Del Brexit a la debacle: después de 14 años en el poder, el Partido Conservador se enfrenta a una paliza electoral histórica

Sunak durante un discurso de campaña
Sunak durante un discurso de campaña - Créditos: @Thomas Krych

PARÍS.- El veredicto podría ser demoledor. A 24 horas de las elecciones legislativas de Gran Bretaña, las cifras de los institutos de sondeo dejan planear el espectro de una derrota histórica para el Partido Conservador en el poder desde hace 14 años.

Unos 48 millones de británicos son esperados en las urnas este jueves 4 de julio para renovar el total de las 650 bancas de la Cámara de los Comunes. El líder del partido vencedor de la elección solicitará enseguida al rey Carlos III el permiso para formar el próximo gobierno. Y según prevén todos los sondeos, ese hombre será el jefe del Partido Laborista, Sir Keir Starmer, que debería otorgar a su formación una de las victorias más importante de su historia: una mayoría absoluta de 456 diputados, reduciendo a sus adversarios conservadores prácticamente a la desaparición.

Sir Keir Starmer habla en un acto de campaña en el Caledonian Gladiators Stadium en East Kilbride, Escocia (Andrew Milligan/PA via AP)
Sir Keir Starmer habla en un acto de campaña en el Caledonian Gladiators Stadium en East Kilbride, Escocia (Andrew Milligan/PA via AP) - Créditos: @Andrew Milligan

Escándalos a repetición y consecuencias del Brexit precipitaron ese derrumbe. Pero las raíces del mal que afecta a los tories son probablemente más profundas. Remontan a la administración del primer ministro David Cameron y de su canciller del Tesoro (ministro de Finanzas), George Osborne. A partir de 2010, ambos hombres practicaron profundos recortes presupuestarios con la esperanza de reducir la deuda sin aumentar los impuestos. Los tribunales, las prisiones, el sistema de salud, las escuelas y las autoridades locales perdieron entre 20% y 40% de sus financiamientos entre 2010 y 2020, poniendo así en peligro la red de seguridad del “Estado providencia” y los servicios públicos básicos.

A eso se agregaron más tarde los durísimos efectos del Brexit, de la pandemia de Covid-19, la inflación -que alcanzó el 11% en octubre de 2022- y la guerra de Ucrania, que hizo disparar los precios de la energía.

Los líderes de los partidos políticos en Gran Bretaña. En el sentido de las agujas del reloj, desde arriba a la izquierda, están el líder del Partido Conservador, el primer ministro Rishi Sunak, el líder del Partido Laborista, Keir Starmer, el líder del Partido Liberal Demócrata, Ed Davey, el líder del Partido Reformista del Reino Unido, Nigel Farage, el Partido Nacional Escocés, John Swinney, y los colíderes del Partido Verde, Carla Denyer y Adrian Ramsay. (AP Photo)

“Por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial los británicos vieron bajar su nivel de vida”, señala Tim Bale, politólogo de la universidad Queen Mary de Londres.

“Las finanzas públicas, que los tories prometieron restaurar, se desplomaron. Como la austeridad fue seguida por shocks y derroches, la deuda pública se disparó a las nubes. Los impuestos están al más alto nivel en 70 años, la economía está exangüe y los ingresos atraviesan el peor periodo de estancamiento de los últimos dos siglos”, anota el semanario The Economist.

En 2022, alrededor de 3,8 millones de personas padecieron alguna necesidad -falta de calefacción, vivienda u otros servicios esenciales-, mucho más del doble que en 2017, según la Fundación Joseph Rowntree. La dependencia de los bancos de comida aumentó en forma exponencial, especialmente durante la inflación de los últimos años. Incluso antes de la pandemia, la esperanza de vida se redujo en Gran Bretaña por primera vez en décadas.

Pero fue el Brexit el que provocó el gran derrumbe del imperio Tory.

“Si bien sus causas pueden ser discutidas, sus consecuencias son claras como el cristal. Desde entonces, el caos sumergió la política y una marea de deshonestidad invadió el país, mientras los proyectos de crecimiento económico y productividad resultaron dañados a largo plazo y las inversiones sufrieron”, agrega The Economist.

Pasando por alto las extravagancias de Boris Johnson, el mini presupuesto de 45.000 millones de libras de reducción de impuestos anunciado por su sucesora Liz Truss durante su catastrófico paso como premier -que solo duró 49 días-, no ayudó para nada.

“Su absurda decisión hizo caer la libra, agravando la crisis del costo de la vida. Los conservadores dejaron en ese momento de ser percibidos como el partido más competente para administrar la economía”, agrega Tim Bale.

Esos años tormentosos afectaron zonas ya empobrecidas, aumentando las desigualdades entre el norte y el sur. En Darlington, ciudad del noreste de Inglaterra de 107.800 habitantes, especializada otrora en la construcción de trenes, un cuarto de los niños vive bajo el umbral de pobreza. El salario mensual promedio, que se eleva a 2299 libras (2928 dólares), es 37% inferior que en el sudeste del país. El malestar ha ganado el “país azul”, esas circunscripciones semi-rurales del sur de Inglaterra, donde se votaba tory de generación en generación.

Nigel Farage
Nigel Farage - Créditos: @Vadim Ghirda

Los partygate de Boris Johnson durante la pandemia, cuando el resto del país estaba confinado, la sensación de abandono y de total desinterés de los dirigentes conservadores hicieron el resto.

“Después del referendo sobre el Brexit de 2016, el Partido Conservador adoptó una trayectoria radicalmente diferente de la suya, cortejando a los electores que habían votado por la salida del país de la Unión Europea (UE). Opuestos a los migrantes, poco interesados por las cuestiones medioambientales, éstos reclamaban un Estado intervencionista, contrario a la base tradicional del partido, muchos más liberal en lo económico y en lo social”, analiza Bale. Esa reorientación les costará cantidad de votos.

Y si bien el actual primer ministro Rishi Sunak restableció un poco de seriedad, multiplicó los errores desde el comienzo de la campaña electoral.

Así, los conservadores parecen haber abandonado toda esperanza de formar el próximo gobierno: “Actualmente se concentran en conservar el puñado de bancas que creen obtener en el sur del país”, dice Bale.

El corazón de su programa consiste en bajar la fiscalidad para reactivar el crecimiento.

Pero la magia no ha operado. Los últimos sondeos les dan apenas 21% de intenciones de voto. Si esa cifra se confirma en las urnas, sería la peor derrota del partido desde 1906.

Por su parte, los laboristas proponen reclutar más profesores y desbloquear millones de citas en el sistema de salud. Todo será financiado con un aumento del IVA aplicado a los gastos de escolaridad de las escuelas privadas y la supresión del status de “non dom”, una ventaja fiscal acordada a los contribuyentes de altos ingresos en el extranjero.

Pero el margen de maniobra del Labour será limitado, en la medida en que Keir Starmer se comprometió a respetar los compromisos presupuestarios de los conservadores. A saber, que la deuda pública se reduzca en los próximos cinco años.