El Ajax y el frágil negocio del fútbol de élite

Todas las pequeñas cosas habían sido consideradas. El diseño era tan meticuloso que incluso los detalles más finos parecían poseer un poder explicativo. La lista de virtudes en la pared, la forma en que la luz entraba a raudales en el comedor, los espacios comunes diseñados según los principios Montessori. En todas partes dentro de la casa del club de fútbol neerlandés Ajax, los toques humanos destacaban.

Y, sin embargo, en esencia, la academia juvenil conocida como De Toekomst era, y sigue siendo, una fábrica, una línea de producción industrializada orientada a la máxima eficiencia. Es posible que sus instalaciones hayan sido mejoradas a lo largo de los años, pero de una forma u otra ha estado alimentando jugadores al equipo del Ajax durante décadas. Desde allí, sus graduados han terminado jugando en la selección de los Países Bajos y han representado a clubes de toda Europa. La pista, en realidad, está en el nombre. De Toekomst significa “El futuro”.

Es difícil definir con precisión qué significa la academia para el Ajax. Es más que sólo su brazo educativo y su cadena de suministro. No es su arma secreta porque —junto con su sobrino conceptual en Barcelona— bien podría ser el sistema juvenil más célebre y legendario del fútbol. Etiquetarlo como el corazón y el alma del club es más poético pero menos exacto, menos significativo. De Toekomst es donde los jugadores reciben el “imprimátur” del Ajax. Es el núcleo del club, pero también es su ventaja.

Y, entonces, de repente, todo salió mal. El Ajax terminó tercero en la Eredivisie el año pasado y, en el proceso, se quedó sin lugar en la Liga de Campeones. Su comienzo de temporada fue aún peor: tras cinco partidos, había acumulado solo 5 puntos, su peor comienzo de campaña en 60 años.

El fin de semana pasado, el Ajax encontró su nadir: con menos de una hora jugada, en su propio terreno, el club iba perdiendo 3 a 0 ante el Feyenoord, su archirrival. El grupo de aficionados radicales más expresivo del club, F Side, comenzó a lanzar bengalas al campo en señal de protesta. Se suspendió el partido y se desalojó el estadio.

Después, algunos aficionados intentaron entrar al estadio por la fuerza. Otros fueron detenidos por agentes de la policía montada. Los últimos 40 minutos del partido se completaron finalmente el miércoles. El Johan Cruyff Arena estaba vacío. El Ajax recibió un cuarto gol casi de inmediato.

Determinar con exactitud dónde reside la culpa por el rápido desmantelamiento de todo lo que el Ajax había construido está abierto a conjeturas. Podría estar relacionado con las salidas de dos de los arquitectos de la versión moderna del club: Marc Overmars, el exdirector deportivo, quien dejó el cargo tras caer en desgracia, y Edwin van der Sar, el antiguo director ejecutivo, quien se fue en buenos términos.

O tal vez el declive comenzó en el verano de 2022, cuando el club aprobó demasiados cambios al ver cómo su entrenador, Erik ten Hag, se marchaba al Manchester United. Se llevó consigo a dos de los mejores jugadores del equipo, al final de una ventana de transferencia en la que también se habían ido media docena más.

O tal vez incluso eso sea ir demasiado lejos: podría simplemente ser que el Ajax se equivocó al remplazar a Ten Hag con Alfred Schreuder, que no pasó ni una temporada en Ámsterdam. Un plan de sucesión más sensato le habría permitido al club sobrellevar la transición y al menos llegar a la Liga de Campeones de esta temporada, en lugar de verse obligado a vender otro grupo de jugadores solo para equilibrar las cuentas.

Los fanáticos, sin embargo, dejaron en claro que tenían un villano diferente en mente. Sven Mislintat, el director deportivo alemán contratado para reestructurar la plantilla del club —y modernizar su enfoque de reclutamiento—, se convirtió en un pararrayos de críticas con notable rapidez. El club, que necesitaba sacrificar a alguien tras el caos contra el Feyenoord, decidió que Mislintat era un candidato tan bueno como cualquier otro y lo despidió.

Hay dos advertencias en todo esto, ambas sombrías, ambas con resonancia mucho más allá del Ajax. La primera es que no existe tal cosa como una fórmula; no importa cuán seguro parezca el lugar de un club, no importa cuán seguros sean sus métodos o cuán enaltecido sea su enfoque, nada es eterno.

La segunda es que el fútbol es un negocio frágil y riesgoso. Construir lo que hizo especial al club, lo que lo hizo exitoso, llevó años. Generaciones, de hecho. Requirió no solo una visión ambiciosa y global, sino también una gestión cuidadosa, un manejo delicado, una educación a la vez amorosa y cautelosa. Hubo momentos en los que el viaje no fue nada sencillo. Hubo innegables errores de cálculo en el camino. Pero el Ajax había logrado salir adelante y se había hecho un lugar en un deporte que muchos sentían se había alejado de su alcance.

Y luego, en espacio de un año, más o menos, ha visto cómo todo se ha desmoronado. Un par de nombramientos mal calculados, un puñado de malas decisiones y, de repente, todo desapareció. El Ajax tal vez perdió de vista lo que estaba tratando de hacer, lo que hacía que todo funcionara, y con eso bastó.

Ahora, tiene que hacerlo todo de nuevo. Esta vez el club no debería tardar tanto en trazar su rumbo, pero nadie sabe con certeza cuánto tiempo llevará ese proceso. Sin embargo, dentro del Ajax seguramente sabrán que todo comenzará dónde siempre comienza todo. La prioridad será asegurarse de que la línea de producción siga funcionando. Ahí es donde el Ajax encontrará su futuro. La pista realmente está en el nombre.

c.2023 The New York Times Company