedel en el barrio de Palermo - Créditos: @Pilar Camacho

Desde emprendedores curiosos y autodidactas hasta ingenieros químicos. Los perfumistas imaginan el olor de las cosas con solo verlas y crean las fragancias con la imaginación y desde planillas de Excel. Usan miles de ingredientes para crear aromas: desde aserrín africano y algas del fondo de un lago, a cientos de variedades de rosas. Algunas “narices” –como suele llamarse a los creadores de perfumes– extraen plantas y las destilan para asegurarse el fiel rescate de los cientos de facetas aromáticas que le pertenece a cada elemento. No se contentan con satisfacer el gusto de los clientes, sino que buscan llegar a la mente, cambiar el ánimo e incluso provocar la liberación de hormonas. Por ello, más allá de la búsqueda artística, es vital el estudio de documentos científicos para generar este tipo de impacto.

“Usamos plantas y elementos de la naturaleza como forma de fascinación. Los aromas cambian el ánimo, algunas moléculas volátiles mejoran la memoria en un 300% y otras ayudan en la recuperación de cirugías”, dijo Julian Bedel, perfumista argentino y fundador de Fueguia 1833, un laboratorio de fragancias de autor. “Los perfumistas entrenamos más la memoria que la nariz: necesitamos memorizar los olores y sus matices para componer con ellos”, indicó el químico francés Jerome Di Marino. “Los perfumes son un cuento en formato aroma”, explicó Adriana Lopardo, creadora de la marca argentina Blind. “Desde chica pensaba que lo que era imperceptible a la nariz no tenía sentido”, dijo la perfumista independiente española Marina Barnicella.

Fueguia 1833, laboratorio de perfumes de Julián Bedel en el barrio de Palermo
Fueguia 1833, laboratorio de perfumes de Julián Bedel en el barrio de Palermo - Créditos: @Pilar Camacho

“Un paper de un premio Nobel de Medicina que trataba del bulbo olfativo y de cómo interactuamos con el mundo volátil fue lo que cambió todo”, dijo Bedel de Fueguia 1833. Según señalóa, en ese entonces él era un artista en la búsqueda de nuevos materiales como forma de expresión. Esa primera aproximación con la ciencia, fue reveladora para él que, además de no saber de perfumes, ni siquiera los usaba. “Nuestro mundo está lleno de moléculas orgánicas que flotan. Son mensajeros químicos que llegan desde el olfato. Y las moléculas tienen un impacto”. Y agregó: “El cuerpo sin querer sufre modificaciones, por eso me interesó: cambios en la presión arterial, sensación de excitación o relajación, una percepción del tiempo distintas, la liberación de hormonas; todo eso puede suceder simultáneamente. Generar todo eso con una pintura o con una composición, iba a ser difícil”.

Así surgió en 2010 la idea inicial de la “falsa perfumería”: una instalación artística que trataba de generar impacto en los visitantes. Ante “la fascinación” que los aromas generaban entre las celebrities internacionales que llegaban al local de la avenida Alvear, en Recoleta, el proyecto tomó la forma actual. Actualmente, Fueguia 1833 tiene 20 tiendas instaladas en América, Europa y Asia en donde se venden más de 100 fragancias propias. Sus creaciones han perfumado más de un avión privado, incluso uno en el que voló Lionel Messi. El próximo lanzamiento será una colaboración que está inspirada en Gustavo Santaolalla y en los aromas que se desprenden del ronroco, uno de sus instrumentos.

Para Bedel, el éxito de su perfumería está basado principalmente en los elementos naturales. En muchos casos el proceso comienza en la extracción misma de las plantas, algo que no es del todo habitual en la industria: “Investigo y destilo plantas extrañas de la Mesopotamia, de los Andes y de la Patagonia. Muchas de ellas eran medicinales, tenían impacto en el cuerpo y nunca se habían probado en perfumería. El éxito, en mi caso, tiene que ver con mantener la pureza y preservar la belleza de la naturaleza. Eso se consigue gracias a adecuados procesos de destilación y purificación”.

Julian Bedel, de Fueguia 1833, es argentino y está radicado en Milán, Italia
Julian Bedel, de Fueguia 1833, es argentino y está radicado en Milán, Italia - Créditos: @Gentileza Fueguia 1833

Según señaló, no basta solo con elegir una planta, sino que hay que seleccionar también la parte: el tallo, la hoja y los pétalos tienen propiedades distintas. “La rosa centifolia de Bulgaria, la rosa alba de Turquía, y algunos tipos en India son todas especies distintas. Hay que elegir cuál queremos en cada fórmula”, explicó. Además, de acuerdo con lo que explicó, un mismo elemento es distinto en diferentes puntos geográficos: “Por eso tenemos más de 3000 ingredientes. Desde aserrín marroquí hasta pino ponderosa”. Para Bedel, el perfume Chamber, que cuesta el frasco de 100ml $502.250, fue uno de los más desafiantes: “Se requirió hacer la extracción de algas de un lago del sur”.

A pesar de su impronta lúdica y artística, sus creaciones surgen de una manera particular: “Conociendo las características y teniendo en cuenta los efectos de los distintos elementos, primero trabajo las formulaciones químicas en una planilla de Excel. Todo depende de la intención que tenga, pero ahí voy imaginando sus reacciones químicas. Soy bastante certero”. Su proceso de aprendizaje también fue evolucionando de manera particular: “Mis mentores fueron los fabricantes de equipos de extracción. También de los productores de plantas”.

El camino tradicional de las narices

Históricamente, el aprendizaje del arte de los perfumes se lograba empezando como aprendiz de maestros reconocidos. Solo en un lugar en el mundo se estudia perfumería a nivel universitario: en el Instituto Superior Internacional de Perfumes, Cosméticos y Aromas Alimentarios (Isipca), en Versalles, Francia. El perfumista Jérôme di Marino, creador de las fragancias Elie Saab Elixir y Burberry Her Élixir de Parfum, luego de estudiar química en Niza, hizo una maestría allí. Previamente, se había inclinado por bellas artes, carrera que luego abandonó. Antes de estudiar ciencias, desconocía que existía el oficio de perfumista.

En diálogo con LA NACIÓN, Di Marino indicó que uno de los desafíos actuales de los perfumistas es innovar. “Salen tantos perfumes de marcas prestigiosas y exclusivas que cuesta crear algo destacado y sorprendente que no se haya hecho nunca”. Según señala, la coctelería y la pastelería son para él grandes musas: “Me inspiran porque muchos de los productos utilizados también se encuentran en perfumería. Lo que suele funcionar con el gusto también funciona con el olfato”. La nariz es para él, como para la mayoría de los creadores, su recurso crítico: “Intento no resfriarme y si sucede, el único producto que utilizo es agua salada”, indicó.

Jérôme di Marino, perfumista de la firma Mane
Jérôme di Marino, perfumista de la firma Mane - Créditos: @Gentileza di Marino

Actualmente, gran parte de la creación de perfumes está concentrada en menos de siete empresas multinacionales y son ellas las que suelen producir para las reconocidas marcas de cosméticos. Entre ellas Givaudan, Firmenich, Symrise, Takasago, Robertet y Mane, donde actualmente trabaja Di Marino. “Sin dudas, aprender de otros perfumistas es la mejor forma de crecer en la industria”, indicó. Él trabajó también en la casa Givaudan. “La reconocida Natalie Cetto me formó ahí. Cuando entré en la casa japonesa Takasago, aprendí de Francis Kurkdjian. Allí firmé mis primeros perfumes”. Según señaló, de sus mentores aprendió sobre materias primas, sobre darle forma a las ideas olfativas y sobre comunicar los desarrollos.

Aunque en la Argentina no existe la carrera de perfumista a nivel universitario, el interés en la creación de aromas ha motivado el desarrollo de varias diplomaturas en distintas instituciones. La Escuela Argentina de Fragancias tiene tres diplomaturas que pueden estudiarse online. “En Argentina hay otras instituciones, pero nosotros somos la única que sus diplomaturas certificadas por la Universidad Tecnológica Nacional (UTN)”, dijo Marcela Mondani, ingeniera química con más de 20 años de experiencia en temas sensorial en multinacionales como Unilever, fundadora y directora de la institución. “La escuela fue una iniciativa mía. Su objetivo es democratizar la cultura olfativa y sensorial”, señaló.

Argentino y mejor perfumista del año

Las academias de perfumería de todo el mundo reconocen año a año el trabajo de estos expertos. Por historia, trayectoria y aportes a la industria, la de París es sin duda la más importante. En 2022, Bernardo Conti recibió el premio al mejor perfumista del año de la prestigiosa institución francesa por su largo camino y se convirtió en el primer argentino en la historia en recibir un galardón de esa envergadura. Además de estudiar en Isipca, en sus 39 años de carrera vivió en París, Ginebra, Londres, Milán, Nueva York, San Pablo y México y trabajó para las más grandes marcas internacionales.

Además de hacer creaciones para empresas, Conti actualmente se destaca como docente de varias diplomaturas, entre ellas la de la Escuela Argentina de Fragancias. Según indicó, más allá de cualquier aroma, su mayor éxito ha sido la docencia y los cientos de alumnos a los que les enseñó: “Es la mejor herencia que voy a dejar en el mundo de la perfumería. Se va enseñando de a poco porque hay 22 familias aromáticas. Es importante saber cómo huele, dónde crecen y cómo se obtiene la esencia. Y en esa línea, destacó: “Que una exalumna haya ganado un premio en Londres, es un gran orgullo”, expresó.

Bernardo Conti, el
Bernardo Conti, el "gran maestro" de los perfumes

El perfume Punto fue elegido en 2022 entre 360 propuestas de todo el mundo como la mejor fragancia de nicho en los Pure Beauty Global Awards en Londres. Adriana Lopardo, fundadora de la empresa argentina Blind, fue su creadora. “Nació como una fragancia pensada para competir internacionalmente, pero de todas maneras me sorprendió el reconocimiento”, dijo. A la hora de idearlo, su intención era conseguir una combinación original: “Quería algo de acordes amaderados en el cuerpo pero distinto a lo convencional. Trabajé el fondo con notas elegantes y emblemáticas de la perfumería: elegí el absoluto de rosa turca, el iris, y una salida aromática y verde”. Para Lopardo, al igual que para muchas narices, los perfumes son un oasis. “Un refugio de fantasías, con personajes, lugares, emociones, historias”, sostuvo.

En el inconsciente colectivo, siempre está la fantasía de crear un aroma propio. Sin embargo, sus costos lo vuelven prohibitivo para quienes no forman parte de la industria. “Un perfumista totalmente desconocido podría cobrar por lo menos 1000 euros y uno famoso entre 10.000 y 30.000 euros”, dijo Conti. Y explicó: “Es una tarea titánica porque te tenés que reunir muchas veces con la persona que no suele conocer perfumería y no sabe muy bien lo que quiere. El trabajo se va eternizando y se desperdicia mucho material caro”, expresó.

La historia de los aromas

Si bien el uso de plantas aromáticas está plasmado en el arte rupestre prehistórico, el primer nombre rescatado por los estudios arqueológicos corresponde a los territorios de la Mesopotamia, entre los ríos Éufrates y Tigris. Así lo destacó Diana Avellaneda, doctora en historia y teoría de las artes egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) y directora del Museo del Perfume de la Asociación Civil Educativa y Cultural Biblioteca de Mujeres (ABM), con aperturas periódicas en su sede y actividades itinerantes. “Hay una tablilla, en escritura cuneiforme de los tiempos del rey asirio Takulti Ninurta (1245-1208 a. C) que menciona una receta con la composición de un perfume y lleva el nombre de una supervisora del palacio: Tapputi- Belet- ekalle o Beletekallim. Sería ella de quien hay testimonio más temprano hasta el momento como perfumista”, explicó. Según contó, en esa época, eran las mujeres las que preparaban los perfumes para los templos y palacios, los dos lugares de consumo más importantes. Egipcios, griegos y romanos, según afirmó, han tenido también los suyos.

Respecto de uno de los personajes más emblemáticos de la historia, explicó: “Renato Bianco, el perfumista de Catalina de Médicis, reina consorte de Francia entre 1547 y 1559, es tal vez el más nombrado, por estar rodeado de leyendas y envuelto en supuestos asesinatos”.

Del último siglo, Avellaneda destacó como “perfumistas hitos” a Jaques Guerlain, por el perfume de los pañuelos en las trincheras de la Primera Guerra Mundial para recordar a las mujeres (L´Heure Blue); a Ernest Beaux, autor del perfume más famoso del mundo (Chanel N°5); a Jean Claude Ellena, quien fuera nariz exclusiva de Hermès; a Edmond Roudnitska, por su emblemático perfume para hombres Eau Sauvage de 1966 y a Sophia Grojsman por el reconocido perfume Trésor que se lanzó en 1990.

Escuelas alternativas

“Hay una vía de aprendizaje más tradicional, secretista y elitista que es la que viene de la mano de maestros: ser aprendiz de un perfumista. Tiene que ver con la historia antigua del perfume. Esa no fue mi manera de aprender”, dijo la perfumista independiente española Marina Barnicella. Además de ser astrónoma egresada de la Universidad de Londres, actualmente está haciendo un doctorado en astrobiología en la Universidad de Westminster: ambos estudios sirvieron de inspiración para una de sus marcas. AromAton combina moléculas sintéticas –obtenidas en laboratorios químicos– con ingredientes de origen natural.

La española Marina Barnicella, perfumista independiente
La española Marina Barnicella, perfumista independiente - Créditos: @Gentileza Barnicella

“Cuando hueles ingredientes, hueles moléculas. Cuanto más entrenás tu nariz, más moléculas conoces”, dijo Barnicella. Y agregó: “Es un trabajo de nariz y de cabeza. La memoria olfativa se desarrolla con el tiempo”. Explicó que todos los ingredientes naturales tienen muchas facetas olfativas: “No tienen un solo olor, sino cientos de moléculas distintas. Una rosa, por ejemplo, tiene 300 componentes químicos. Cambian cuando se mezclan con otras. Y cuando pasa el tiempo, evolucionan”.

Muchos de los recuerdos de la infancia de Barnicella están atravesados por una marcada obsesión por los aromas. “Me molestaba lo que no tenía aroma. Necesitaba imaginarles uno”. A pesar de su claro interés inicial, nunca había pensado en ser perfumista: “Hice un curso de aromaterapia en 2005 y ahí me animé a mezclar. Empecé creando fórmulas sencillas. Leía de química aromática y de notas de perfumes. Practicaba mucho. Se aprende haciendo”.

Según Barnicella, los recuerdos dejan una huella olfativa. Quizás por ello, uno de los perfumes que más la marcó, fue el que hizo para recordar a su madre: “Tiene el recuerdo olfativo de ella: cuando se maquillaba, cuando salía y nos besaba, el aroma de su abrigo”.

La prohibición de ingredientes, según señala Barnicella es uno de los mayores retos. “A veces es difícil crear con ingredientes, cumpliendo con la legislación. Con ingredientes naturales es fácil pasarse del límite. Con moléculas de síntesis, hay menos riesgos”.

Gracias a las fórmulas de las fragancias, los perfumistas se convierten en una especie de hechiceros capaces de cambiar el ánimo, cómo nos sentimos e incluso generar algunas emociones. Para hacer sus hechizos, todos ellos deben conocer las propiedades químicas de los distintos ingredientes y aromas.