Agustín Creevy, ovacionado: el adiós de una leyenda que está en los libros de historia de los Pumas
LA PLATA.– Miró al cielo durante el himno y se emocionó. Formó entre Guido Petti y Pablo Matera, a quien, entre la lluvia, también se le escapó una lágrima antes del último encuentro de su compañero de mil batallas. Agustín Creevy le dijo adiós a los Pumas, a los 39 años, luego de una etapa brillante en el seleccionado. Rodeado de su gente, en su ciudad, disputó su partido internacional N° 110, que se le escurrió a los Pumas en la última pelota del partido.
Cuando Estudiantes de La Plata se despedía del viejo estadio de 1 y 57, el 28 de agosto de 2005, con un triunfo en el clásico sobre Gimnasia, Agustín Creevy ya era Puma. Un dato que sirve para dimensionar el recorrido y la trayectoria de uno de los símbolos de la historia de los Pumas, que ayer tuvo una despedida en el renovado Estadio UNO Jorge Luis Hirschi, la casa de su querido Estudiantes.
En la entrada en calor Creevy fue el más ovacionado y, fiel a su estilo, le devolvió el afecto a la gente con un saludo. A los seis minutos del segundo tiempo, el público lo aclamó. Recién a los 32, a ocho del final, ingresó en lugar de Santiago Carreras (lesionado) y jugó de tercera línea, acompañado de una ovación de todo el público que se acercó en una noche de lluvia, frío y viento. El final no fue feliz y el penal de Ben Donaldson le aguó la fiesta perfecta. El formado en San Luis se involucró en algunos rucks, pero no pudo frenar el envión del visitante, que logró forzar esa infracción por una acción de Guido Petti. “Es una mezcla de sensaciones: estuve triste, estuve contento, bajoneado porque fueron 19 años. Desde 2005 todo lo que hago es para estar acá. Todo lo que hice fue para estar en los Pumas y no me arrepiento. A mí lo que me da incertidumbre es lo que me va a pasar después de los Pumas porque nunca lo viví. Siempre mi motivación fue esa”, expresó el hooker, que aún no decidió si seguirá jugando al rugby.
Tras la derrota, los Pumas dieron vuelta la página y se centraron en la despedida del líder de las últimas generaciones. “Sólo le pido a Dios que Agus Creevy juegue para siempre” entonaron, luego de un video en homenaje en la pantalla del estadio. Recorrieron juntos la vuelta a la cancha para saludar al público, Creevy le obsequió las medias a un hincha y recibió la camiseta de su club, San Luis. Los Wallabies lo esperaron en la mitad de la cancha para hacerle el pasillo a un jugador que se ganó el respeto en el rugby internacional. Sus compañeros también le hicieron un pasillo y se reencontró con su mujer, Virginia, y su hija Helena, su sostén familiar.
¡MOMENTO CREEVY! Agustín ingresó en su último partido con #LosPumas.
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Los números de Creevy explican parte de su trascendencia en el seleccionado. El jugador con más partidos en la historia de los Pumas (110), el que más veces fue capitán (51), el de más encuentros en Copas del Mundo (22) y uno de los pocos en disputar cuatro mundiales. Pero su verdadero legado va más allá de los números: su carisma y una conexión intangible que tiene con la gente, lo convierten en uno de los Pumas más queridos.
Líder de una transición
El camino de Creevy con los Pumas tuvo escollos que logró superar. Decisiones que marcaron a fuego su carácter. Posiblemente la mayor fue el cambio de puesto y reconvertirse en un tercera línea fuerte y potente, que marcaba la diferencia en San Luis, llegó a Los Pumas y logró dar el paso al rugby francés, a transformarse en hooker, un puesto más propicio para sus características a nivel internacional. Santiago Phelan, por entonces head coach de los Pumas, no le dio opción en el 2008 y, para seguir ligado al seleccionado, debía hacer esa transición. La camiseta de los Pumas siempre fue su prioridad y Creevy dejó el rugby europeo, volvió con 23 años a su club amateur, San Luis, y el resto de la historia es conocida.
Fue el líder de una transición del rugby local hacia el profesionalismo, capitaneando al primer equipo de Pampas en la excursión a la Vodacom Cup en Sudáfrica en el 2010 y seis años más tarde a Jaguares en el Súper Rugby. Desde fines del 2009, cuando regresó al seleccionado como hooker, hasta el Mundial 2011, no pudo quitarle el puesto a Mario Ledesma. En el 2012 y 2013 corrió de atrás con Eusebio Guiñazú, hasta que llegó Daniel Hourcade y no sólo se afianzó como titular, sino que además se convirtió en el capitán. Desde las acciones potenció su juego, fue acoplando los conceptos del puesto, corrigió el lanzamiento del line, su mayor déficit en esos primeros años. Su voz de mando, su entrega y su trabajo en los rucks lo transformaron en una de las mayores amenazas para los rivales.
Chocó con la personalidad de Mario Ledesma, cuando asumió las riendas del seleccionado. En noviembre de 2018 le sacó la capitanía, durante el Mundial de Japón lo relegó entre las reservas y luego no lo volvió a convocar. Regresó tres años después con Michael Cheika para disputar su cuarta copa del mundo y con Felipe Contepomi agrandó su leyenda: fue decisivo en la victoria contra los All Blacks en Auckland con un try y en La Plata se despidió con su gente.
Con Julián Montoya e Ignacio Ruiz, más otros jóvenes que están surgiendo, los Pumas están bien cubiertos en el puesto de hooker. Pero por su liderazgo deja un vacío difícil de llenar