La amenaza de Trump a la OTAN refleja un cambio más amplio sobre el lugar que ocupa Estados Unidos en el mundo
WASHINGTON — El fin de semana pasado, cuando el expresidente Donald Trump dijo en un mitin de campaña celebrado en Carolina del Sur que animaría a Rusia a atacar a los aliados de la OTAN que “no pagaran”, hubo conmoción en Washington, Londres, París, Tokio y otros lugares del mundo.
Pero eso no sucedió en Carolina del Sur. Al menos, eso no se percibió en el evento de ese día. La multitud de partidarios de Trump ataviados con camisetas y gorras de béisbol de “Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo” reaccionó a la idea de ponerse del lado de Moscú por encima de los amigos de Estados Unidos de toda la vida con bulliciosos vítores y silbidos. ¿Los aliados “delincuentes”? Olvídense de ellos. No es problema de Estados Unidos.
El rechazo visceral de la arquitectura de seguridad liderada por Estados Unidos que se construyó en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial sirve para recordar hasta qué punto ha cambiado la noción de liderazgo estadounidense en el mundo en los últimos años. Las alianzas que en su día se consideraron el baluarte de la Guerra Fría ahora son vistas como un albatros obsoleto por un segmento significativo del público estadounidense al que Trump se dirige.
El viejo consenso que perduró incluso durante los primeros años tras el final de la Guerra Fría se ha desmoronado bajo el peso de la globalización, las guerras de Irak y Afganistán, la Gran Recesión de 2008-09 y los implacables ataques de Trump contra las instituciones y acuerdos internacionales. Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses siguen apoyando a la OTAN y otras alianzas, las objeciones cada vez más vociferantes en algunos sectores recuerdan a lo que sucedía hace un siglo, cuando gran parte de Estados Unidos solo quería que le dejaran en paz.
“La estructura de alianzas se construyó para ganar la Guerra Fría y está como atrofiada”, dijo Michael Beckley, un estudioso de la competencia entre grandes potencias en la Universidad Tufts. “Obviamente, Trump fue muy impactante cuando llegó al cargo, pero forma parte de una tendencia a largo plazo”. De hecho, añadió, “si nos fijamos en la historia de Estados Unidos, en realidad los últimos ochenta años los veo como una aberración. Durante la mayor parte de la historia de Estados Unidos, los estadounidenses pensaban que tenían una situación bastante buena aquí en el continente y que, en gran medida, eran independientes económicamente de otros países, y eso sigue siendo así hoy en día”.
Esa tensión histórica entre el nacionalismo solitario y el internacionalismo de coalición amplia se ha manifestado con crudeza en la última semana. Apenas unos días después de su discurso, Trump prometió poner fin a toda la ayuda exterior “sin la esperanza de un rembolso” si regresaba a la presidencia, solo ofreció préstamos a rembolsar. Y el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, y los republicanos de la Cámara Baja incluso se negaron a considerar un paquete de ayuda de seguridad de 95.000 millones de dólares para los amigos estadounidenses en Ucrania, Israel y Taiwán.
“Nuestros aliados están observando esto de cerca”, les dijo a los periodistas Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del presidente Joe Biden, el miércoles mientras instaba a la aprobación de la ayuda de seguridad. “Nuestros adversarios están observando esto de cerca”.
“Hay quienes dicen que el liderazgo de Estados Unidos y nuestras alianzas y asociaciones con países de todo el mundo no importan o que deberían romperse o abandonarse”, añadió. “Sabemos por la historia que cuando no nos enfrentamos a los dictadores, ellos siguen adelante. Y las consecuencias de eso serían graves para la seguridad nacional de Estados Unidos, para nuestros aliados de la OTAN y para otros en todo el mundo”.
Trump nunca lo ha visto así. Aunque ha sido ideológicamente flexible en muchos temas a lo largo de los años, una constante que se remonta a la década de 1980 ha sido su convicción de que Estados Unidos ha sido defraudado por sus aliados en temas de comercio, inmigración y seguridad. Finalmente, los tiempos han coincidido con sus puntos de vista, y ha avivado las brasas del desencanto hasta convertirlas en una llama.
Ha conseguido alejar el debate del compromiso internacional en múltiples frentes. Mientras que antes ambos partidos estaban a favor de los acuerdos de libre comercio y pasaban décadas expandiéndolos por todo el mundo, ahora ninguno lo hace. Mientras que los demócratas, y al menos algunos republicanos, hasta hace poco estaban abiertos a la inmigración dentro de algunos límites, las negociaciones actuales en Washington se centran en asegurar la frontera, sin medidas para legalizar a los que están aquí de manera ilegal.
Trump y sus asesores rechazan la etiqueta de aislacionista en favor de la de nacionalista, diciendo que, debido a los cambios en todo el mundo desde la caída del comunismo, es hora de replantearse las prioridades de Estados Unidos para una nueva era. Según ellos, la OTAN y otras alianzas, ya no representan los intereses estadounidenses.
“La vieja idea de la defensa colectiva de la OTAN necesita ser reevaluada”, le dijo a The Financial Times Russell Vought, exdirector de presupuesto de Trump que ahora se desempeña como presidente de la organización The Center for Renewing America. “Tenemos una visión más estrecha de nuestros intereses de lo que a Estonia le gustaría”.
El eslogan de Trump “América primero” es un reflejo del utilizado por los aislacionistas antes de la Segunda Guerra Mundial, un grupo que más tarde fue desacreditado por simpatizar demasiado con los nazis de Adolf Hitler o por su ingenuidad al respecto. Incluso cuando se le explicó la historia del eslogan, Trump se encogió de hombros y lo adoptó como una expresión concisa de su visión del mundo.
“Mi intuición es que está llevando a la vieja parte aislacionista de un tercio del público estadounidense en una nueva dirección”, comentó Ivo H. Daalder, exembajador en la OTAN durante el gobierno de Obama. “Está movilizando a un electorado que siempre ha estado en contra. Es posible que algunos estén hartos de la guerra de Irak o hayan sufrido por la globalización. Probablemente algunos de esos grupos se traslapen. Pero la gente que habrías asociado con los movimientos antiguerra y antiglobalización antes de Trump habría estado en la izquierda. Y ahora está en la derecha”.
El grupo Chicago Council on Global Affairs, del que Daalder es director ejecutivo, ha constatado en encuestas que la mayoría de los estadounidenses sigue apoyando las alianzas, pero la diferencia partidista ha aumentado mucho en la era Trump.
Mientras que el 80 por ciento de los demócratas cree que Estados Unidos se beneficia de las alianzas con Europa, solo el 50 por ciento de los republicanos lo cree, según las encuestas publicadas en octubre, con cifras similares para las alianzas en Asia Oriental. Un 68 por ciento de los demócratas apoyaría brindar asistencia a aliados de la OTAN como Lituania, Estonia o Letonia si Rusia invadiera, mientras que solo un 48 por ciento de los republicanos lo haría.
El propio Partido Republicano está cada vez más dividido entre la facción pro-Trump y la facción anti-Trump, según indican las encuestas de Chicago Chicago Council on Global Affairs. Solo el 40 por ciento de los republicanos trumpistas apoya la ayuda militar a Ucrania, mientras que el 59 por ciento de los que se identifican como republicanos no trumpistas están a favor, casi el mismo nivel que el 63 por ciento entre el público en general.
“La historia más amplia es el fin del bipartidismo en toda una serie de temas”, dijo Daalder. “Si nos fijamos en los independientes y los demócratas, están muy a favor de Ucrania, a favor de la ayuda, a favor de las alianzas, creen que un papel de liderazgo compartido es más importante que un papel unilateral, están dispuestos a defender a sus aliados... todo está ahí. Donde empieza a caer es entre los republicanos y en realidad los republicanos que tienen una visión muy favorable de Donald Trump”.
Heather A. Conley, presidenta de The German Marshall Fund of the United States, un grupo que promueve la relación transatlántica, y exfuncionaria del Departamento de Estado, dijo que el problema era que el público estadounidense ahora solo ve las contrapartidas de las alianzas, no el valor que aportan.
“En los últimos 20 años, los responsables de la seguridad nacional dejaron de hablar del beneficio y solo hablaron del costo”, afirmó. “Y, sin embargo, la OTAN ha seguido la agenda de seguridad nacional estadounidense”. Los aliados de la OTAN respaldaron a Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, apoyaron la guerra en Afganistán y se unieron contra el ascenso chino.
Conley señaló que las fuerzas antiestadounidenses estaban forjando cada vez más su propia alineación, señalando la convergencia de intereses de Rusia, China, Irán e incluso Corea del Norte.
“Precisamente ahora es cuando necesitamos una arquitectura de alianza mundial”, afirmó. “Es nuestra ventaja comparativa. Es nuestra fortaleza. Es la única manera de salir victoriosos. Pero hay que explicarlo muy claramente y los estadounidenses tienen que entender las ventajas”.
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